Por Félix Peguero
De nada sirve contar con modernas escuelas, lujosos espacios y cuantiosos
recursos, en manos de personas deshumanizadas, divorciadas de la misión
fundamental del proceso educativo. Las sociedades que dieron el salto
definitivo para encumbrarse en la cima del desarrollo, primero pensaron en el
potencial humano, y entendiendo sus debilidades asumieron trabajar para
superarlas. Así contamos decenas de ejemplos que marcan con trazos palpables,
cómo en países que hoy muestran un alto grado de desarrollo, optaron por
realizar cambios profundos en la educación, colocando al alumno como núcleo
vital del proceso.
Ahora que nos asalta el desaliento frente a episodios
grotescos que se presentan como espinas dolorosas que deben ser extirpadas del
cuerpo social, como la recién ocurrida en esta ciudad, donde un individuo
asesinó de un disparo a un joven de trabajo, tan sólo por un simple roce. Esto,
es más que suficiente para pensar en un programa de formación integral dirigido
a moldear seres humanos distintos, desprovistos de bajos instintos, en
capacidad de reflexionar y desmontar la conducta agresiva y criminal que
amenaza con robarnos la paz en esta sociedad.
Por fortuna, sentimos el nivel de compromiso del ministro de educación,
Andrés Navarro, quien viene impulsando con entusiasmo el Foro Nacional por una
Cultura de Paz, con la participación de unos 360 estudiantes provenientes de
las 18 regionales del país.
La atinada jornada se concibe como un paso trascendente,
en momentos en que se agudizan los casos de violencia extrema en las escuelas:
una radiografía que desnuda la realidad social. De ahí el reconocimiento
al ministro Andrés Navarro, por interpretar el sentir de la sociedad, abriendo
desde este foro, las puertas de la esperanza que nos invita a soñar que podemos
construir en unidad una mejor sociedad, con una democracia real, asentada en
familias organizadas, amantes de la paz, y respetuosas de las normas de
convivencia.
En ese contexto, la escuela se presenta como espacio de revalorización,
fuente de integración colectiva, apegada a la misión de moldear en el horno del
saber, a una juventud más íntegra, humana y solidaria. Es decir, invertir en el
ser humano, es parte esencial en la construcción de una mejor sociedad. No
desdeñamos de lo que hemos logrado en el orden material, pero tampoco ignoramos
que hemos descuidado la parte espiritual, la educación en valores, que eleva y
dimensiona la estatura de los pueblos.
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