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viernes, 5 de septiembre de 2025

El PRM debe mirarse en el espejo del PLD

Por Darwin Feliz Matos

 

El Partido Revolucionario Moderno (PRM), actual organización gobernante de la República Dominicana, atraviesa un momento crucial en su historia. Con cinco años al frente del Estado y una segunda victoria presidencial obtenida por amplio margen, el PRM enfrenta el desafío no solo de gobernar con eficiencia, sino de evitar repetir los errores que condenaron a su principal antecesor: el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

 

Los ejemplos sobran. El PLD, una maquinaria electoral que gobernó durante dos décadas casi ininterrumpidas, cayó estrepitosamente, víctima de su propia arrogancia, divisiones internas, y, sobre todo, de una corrupción sistémica que terminó tocando incluso el entorno más cercano del expresidente Danilo Medina. La historia está ahí, reciente, documentada, y con varios de sus protagonistas aún enfrentando procesos judiciales.

 

Uno de los casos más emblemáticos es el de Maxi Montilla, cuñado del exmandatario, quien admitió ante el Ministerio Público haber tejido una red empresarial para beneficiarse indebidamente del sector eléctrico, obteniendo contratos millonarios. Su acuerdo con las autoridades incluye el pago de más de 3,000 millones de pesos y el compromiso de testificar contra otros implicados. Un caso que, más allá de lo legal, ha dejado profundas heridas morales y políticas, incluso dentro de la familia presidencial.

 

Luis Abinader, en contraste, ha mantenido una imagen de pulcritud y distancia de los negocios del Estado. Sus familiares no han sido señalados en escándalos ni se han aprovechado del poder. Sin embargo, esa virtud personal no basta para blindar a un gobierno. Existen funcionarios dentro del PRM que, lejos de seguir el ejemplo de transparencia del presidente, se comportan como si fueran propietarios de las instituciones que dirigen, creyendo que el voto recibido les otorga un cheque en blanco para actuar sin rendir cuentas.

 

Esa es una señal de alerta que el PRM no puede ignorar.

 

La tentación del poder absoluto

 

La mayoría legislativa que hoy ostenta el PRM debe utilizarse con responsabilidad y visión de Estado. Gobernar no es avasallar. La historia reciente demuestra que cuando un partido se aleja de la autocrítica y del respeto a la institucionalidad, termina siendo castigado por el pueblo, como le ocurrió al PLD. Y más aún en un tiempo en el que la ciudadanía está cada vez más vigilante, empoderada y dispuesta a denunciar los excesos del poder.

 

El balance de estos cinco años de gobierno ha sido mayoritariamente positivo. La gestión de la pandemia, la recuperación económica, el fortalecimiento institucional, la independencia del Ministerio Público y la inversión en infraestructuras son logros innegables. Pero el desafío del segundo mandato será aún mayor, porque ahora no basta con hacer bien las cosas: hay que evitar que otros las hagan mal en nombre del gobierno.

 

El riesgo de la fragmentación interna

 

Otro espejo en el que debe mirarse el PRM es el de la desunión interna. El PLD no cayó solo por corrupción, sino por la incapacidad de gestionar sus diferencias. Las pugnas entre danilistas y leonelistas, la imposición de candidaturas, la pérdida de contacto con las bases, y la desconexión con los principios fundacionales del partido terminaron por descomponerlo desde adentro.

 

El PRM, joven aún como organización, ha mostrado signos de descoordinación, de clientelismo disfrazado de institucionalismo, y de imposiciones desde las cúpulas. La lección está clara: ningún partido sobrevive si abandona sus valores o se aleja del pueblo que lo llevó al poder.

 

La política, como la concibió Duarte

 

Como advirtió Juan Pablo Duarte, “la política no es una especulación; es la ciencia más pura y digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”. Gobernar bien no es solo construir obras o mantener la economía estable. Es garantizar que cada funcionario entienda que su rol es servir, no servirse del Estado.

 

Luis Abinader ha sido un ejemplo de integridad. Pero si su entorno no lo acompaña con el mismo nivel de compromiso ético, el desgaste será inevitable. La corrupción no siempre nace del presidente, pero lo termina alcanzando si no se enfrenta con determinación desde todos los frentes.

 

Una advertencia a tiempo

 

El PLD fue advertido muchas veces, pero prefirió ignorar los síntomas del cáncer institucional que lo consumía. Hoy, algunos de sus líderes enfrentan la justicia, su base está fragmentada, y el partido que una vez dominó todos los poderes del Estado es apenas una sombra de lo que fue.

 

El PRM está a tiempo de evitar ese destino.

 

No se trata de gobernar por gobernar. Se trata de construir un legado. De demostrar que la política puede ser diferente. Que se puede ejercer el poder con decencia, con humildad, y con responsabilidad. Pero para lograrlo, se necesita vigilancia interna, firmeza contra la corrupción, y una renovación constante del compromiso con el pueblo.

 

De lo contrario, el mismo espejo que hoy le permite al PRM mirar los errores del pasado, podría convertirse mañana en un reflejo incómodo de su propio
 

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