Por Miguel Ángel Cid Cid
En Santiago de los Caballeros los domingos son del
Son de Keka. Los santiagueros salen de sus hogares, de sus comunidades rumbo al
barrio Los Pepines. El peregrinaje se repite un domingo si y el otro también.
El desfile comienza en las diferentes ciudades del
país, igual que del extranjero. El equipo organizador —junto a los bailadores—
llevan la alegría a las cárceles y complacen invitaciones de otras agrupaciones
culturales. Todos marchan poseídos por el espíritu de Antonio Keka.
Los políticos —durante las campañas electorales—
hacen filas para exhibirse en la tarima del Son de Keka. La multitud los incita
a expresar su apoyo ferviente a la actividad cultural. Participan con devoción,
igual como hacen oraciones en la iglesia.
Los asistentes se acomodan a ambos lados de la Calle Cuba, de la Vicente
Estrella cruzando la Archille Michel hasta la Dr. Eldor. Centenares de sillas
son desplegadas a lo largo de las referidas calles. A su pesar, decenas de
asiduos les toca quedarse parados.
El fenómeno influye en la economía del barrio. Más de una veintena de
negocios, fijos y ambulantes, facturan su mejor venta los domingos de son.
Las parejas bailadoras desfilan a ritmo de son por el centro de la calle.
Van de uno al otro extremo. Visten zapatos de dos tonos, combinados con el
resto del atavío.
El vestuario luce colores positivos —amarillo, rojo, azul, verde y
blanco— pocas veces convergen tres colores en el atuendo. Por ejemplo: chaqueta
y pantalón verdes, camisa y sombrero blancos; los zapatos negro y blanco.
Los sombreros de paja o de fieltro, adornados con una pluma en el lado
derecho dan el toque distintivo. Al final, tanto los hombres como las mujeres
sacan a bailar a los visitantes.
En principio, el Son era una actividad personal realizada por Antonio
Keka con sus amigos y colegas zapateros. Se juntaban en el frente de su casa a
jugar dominó y a escuchar música de son. Carecía de objetivos organizativos o
pecuniarios.
El Son de Keka —como se le conoce hoy— surge de la acción espontánea de
los sucesores de Antonio Keka. Motivados porque al morir Keka sus amigos
querían continuar la tradición dominical. Al grupo se sumaron otros. Y así,
“dos que le meto, dos que le saco” se masificó. Ahí radica su importancia como
fenómeno sociocultural.
El son, ritmo y música caribeños
El son viene de la fusión de ritmos afroamericanos y
caribeños. Es una expresión musical compartida esencialmente entre República
Dominicana y Cuba. ¿Dónde nació? Es una
incógnita.
Santiago es la cuna. Pero en cuál Santiago. Se dice
que el son nació en Santiago de los Caballeros y que Santiago de Cuba bebió de
la fuente cibaeña.
Cuentan, por el contrario, que al abolir la esclavitud en 1886 los
esclavos liberados se mudaron a los "solares", barrios de clase baja
en La Habana. Trabajadores de otros pueblos llegaron buscando mejorías.
Trajeron con ellos sus tradiciones de rumba afrocubana, y con sus rumbitas y
montunos.
La Habana, siguiendo lo anterior, fue la sede del primer encuentro de la
rumba rural y la rumba urbana. Convergieron aquí los Guaracheros y rumberos con
el tiple y el güiro, otros rumberos cantaban y bailaban acompañados por el
cajón y la clave cubana.
La afinidad generó la fusión de los estilos musicales en un nuevo género
llamado son. El ritmo de clave de la rumba ya en 1910 había sido adoptado por
el son.
El Cuarteto Oriental agregó dos nuevos instrumentos en 1920 y pasó a
llamarse Sexteto Habanero. El sexteto se convirtió en la estructura clásica del
conjunto de son. Los instrumentos —en lo adelante— son: guitarra, tres, bongos,
claves, maracas y contrabajo.
Un son en cada esquina
En Santiago, además del Son de Keka se realizan cinco más en igual
número de comunidades. Sin hablar del museo del son.
El Son de Kiwa es el de más reciente creación. Se
celebra los sábados al caer la tarde en las comunidades de La Joya y Baracoa,
en la Avenida Hermanas Miraval, próximo a la iglesia San José.
Fausto Kiwa Domínguez, arquitecto, profesor universitario y folklorista,
gestiona además la apertura del Museo del Son ubicado en Baracoa.
El Son de los Borbones tiene su lugar de celebración
en la localidad de la Barranquita, próximo a la Universidad Autónoma, Recinto
Santiago (UASD-CURSA). Se caracteriza porque se realiza en un escenario
cerrado, bajo techo. Los demás son en la
calle.
El Son de Los Ciruelitos igual que el de El Ejido,
como indican sus nombres, se realizan en los barrios Los Ciruelitos y El Ejido
respectivamente.
En suma, el son es indetenible. Hasta los ecos
desenfrenados de innovación, capaces de desfigurar la composición social, las
tradiciones y costumbres de los pueblos se quedaron cortos.
El Son de Keka, a su pesar, se expande y multiplica
al ritmo de la melodía del viento cuando sopla la correntia del Yaque Dormilón.
Su trinar llega hasta las costas que bordean la isla.
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