Por Miguel Ángel Cid Cid
La generalidad lo sabe, pero no está de más resaltar la relación que
existe entre el mercado, la política y los medios de comunicación masivos. La
analogía resulta vinculante con el universo de los
poderes facticos globales. En su marcha, esta sociedad ha devenido en ser el
acicate que entorpece el desarrollo de un sistema de información al servicio de
la democracia y la identidad cultural.
Es inadmisible, creer que se puede construir democracia en coherencia
con la identidad cultural de un pueblo, el dominicano en este caso, basado en
las industrias culturales. Según Rosalba Mancinas Chávez, “La industria cultural quiebra la cultura, la convierte en mercancía y
con ello se da la transformación del acto cultural en un valor, destruyendo la
capacidad crítica y disolviendo las huellas de una experiencia auténtica”.
Con ello, continua Rosalba, “La
cultura se convierte en mercancía generando la industria de la conciencia. Es
una industria que afecta al nivel psíquico de las personas. Pero, en lugar de
desarrollar la capacidad crítica, los medios de comunicación de masas provocan
mentalidades rígidas y homogeneidad psíquica. La población va aceptando
acríticamente las estructuras de persuasión que los medios canalizan. La
cultura se convierte en ideología. Ese es el resultado del capitalismo
cognitivo”.
En otras palabras, lo que insinúa Rosalba, es, que los medios masivos
de comunicación, convertidos en industrias culturales son los que están
construyendo las ideologías de los pueblos.
Visto así, el rol del Estado, los partidos políticos y las iglesias,
principales constructores de ideologías, están en vía de una pronta extinción.
O cuando menos, una reducción considerable de sus poderes.
De su lado, la mayoría de los comunicólogos concluyen que, “El objetivo fundamental de la comunicación
es convertir al hombre en agente efectivo que le permita alterar la relación
original que existe entre su organismo y su medio circundante. El hombre se
comunica, entonces, para influir y afectar incondicionalmente en los demás”.
Si nos adscribimos a la definición consensuada entre la mayoría de los
científicos de la comunicación, y no hay razón para negarse a ello, debemos
concluir que los medios de comunicación son o deberían ser un instrumento para
propiciar el desarrollo desde una perspectiva humana. La dinámica
comunicacional, debe obrar para que las comunidades más pobres y aisladas
tengan acceso a la información de su interés en tiempo real. Y con ello,
emprender la tarea de la transformación social.
Con razón, modernamente se consigna la comunicación como uno de los
derechos fundamentales del ser humano. Igual, lo consagra la Carta Magna
dominicana.
En consecuencia, el Estado dominicano tiene la oportunidad de
desarrollar medios de comunicación alternativos de calidad. La red de emisoras
comunitarias es, sin dudas, la flecha que duerme en su vaina, en espera de un
actor que la ponga en el arco y la dispare al infinito.
A su vez, las 96 emisoras comunitarias deben abordar alianzas con los
diarios digitales que se editan en sus respectivas comunidades. Concomitantemente, debe estructurarse una red de periódicos digitales
locales, que facilite el intercambio de información entre ellos, las emisoras y
los canales de televisión existentes. En este entramado mediático alternativo,
es de rigor integrar también otros medios, es el caso de los que están en
propiedad de las iglesias, católicas y evangélicas.
En paralelo, debe propiciarse un proceso de capacitación permanente
para el personal de estos medios. La formación deberá estar orientada hacia la
creación y fortalecimiento del periodismo ciudadano, concentrado en reconstruir
los valores democráticos y culturales de la sociedad dominicana. La puesta en
marcha de semejante iniciativa, demanda un esfuerzo adicional para articular un
consorcio con los organismos de cooperación internacionales, las universidades,
las ONG y el gobierno como garante.
Este, y no otro, es el compromiso que deben asumir los monopolios
mediáticos nacionales, el Estado y el gobierno dominicano. Si estas instancias
insisten en evadir su compromiso, la sucesión de acontecimientos devastadores
en el espectro mediático será inevitable.
El Estado dominicano, a través del gobierno, debe asumir cuanto antes
su responsabilidad frente a los mass media. En ese sentido, es urgente asumir
desde el Estado estas iniciativas, garantizar su financiamiento, y gestionar
inversión internacional de parte de los organismos multilaterales.
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