Por Elsy Reyes
Por décadas discutida e incomprendida, la asexualidad comienza a revelarse.
Quienes la viven exigen cobrar la visibilidad sin ser objeto de escrutinio.
Porque vivir sin sentir atracción sexual ni desear contacto sexual; ni siquiera
caricias eróticas, tiene total validez. Pero ¿es su deseo de no desear?, ¿o sencillamente,
un sanísimo y natural no deseo que no pueden manipular?
No experimentar atracción sexual por nadie, ni impulsos; siquiera fantasías
pareciera incomprensible para muchos. Y es que a pesar de nuestra cultura de
dobles morales y veneración del celibato puede resultar digno de aliens que en
ellos jamás surja una persecución por el orgasmo como pulsión básica.
Y la ciencia ha escudriñado en sus cabezas y en cualquier cantidad de
factores que pudieran explicarlo. Porque nuestra sexualidad es el universo
donde se expresa toda nuestra existencia, no sólo es el coito ni la respuesta
sexual, sino todo el juego de hormonas y sustancias que intervienen en miles de
decisiones de nuestro organismo, entorno socio cultural y la mismísima
construcción de quienes diablos somos.
Nada por diagnosticar, mucho por comprender
Así de simple, sin nada qué perseguir o sanar. Y así lo explica el actual
Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V). Pero
siguen muchos cabos sueltos, en especial, la incógnita: ¿es una elección o una
condición que no se puede controlar?
Estamos en pañales en cuanto a la comprensión de nuestras diversidades y de
la personalísima vivencia de nuestro ser sexual. Por poner un ejemplo, el mismo
manual DSM, desde la década de los 70, sacó a la homosexualidad, bisexualidad y
lesbianismo de su compilado de trastornos mentales y las nombró tal cual son,
orientaciones, con el mismo valor de la heterosexualidad. Y a pesar de ello, 40
años después hay quien sigue sin entender de fondo cómo está compuesta una
orientación y juran que ‘no es normal’ cualquier conducta que salga de su
heterocentrismo casi psicótico.
Ahora la asexualidad comienza una lucha similar: la visibilidad y el no
rechazo ni los mecanismos de hostilidad sin el menor fundamento. El DSM-V,
descarta el diagnóstico de disfunción, trastorno o patologización a quien
reporta no tener deseo ni atracción sexual, sea hombre o mujer, e incluso nunca
haberlo experimentado, si dentro de los criterios no existen disfunciones
eréctiles, del control eyaculatorio, anorgasmia femenina o dispareunia, es
decir intenso dolor al ser penetrada (los cuales promueven evitar el sexo) o
trastornos que obedezcan a sintomatologías orgánicas con relación al deseo
sexual inhibido. Lo cual, como es obvio, requiere de indagación y suena
demasiado rebuscado.
Porque sin duda habrá quien se dice asexual por su incapacidad de lidiar
con una dolorosa sanación del ser sexual herido, o una autoestima pateada por
el rechazo. Por ello la complejidad de la diversidad.
El asexual, por así llamarlo, puro, está orgánicamente sano, no posee un
particular pasado doloroso respecto a la sexualidad ni ha decidido evitar todo
sexo. Sencillamente no QUIERE sexo. ¿Por qué? Porque así es.
Definiciones de la vivencia asexual de acuerdo con la comunidad de
asexuales (asexuality.org)
1. Asexual: Alguien que no experimentan atracción sexual.
1. Asexual: Alguien que no experimentan atracción sexual.
2. Demisexual: Alguien que sólo puede experimentar
atracción sexual después de que se haya formado un vínculo emocional. Esta
unión no necesariamente tiene que ser romántica.
3. Gray-asexual (gris-a) o gris-sexual: Alguien que se
identifica con el área entre la asexualidad y la sexualidad. Por ejemplo,
experimentan atracción sexual muy rara vez, sólo en circunstancias específicas,
o de una intensidad muy baja.
4. Atracción: En este contexto, se refiere a una fuerza
mental o emocional que une a la gente. Los asexuales no sienten atracción
sexual, pero algunos sienten necesidad de una relación romántica.
5. Atracción estética: atracción hacia la apariencia de alguien,
sin que sea romántica o sexual.
6. Atracción romántica: El deseo de estar involucrado
románticamente con otra persona.
7. Atracción sensual: Deseo de tener contacto físico no
sexual con otra persona, como tocarse cariñosamente.
8. Lithrorománticismo : Individuos que pueden sentir
atracción romántica hacia los demás y también disfrutar de estar en relaciones
románticas, pero sólo en teoría. No necesitan que el afecto que sea
correspondido, y por lo general no se sienten obligados a buscar una relación.
Algunos lithrománticos incluso, pueden dejar de sentir su atracción
romántica una vez que entran en la relación.
PROFUNDIZANDO MÁS…
El debate de la orientación sexual para definir a la asexualidad
En este mundo de etiquetas, había que buscarle una a la asexualidad.
Porque, como ya se comprendió, no es una patología sino una condición. No
obstante, parece un juego de jenga, en el que se mueve una pieza que hace
tambalear al resto. Llevamos décadas tratando de hacer comprender al mundo que
una orientación no se elige, ahí converge con la asexualidad, porque al
parecer, no se elige, se es; se descubre. Pero hay dos elementos fundamentales
de la orientación sexual:
1. Lo afectivo-emocional
2. Lo erótico-sexual
Es decir hacia qué sexo género nos orientamos en lo físico, la fantasía, el
deseo, el contacto y el repertorio sexual; y con el cual podemos además
entablar un vínculo, una historia de vida y una vivencia plena de todo nuestro
espectro cognitivo-emocional. Ya sea con el mismo, distinto género o ambos
(gay, hetero o bi). Y en ese orden, se le han nombrado conductas sexuales a
aquellas en las que interviene una elección por experimentación y deseo sexual
‘en bruto’; las cuales se integran, permitiendo descubrir la propia
orientación, o se descartan.
Pero el asexual, no se orienta erótica-sexualmente. Muchos de ellos incluso se auto denominan como quien no se orienta hacia ningún género, pero muchos otros se descubren orientados exclusivamente en el área afectivo-emocional. O sea, quieren o tienen pareja con la que mantienen una relación romántica y una eugamia, pero ninguno tiene interés en tocarse, tener coito u otras dinámicas. Entonces, estaríamos hablando de una orientación emocional, en algunos casos; y en otros, de una no-orientación.
La voz de los asexuales plenos
En 2001, surgió la Asexual Visibility and Education Network, una comunidad
en línea que tiene más de 30 mil miembros, que ha permitido no sólo pertenencia
sino una explicación y estudio claros respecto a dicha expresión. Se ha
identificado en esta vivencia más plenitud de la que se pudiera pensar en
nuestra idea sexocentrista. Los placeres intelectuales, afectivos, fraternales
e incluso románticos para ellos tienen la supremacía en sus relaciones o en su
soltería. No reportan ni buscan ayuda de terapeutas por sentirse ajenos o
insatisfechos salvo que se relacionen románticamente con un no asexual que les
sugiere buscarla al notar que no desean tener ni siquiera juegos eróticos con
ellos. Esto, es lo que crea en la mayoría de ellos un sentimiento de
inadecuación, de no encajar. Sin embargo, aunque se saben insertos en un mundo
que mediáticamente sugiere dejarse atraer y entablar contacto sexual, se
manifiestan libres de ello; sin necesidad de ello.
No se debe patologizar toda falta de atracción o deseo, ni se puede hablar
de disfunciones si no existe insatisfacción. Por ejemplificar la disfunción más
frecuente: la falta de control eyaculatorio o desacuerdo con los tiempos de
eyaculación masculina (80% de los hombres a nivel mundial, según OMS 2012).
Para la ciencia de hace algunos años, un hombre que eyaculaba antes de tres
minutos pasada la penetración, era un eyaculador precoz y necesitaba ayuda.
Pero nunca se tomó en cuenta que estaban estigmatizando sin profundizar en la
plenitud y las concepciones individuales. Porque si una pareja se siente
satisfecha con incluso menos de esos tres minutos ya que se enfocan en juegos y
dinámicas que les resultan más interesantes que la penetración, no se puede
hablar de disfunción. No la hay.
Del mismo modo, la asexualidad, si se vive con convicción y sensación de
estar completo como ser sexual, tampoco requiere un análisis.
Todo nos lleva a lo mismo: somos seres sexuales únicos, terminologías o
nomenclaturas aparte, cada uno, -siempre y cuando se sienta en gozo personal,
no se dañe a sí mismo, a su pareja o a terceros- tiene derecho a vivir la
sexualidad que desee y le permita potenciarse, evolucionar y explorarse como un
ser integral.

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