Por Fafa Taveras
Volver aquí, 50 años después de haber entrado como parte del pueblo armado
a este recinto estremece mi alma al poder decir con palabras de Violeta Parra,
“Gracias a la vida que me ha dado tanto”.
Que me ha dado hasta la ilusión de creer que en esta tarde he llegado del
brazo de Juan Bosch y Peña Gómez, de Fernández Domínguez y de Caamaño, de Juan
Lora Fernández, de Juan Miguel Román y Pichirilo, del Moreno, de Otto Morales,
de Amín, de André Riviere, de Ilio Capocci y Oscar Santana, de Amaury Germán y
Los Palmeros y junto a decenas de hombres y mujeres del pueblo y soldados que
hicieron posible la toma de esta Fortaleza.
Y en esta oleada de recuerdos y el marco de este recinto, surge en mi
memoria la imagen y la voz del Presidente Constitucional de la República
en Armas:
“ME DIO EL PUEBLO EL PODER, AL PUEBLO VENGO A DEVOLVER LO QUE LE
PERTENECE”.
Este acto de hoy es parte de la conmemoración del 50 aniversario de la
Guerra de Abril que fue ahogada por la segunda invasión militar de Estados
Unidos a nuestra tierra. Aniversario que ocurre a pocos meses de conmemorarse
también un siglo de la primera invasión norteamericana.
Al pensar en los acontecimientos de 1965 no puedo separarme de esta
asociación y de las funestas consecuencias de ambos crímenes.
Estamos en la vecindad, en el área de influencia directa de los Estados
Unidos y nuestra historia reciente no puede entenderse ignorando esta realidad.
La invasión de 1916 fue justificada al calor de la Primera Guerra Mundial
ocupándonos, no como enemigos sino como “prevención” y este pretexto fue el
marco para reordenar el poder local y la economía y ponerla a su servicio. Su
herencia más notable: la Dictadura de férreo dictador Rafael Leónidas Trujillo
Molina, 1930-1961.
Desde 1916 hasta 1961, año de la muerte de Trujillo, Estados Unidos
enfrentó en América Latina numerosas perturbaciones que culminarían con la
victoria de la revolución cubana, hecho, que desde entonces, condicionaría
todas sus políticas en la región del Caribe.
De ahí que la apertura producida en el país a partir del 30 de Mayo
estuviese bajo la supervisión constante de la Embajada de Estados Unidos, que
ayudó a preservar, en lo esencial, la maquinaria militar trujillista de la que
fueron separados únicamente, algunos esbirros y los familiares del tirano.
La victoria de Juan Bosch en 1962 nutrió la esperanza de que la apertura
democrática fuera posible, a pesar de estar montada sobre la herencia
estructural y subjetiva del trujillismo.
El derrocamiento 7 meses después del primer gobierno democrático, que Bosch
encabezara, puso al desnudo la realidad de que el trujillismo aún estaba vivo y
de que la oligarquía se apoyaba en sus remanentes para consolidar su dominio.
La injerencia de Estados Unidos fue decisiva para la producción de estos
acontecimientos, sin embargo fue también determinante para que los progresistas
entendiéramos que teníamos que barrer con la herencia trujillista, si se quería
instaurar en el país una real y auténtica democracia.
Con la sangre de Manolo Tavárez Justo y 32 de sus compañeros se selló,
dolorosamente, el propósito de que había que luchar por el Gobierno que el
Pueblo se había dado y por la Constitución que ese Gobierno había establecido.
De ahí en adelante todas las luchas populares estuvieron marcadas por estas
demandas, paralelas a las actividades conspirativas que en los cuarteles, con
un grupo de heroicos oficiales encabezaba el Coronel Rafael Tomás Fernández
Domínguez.
Durante todo ese proceso Estados Unidos siempre estuvo al lado de los
golpistas, a tal grado que, producido el derrocamiento de estos, pretendió
que los insurrectos capitularan.
Frente a la rápida victoria popular lograda, Estados unidos desembarcó sus
tropas, recogió y unificó los restos dispersos de los golpistas del 63,
armándolos y acompañándolos para enfrentar a un pueblo armado que reclamaba su
derecho de tener en el poder el gobierno que había elegido con sus votos.
Aquella insurrección, que ahora recordamos, fue la más alta expresión de la
voluntad popular de todo el Siglo XX. Y el más encumbrado esfuerzo por
instaurar la democracia en nuestro país.
Toda la historia de dominio y control imperial de nuestro pueblo fue
sacudida, así fuese fugazmente, por aquellos acontecimientos.
En Abril del 65, junto a las razones enarboladas como desencadenantes de la
guerra, esto es, el Golpe de Estado del 25 de septiembre y la derogación de la
Constitución de 1963, también estaban todos los viejos dolores acumulados por
esta pequeña nación, desde la colonización, a la esclavitud, desde las
invasiones extranjeras, hasta las dictaduras padecidas.
Aquella Guerra fue algo así, como un “despojo”. Un fugaz sacudimiento de
todas las ataduras. Fue por segunda y última vez, tomar en nuestras manos
nuestro propio destino.
Como diría Caamaño en este mismo recinto:
“CON MAS FE QUE ARMAS Y UN ENORME CAUDAL DE DIGNIDAD EL PUEBLO DOMINICANO
HABÍA ABIERTO DE PAR EN PAR LAS PUERTAS DE LA HISTORIA PARA CONSTRUIR SU
FUTURO, A PESAR DE QUE 4 DÍAS DESPUÉS DE INICIADA AQUELLA REVOLUCIÓN ESTADOS
UNIDOS INVADIERA Y OCUPARA MILITARMENTE NUESTRO SUELO”.
La noche del 27 de Abril no había ningún poder sobre la República
dominicana. El Pueblo en armas, en algo más de 72 horas había derrotado todo el
poder político que aseguraba la opresión de nuestro pueblo.
Puedo repetirlo: La noche del 27 de abril de 1965 fue lo más parecido a la
noche del 27 de Febrero de 1844. Aquella, abrió el camino de nuestra
Independencia, esta abría el camino de nuestra autodeterminación democrática.
Pero… como todos sabemos, duraría pocas horas. La primera y más feroz
potencia del mundo intervino para contener aquel brote de libertad, para
destrozar nuestro derecho a una nación soberna y sepultar, con el poder de sus
armas, la dulce esperanza de un pueblo que luchaba por ser libre, por ser libre
de verdad-verdad.
Ahora, a 50 años de aquel crimen podemos apreciar con más claridad las
consecuencias de esa segunda invasión militar de EEUU a nuestro país, así como
la trascendencia y significación de aquella Guerra Patria.
Hoy nos reunimos aquí, en el más simbólico escenario de todo ese pasado.
Aquí, en el más antiguo reducto de opresión de América Latina, aquí en la
Fortaleza Ozama y lo hacemos para recordar el fin de aquella primavera
democráticatan gallardamente dirigida por el Presidente Caamaño, por su Estado
Mayor, por su Gabinete y sustentada por el arrojo y la valentía de miles de
combatientes y por la resistencia de las familias que se mantuvieron
solidarias, en la Zona Constitucionalista.
LA MEMORIA ES LA VIDA.
El Alzheimer es una enfermedad extendida en el mundo de hoy. Una enfermedad
cruel que roba la memoria a las personas, las despoja de su esencia. Igual pasa
con un pueblo sin memoria, poco a poco va perdiendo su esencia, su razón de ser
y de existir.
De ahí que los opresores siempre pretenden borrar o deformar en los pueblos
aquellos recuerdos que pudiesen servir como ejemplo o estímulo para quienes
demandan justicia o reclaman sus derechos.
La forma más sutil de nulificar los buenos ejemplos es presentarlos
desvinculado de la actualidad. “Son cosas del pasado” dicen y los sacan de los
libros escolares, de los calendarios y de le dan bajo relieve a su difusión en
los medios de comunicación.
Y por eso estamos hoy aquí, para reafirmar la memoria, para no olvidar,
para enorgullecernos de que el pueblo dominicano ganó la Guerra de Abril, y
resistió por meses a la nación más poderosa del mundo.
Pero también para recordar que la invasión de Estados Unidos revocó aquella
victoria. Y esto no debe olvidarse.
Y no debe olvidarse, porque con aquel hecho se frustró la oportunidad de
haber barrido la herencia de Trujillo. Herencia que ha sobrevivido y se expresa
aún hoy, por ejemplo en la excesiva concentración del poder y el uso
patrimonial del Estado, al servicio de quienes están en el gobierno y sus
aliados; en el manejo clientelar del Estado, sustituyendo los
derechos por favores. Y sobre todo en la corrupción e impunidad
reinante; en la enorme desigualdad, donde mientras el Producto
Interno Bruto se ha multiplicado por 3, los trabajadores que producen esas
riquezas han visto reducir sus ingresos en más de un 30 %, reducido el poder
adquisitivo de su salario el nivel de cómo estaban en el año 1991, es decir de
24 años atrás.
O en la vergüenza de los salarios públicos, de los que privilegiados
jerarcas cobran hasta dos millones de pesos mensuales, mientras los policías,
que arriesgan sus vidas, cada día, ganan apenas 5,000 pesos.
Agréguele a esta herencia la inseguridad reinante en el país y la
prostitución de todas las instituciones.
Por todos estos hechos, al pensar la realidad de hoy, desde los valores y
propósitos de la Gesta de Abril, no podemos menos que comprometernos a rescatar
lo mejor de esa herencia.
La herencia del Caamaño de la batalla del Puente, del Caamaño que se negó a
capitular y del Caamaño que se bañó de pueblo y dirigió con honradez y
pulcritud el espacio urbano donde se concentraba, en ese entonces, la riqueza
del país y del Caamaño que en un día como hoy le entregó al pueblo lo que del
pueblo había recibido.
HOY 50 AÑOS DESPUÉS DECIMOS CON SUS PALABRAS:
“Creo firmemente que el pueblo dominicano terminará por lograr su
felicidad, y el 24 de Abril será siempre un símbolo estimulante hacia la
consecución definitiva de ella. Es nuestra obligación, como defensores de la
democracia, abonar la siembra generosa que comenzó en esa fecha inmortal.
Pero abonarla con entusiasmo creciente, con todo el espíritu, sin vacilaciones,
sin descanso. El mejor modo de hacerlo está en la unidad de todos nosotros, en
la vigilancia de todos nosotros, dispuestos mañana, como lo hemos estado hoy, a
correr todos los riesgos en defensa de la democracia dominicana y del honor
nacional.
Ante el pueblo dominicano, ante sus dignos representantes que aquí encarnan
el honorable Congreso Nacional, renuncio como Presidente Constitucional de la
República. Dios quiera y el pueblo pueda lograrlo, que esta sea la última vez
en nuestra historia que un Gobierno legítimo tenga que abandonar el poder bajo
la presión de fuerzas nacionales o extranjeras. Yo tengo fe en que así será.
Finalmente, invito al pueblo aquí reunido a hacer el siguiente juramento:
En nombre de los ideales de los Trinitarios y restauradores que forjaron la
República Dominicana.
Inspirados en el sacrificio generoso de nuestros hermanos civiles y
militares caídos en la lucha constitucionalista.
Interpretando los sentimientos del pueblo dominicano.
Juramos luchar por la retirada de las tropas extranjeras
que se encuentran en el territorio de nuestro país.
Juramos luchar por la vigencia de las libertades democráticas y los
derechos humanos y no permitir intento alguno para restablecer la tiranía.
Juramos luchar por la unión de todos los sectores
patrióticos para hacer a nuestra nación plenamente libre, plenamente soberana,
plenamente democrática.”
Rafael (Fafa) Taveras
Santo Domingo, República Dominicana
3 de septiembre del 2015
…..
* Discursos pronunciado por el combatiente y líder revolucionario Rafael
(Fafa) Taveras en la Fortaleza Ozama, el 3 de septiembre del 2015, en ocasión
de la conmemoración de los 50 años de la renuncia de Francisco Alberto Caamaño
Deñó, como presidente de la República en armas, en 1965. (Nota del editor).
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