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Por Miguel Ángel
Cid Cid
Tejida la
urdimbre, como se planteó en el artículo anterior, se asumió el criterio de que
el hecho de haber sido alcalde o regidor, daba la categoría de “especialista”
en PP a cualquiera. Así sucedió con
gente sin la más mínima idea de los métodos de trabajo del PP y mucho menos de
los procesos participativos de cualquier índole. Pasaron, de la noche a la
mañana, a convertirse en técnico-expertos en planificación, en PP y gestión
exitosa de gobierno municipal.
Completada la
estructura manipuladora del proceso, con empleados en todo el territorio
nacional, se procede a la creación de premios como incentivo a quienes
mostraran mayor “capacidad de entrega” al avance del PP en el país. Así que
Santiago de los Caballeros, ni tonto ni perezoso, anunció la transferencia de
decenas de millones de pesos para el PP, anuncio que le aseguró el primer
puesto en la puja. Sin embargo, si el anuncio se cumplía o no, no revestía la
más mínima importancia. La proeza era el anuncio en sí.
Cambiando el
nombre de PMP, por el de PP como auto receta brasileña –que no la metodología--
se pretendió borrar la experiencia del pueblo de Villa González, --digo el
pueblo, no el Ayuntamiento--. Con esta idea idílica se inicia el proceso de
obligar a todos los ayuntamientos del país a asumir la metodología alemana, a
sabiendas de que esta no respondía al contexto socio-político de nuestras
comunidades y, por tanto, era imposible cumplir con la misma.
A su pesar, se
aprobó la Ley 170-07 de Presupuesto Participativo y casi inmediatamente se votó
la 176-07 De Los Municipios y el Distrito Nacional. Con la aprobación y
promulgación de estas leyes aconteció un hecho de antología en la historia
legislativa dominicana, ¿Cuál? Veamos.
Al ser la 176-07
aprobada y promulgada después de la 170-07, ésta debió ser derogada, en el
entendido de que la 176-07 incluye la 170-07. Al no suceder así tenemos que dos
leyes que versan exactamente sobre lo mismo y de igual manera son ignoradas
olímpicamente, las dos.
Verde como la
hoja del tabaco, recordando al poeta cubano Nicolás Guillen, se impuso “el
dólar y el dolor”, un dólar transformado en euro, moneda hija de la conquista y
colonización rapaz de nuestros pueblos.
En la
metodología “participativa” impuesta, primó el acuerdo entre los “expertos” y
los respectivos alcaldes, dejando de lado el liderazgo comunitario y los
propios regidores. De ese modo se hizo del PP una acción meramente
administrativa, en tanto que los “intelectuales” de la sociedad civil
calificaban la experiencia de Villa González como una simple administración de
la pobreza.
Yo pregunto,
¿tienen los ayuntamientos dominicanos algo más que pobreza para administrar?
¿Es posible sustraerse a la promesa de cuarenta millones de euros mientras se
está arropado por la miseria presupuestal? ¿Trae PASCAL los cuarenta millones
de euros? Creo que no.
Esta historia
viene a cuento a raíz de la aseveración del escritor dominicano Andrés L. Mateo
cuando dice que “El Poder no vacila en instrumentalizar la cultura, al mismo
tiempo que la proclama como una esencia inmaterial” (Danilo Medina y la
cultura -
http://acento.com.do/2015/opinion/8234138-danilo-medina-y-la-cultura/).
Justamente lo que ha sucedido con el Presupuesto Municipal Participativo. El
juicio de la historia es implacable. Más temprano que tarde deja ver la verdad
y evidencia las tramas del oportunismo.
Minimizar el rol
de las comunidades y los propios regidores en el proceso de negociación, marcó
la caída estrepitosa del PP. Porque hacer PMP implica arribar a acuerdos entre
las autoridades municipales (todas), los representantes del gobierno central en
el municipio, el liderazgo comunitario y, los técnicos de la sociedad civil,
estos últimos como acompañantes. El respeto a esta dinámica es lo que, a pesar
de estar en crisis, mantiene la de Villa González como una experiencia
emblemática, como un ejemplo a seguir.
¡Ahí, en la miel
aceitosa del tabaco que se impregna en la ropa del labriego como mancha
indeleble, está la esencia del PMP en República Dominicana! Para encontrar sus
intríngulis, solo tenemos que olfatear su aroma suave y penetrante que se
expande al rigor del calor del sol, acompañado por el murmullo de las puntas de
las canas que tejen los ranchos.
Miguel Ángel Cid
Twitter:
@miguelcid1
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