Por Miguel Ángel
Cid Cid
Cualquiera
pensaría que hablar de Alvarito es lo mismo que referirse a Don Álvaro Arvelo hijo.
Y más aún, a aludir a la emisora Z101 y su emisión de “El Gobierno de la Mañana”,
un veterano programa radial que captura la atención de obreros, técnicos, choferes,
profesores, analfabetos e intelectuales, quienes embelesados escuchan las variadas
ocurrencias y tópicos de la actualidad de ese espacio por las ondas hertzianas.
Dicho “Gobierno”
gira en torno a Alvarito, quien lo preside, un personaje curtido en la lectura
de “millones de libros”. Nadie ha leído más libros que Alvarito, como suele
repetirlo. De esa cultura sin cuento es que surge la fuerza, la magia, el
espíritu que invade el cuerpo y la mente del intelectual y periodista de vastos
conocimientos, Don Álvaro Arvelo hijo.
Don Álvaro, como
suelen llamarlo sus colegas, es uno de los intelectuales forjado en los tiempos
donde la única ayuda de la memoria eran las letras, esas hormiguitas de tinta estampadas
sobre papel. Entonces no existían los “aparaticos esos” (dispositivos
electrónicos como teléfonos inteligentes, tabletas digitales, etc.). Ni existían
los discos duros ni las memorias externas colgadas al cuello del usuario ni,
mucho menos, las tarjetas Micro SD de cada vez más volumen de giga bites.
Aquella realidad
mandaba a los estudiosos como Don Álvaro a cultivar la memoria, a construir una
erudición sólida. La metáfora del edificio como recurso mnemotécnico era casi
obligada. Y Don Álvaro amuebló cada cuarto de su cabeza como nadie. Tanto que el
sobrenombre de “La Enciclopedia Humana”, que él, en la versión Alvarito, anuncia
con orgullo, le ajusta de manera perfecta.
De modo que cada
mañana, a partir de las 7:00 am, Don Álvaro Arvelo hijo inicia la labor de sus comentarios
como un ritual que invoca a los espíritus del saber destilados por la
experiencia, que es lo que produce genuina sabiduría. Ahí aparece el crítico
punzante y sagaz, el consultor político de buenos y malos (él no cabe en
ninguna bandera, sino que todas las banderas caben en él), el estratega
político, el hombre enamorado de la vida y exaltador de la belleza de la mujer,
el ciudadano responsable y cuidador de los recursos ecológicos de la nación,
etc. Pero justamente en ese momento, en ese clamor ritualizado, es el instante que
aprovecha Alvarito para asaltar cuerpo y mente de Don Álvaro.
Es a la sazón cuando
Don Álvaro Arvelo sufre convulsiones, abriendo los ojos como si quisiera
sacarlos de sus órbitas. Y desaparece el sabio para dar paso a Alvarito, quien surge
de manera intempestiva y violenta, vibrando los labios “Brurrrrrr”. “Este es un Comité Político de m….., no
sirven ningunos”, dice, desafiando al poder fático enquistado en el casco del
poder del Estado dominicano.
Si el
propietario o el productor de la radioemisora le llaman la atención, renuncia
de manera violenta, estrella objetos encontrados a su paso, mientras continúa
su perorata, articulando palabrotas entre los dientes pero con clara dicción.
Un guión claramente establecido.
Al día
siguiente, los propios “ofendidos”, ruegan encarecidamente por su regreso. Bienvenido
Rodríguez o Willie Rodríguez se excusa públicamente; mientras otros envían sus
sobres consoladores, los cuales Alvarito entrega intactos a Don Álvaro como un
aporte al tratamiento de los dos cánceres que han minado su existencia y que
éste ha combatido de forma valiente y ejemplar.
Tal es el
desprendimiento del “vulgar” Alvarito que nunca, ni por asomo, le ha sacado
provecho personal a esa situación humanitaria y filantrópica hacia su mellizo
Don Álvaro. En fin, baste decir que si no es por su alter ego (Alvarito), Don
Álvaro estuviese muerto, bien muerto. Muertecito.
De
manera que Alvarito, calado en Don Álvaro, es producto del estudio riguroso y
disciplinado de una sociedad dominicana cualquierizada. Cualquierizada y
empinada en los pilares del medalaganarismo, en el “na e na y to e to”. O en el
“dale pa’llá que eso e’ de goma y e’terica y con agua y jabón tiene”. Sus
improvisados imitadores, creyendo que la vulgaridad vende, se empecinan en
contaminar con ruido el espectro radioeléctrico.
Alvarito, en
cambio, ha construido un liderazgo avasallante. Y sin tener que recurrir a la
distribución de los “sobres amarillos”. Muy por el contrario, a él, según sus
seguidores, “hay que darle sobres, no importa el color, lo que importa es el
grueso o la calidad de los mismos”. En la construcción de dicho liderazgo, Alvarito
tampoco tuvo que recurrir a la práctica lisonjera, consistente en andar siempre
de rodillas, mendigando un carguito o una funda.
Él es, sin lugar
a dudas, el único personaje con capacidad para formular una crítica descomunal
de un “gran señor o señora” y, al mismo tiempo, resaltar en éste o ésta,
cualidades tan positivas que, lo haría o la haría merecedor o merecedora de
altos honores, sin dejar de ser estrictamente objetivo.
Esto es lo que
hace de Alvarito el líder de la radio matutina dominicana. Un liderazgo
compartido con su duende gemelo, Don Álvaro Arvelo hijo. ¿O es al revés?
Miguel Ángel Cid
Twitter:
@miguelcid1
6junio 2015
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