Por Melvin Mañón
El Sermón de las
Siete Palabras empezó y terminó denunciando la corrupción generalizada y la
impunidad asqueante que a
todos los niveles y en todos los ámbitos despoja a los dominicanos de sus
derechos esenciales. El Sermón estableció responsabilidades e identificó
culpables y si una conclusión puede ser derivada del mismo es que Leonel
Fernández tiene de frente y en contra a la iglesia católica en la persona de
sus obispos y sacerdotes. La complicidad del cardenal, en este caso, no cuenta
porque en la iglesia, como en las fuerzas armadas, el ministro no tiene mando
directo de tropas.
Como si fuera poco, un sacerdote de Santiago, Serafín Coste
declaró que Leonel: “a esta iglesia no me entra” y añadió “lo estoy esperando
para ver si lo confieso y le voy a pedir de penitencia que devuelva los miles
de millones que se ha robado” algo evidentemente sin precedentes en la historia
del país y una humillación tan imprevista como incalculable.
El Consejo Nacional
de la Empresa Privada (CONEP) la más importante y representativa de las
organizaciones empresariales del país acaba de publicar un comunicado en el
cual expone su preocupación y disgusto por el estado de inseguridad jurídica
prevaleciente, por la falta de acción y/o comportamiento inadecuado de los
jueces que así consagran la impunidad frente al delito y la corrupción todo lo
cual amenaza la libre empresa, deteriora la confianza en el sistema judicial y
aleja la inversión extranjera.
La conclusión obvia
es que los empresarios creen que el PLD y Leonel Fernández han ido demasiado
lejos no ya como gobierno sino como gente cuya fortuna es tan grande que
no los necesitan a ellos y estos empresarios se apartan del modelo o mejor aún,
se apean del barco donde han figurado como pasajeros no como tripulantes. Es la
primera vez que el CONEP reacciona, aunque sin mencionarlo, ante la competencia
desleal de los políticos en el poder quienes han acumulado iguales y mayores
fortunas que ellos pero con la diferencia de que, mientras unos necesitaron
varias generaciones para alcanzarla, estos políticos lo hicieron en un mandato
presidencial.
El embajador de los
Estados Unidos ha visitado ya tres veces al Procurador General de la República
y en cada ocasión el discurso ha sido el mismo. Su gobierno está enterado y
preocupado por los niveles de corrupción vigentes, la magnitud y extensión de
las operaciones de lavado y la absoluta impunidad en que se desenvuelven las
actividades criminales. Las visitas reiteradas, el mismo discurso y el hecho de
que la iniciativa han sido en cada ocasión de la embajada apuntan con toda
claridad, tanta que hasta los más escépticos ya lo tienen claro y a su pesar lo
admiten: los americanos no quieren a Leonel. Tras haber perdido terreno en
América Latina no quieren sumar más conflictos y no hay que ser mago para saber
que la dominación peledeista a eso lleva.
En cualquier calle,
parque, plaza, oficina, esquina, barrio o paraje la gente ha ido cuajando en
forma cada vez más abierta, cada día más explícita y radical un rechazo a la
persona, la posición, las aspiraciones y el legado de Leonel Fernández.
Ni el pueblo, ni la
iglesia, ni los empresarios ni los americanos lo quieren. Entonces, ¿con que
cuenta? Los plumíferos pagados, los comunicadores a sueldo y los que dentro del
PLD, incluyendo los jueces que responden a él, aun le respaldan no son
suficiente fuerza como para contrarrestar la oposición de los sectores ya
enumerados. Deliberadamente he dejado fuera los institutos armados donde reina
la confusión, la inconformidad y la desmoralización pero donde también se ha
entrado en un proceso de reflexión y revisión que es tan real como la gansterización
de otros sectores, dentro de esas instituciones, entregados en cuerpo y alma a
las actividades criminales.
De todo lo anterior
se desprende que a Leonel Fernández, lo único que lo tiene en pie y en la calle
es la combinación del amparo que le prodigan los jueces escogidos por él mismo
para que desempeñaran la función de desestimar cualquier acción judicial en su
contra y la complicidad del otro sector del PLD liderado por el señor Danilo
Medina a favor de quien Leonel Fernández instrumentó un fraude electoral
gigantesco en base a un acuerdo que le garantizaría impunidad a él y la
presidencia al otro, acuerdo que Danilo ha cumplido escrupulosamente.
La arrogancia y la
ambición que gobiernan a Leonel Fernández no le dejan ver que si hoy día no
está sentado vergonzosamente en el banquillo de los acusados ni está preso en
Najayo se lo debe a Danilo Medina que lo apaña y encubre no solamente porque se
comprometió a hacerlo sino porque también él se sabe culpable como beneficiario
consciente del fraude electoral y fiscal que hicieron posible su ascenso a la
primera magistratura.
Cuanto dijeron los
sacerdotes en el famoso Sermón a raíz del auto de no ha lugar a favor de Félix
Bautista y Félix Rodríguez, cuanto consigna el comunicado del CONEP y cuanto
establece la embajada de los Estados Unidos constituyen una preocupación y una
denuncia respecto a la cual, Leonel Fernández, Danilo Medina y la cúpula
peledeista tienen que, con razón, darse por aludidos.
Los crímenes de los
cuales se acusa y se hace responsable a Leonel Fernández han sido encubiertos
por el señor Medina y además, dentro del gobierno que preside, prevalecen y
encontraron continuidad los mismos delitos, abusos y crímenes que caracterizaron la gestión de su predecesor, Solamente
el estilo ha cambiado. La forma, no el contenido, la apariencia no la
sustancia. Danilo Medina no debería ser beneficiario de la acción emprendida
contra Leonel Fernández sirviendo así al juego del PLD de posicionarse, al
mismo tiempo, como gobierno y oposición.
El daño ocasionado
por el PLD como partido y como gobierno a las instituciones, a la cultura
política, a la administración de justicia, a la fundación de los valores que
sustentan el cuerpo social, a la infraestructura productiva, a los servicios
médicos para los pobres, al salario de los trabajadores y sus planes de retiro,
el daño que han infligido solamente puede describirse con la siguiente palabra:
incalculable.
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