Por Paulino Antonio Reynoso
El deterioro total del estado de derecho y la
degradación moral en que ha caído la República Dominicana amerita de una
convergencia de partidos y de fuerzas sociales con carácter de extrema
urgencia. Esos sectores deben tener el coraje, el arrojo y la férrea voluntad
de hacer un salvataje en el país y rescatarlo de su estado pocilgal en que lo
ha metido la mafia del PLD y sus socios nacionales e internacionales.
Un país donde un psicópata, convertido en diputado,
se le ocurre elaborar un proyecto de ley para solicitar la construcción de un
muro en la frontera con Haití, al estilo del antiguo Muro de Berlín, es un país
listo para convertirse en un manicomio colectivo.
Un país donde un Cardenal de la Iglesia Católica y
unos pastores protestantes hablan y hacen marchas para rechazar a un embajador
por el hecho de ser homosexual y expresarlo como tal, es un país enfermo y con
problemas graves de degeneración mental.
Un país cuya Suprema Corte de Justicia está
presidida por un ex-empleado del bufete de abogados del presidente de la
República de ese momento y hoy acusado por todos los hombres y mujeres
serios de ser el presidente más corrupto que ha tenido la República Dominicana,
ese país anda mal, pero muy mal. Ahí se perdió el Estado de Derecho y la moral
anda de paseo por los “bathrooms”.
Un país cuyo presidente del organismo electoral
encargado de montar, monitorear, dirigir y decidir quién ganó y quién perdió en
un certamen para elegir todos los funcionarios del tren estatal; sea un
activo miembro y defensor del partido oficial, es grave, pero muy grave. Un
país en esas condiciones, si no se sacude, simplemente “se jodió”. Y si usted
le agrega a eso el hecho de que ese presidente actúa con matices y estilos
principescos y se ha convertido en un Todo Poderoso por su condición de:
Primero encargado administrativo de la Junta Central Electoral y ahora como
presidente o dictador absoluto, se puede concluir que la democracia en la
República Dominicana es una pantalla llena de mentiras y de hipocresías.
Un país cuyo Tribunal para dirimir las
controversias electorales está compuesto por un grupo de cinco plebeyos,
turiferarios, monaguillos y campaneros a sueldos: Uno elegido por un traidor,
un canalla, un mercader y un mentiroso que responde al nombre
de Miguel Vargas y los otros cuatro escogidos según los gustos y los intereses
del ARCHI-corrupto de nombre Leonel Fernández. Un país así, si sus
líderes y su pueblo no se levantan y reaccionan le queda como única morada el
abismo.
Un país con un Tribunal Constitucional evacuando
sentencias provocativas, xenófobas, racistas y excluyentes, poniendo al
país en una encrucijada que da pena y vergüenza, ese país debe ser urgentemente
intervenido por su Soberado: El pueblo.
Un país cuyo presidente tuvo la desvergüenza de
decir que tenía cuarenta mil millones de pesos (RD$40, 000, 000,000) para
comprar las elecciones del 2012 y nadie lo ha metido preso, ese país perdió la
vergüenza, se desguabinó el estado de derecho, no hay ética ni moral, no hay
justicia ni hay hombres y mujeres con pantalones. Como muy bien dice mi amigo
Colombo, este es el país del “ná es ná”.
Sin entrar en detalles, pues eso ameritaría un libro
completo con varios tomos, pero óiganme bien, un país con un Congreso como el
que tenemos en la República Dominicana, eso es lo que más se parece a una
pocilga despidiendo olores repugnantes, nauseabundos y despiadados.
¿Se dan cuenta de la necesidad de conformar e
hilvanar una Convergencia de fuerzas políticas y sociales en aras de rescatar
al país de la plaga morada que nos inunda y de las causas que la generaron? La
pelota está en nuestra cancha….
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