Por: Nélsido Herasme
Si el doctor Dr. José Francisco Peña Gómez estuviera vivo, hoy los suyos
estaríamos celebrando su cumpleaños 77, pero para nuestro lamento hace casi 16
que nos abandonó.
El líder de muchos dominicanos vino a la luz un 6 de marzo de 1937, que
como los poetas nació, creció y voló hasta el cielo a ocupar el lugar que Dios
le había reservado. Hoy, mezclando dolor y tristeza muchos recordamos su amor y desprendimiento.
El vuelo de Peña nos dejó un sabor amargo en nuestras gargantas y un
dolor que aun nos embarga, porque perdimos al maestro y guía, dejando de oler
el perfume de la rosa blanca que por años sin términos adornó el jardín del
Partido Revolucionario Dominicano.
A Peña, en su día, le damos gracias por enseñarnos hacer política sin
odio ni rencores. Gracias, porque a pesar del escarnio al que fue sometido,
supo mantener encendida, hasta la hora de su partida, la antorcha de la
dignidad, el amor y del perdón.
Para muchos Peña seguirá siendo el líder eterno del Glorioso, el mentor
de las masas irredentas y el guía más grande que ha producido la historia de la
República Dominicana.
Peña será por siempre nuestro estandarte, el de corazón puro, el que
nunca sintió animadversión y, quien con su ejemplo, enseñó a soportar con tesón
y estoicismo el látigo inmisericorde de sus adversarios.
Hoy recordamos aquellos discursos que nos hacían vibrar de emociones y
esa oración suya, que días antes de su partida dejó impresa con todo el amor
que le caracterizó: “Mis enemigos pueden contar conmigo, porque yo los
perdono”…
En este nuevo aniversario los perredeistas seguimos aferrados al amigo
sincero y leal; al generoso y solidario; al artista y poeta y al símbolo del
futuro del gobierno compartido que los dominicanos queremos construir.
A pesar de lo accidentada que fue su vida, Peña nos dejó como legado su
testimonio, su valor y decisión, como muestras fehacientes de que vale la pena
vivir.
Sabemos del drama que padeció y de los rigores del dolor que sufrió,
cuando su familia muy pobre, se vio obligada a huir en 1937 de la persecución
de las bestias trujillistas que habían propiciado una hecatombe humana en el
país.
Los perredeistas jamás olvidaremos sus enseñanzas, a pesar de que
traidores, sin juicio y sin corazón están conspirando contra la salud de su partido.
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