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sábado, 21 de noviembre de 2020

Uniones a temprana edad: Una vergüenza social


 

Por María Estela de León

 

El matrimonio infantil es una problemática que se ve en las mayorías de los países de América Latina y otros continentes, siendo también la República Dominicana unos de los países donde se visualiza esta situación.

 

En la actualidad la corriente internacional es que se elimine de una vez y por toda, de las legislaciones de los países que aún no lo han hecho, el matrimonio infantil y la práctica de las uniones con menores de edad.

 

En ese sentido se expresaron 8 países que forman parte del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), organización de la cual República Dominicana es miembro desde el año 2013. La Nación se coloca dentro de los Estados que han asumido el compromiso de incorporar el matrimonio a partir de la edad de 18 años.

 

Se recuerda que el Estado dominicano es signatario de la Convención sobre los Derechos del Niño, compromiso que ratificó en el año de 1991, así lo refiere el Artículo 24, párrafo 3 de este dispositivo internacional “Los Estados Parte adoptarán todas las medidas eficaces y apropiadas posibles para abolir las prácticas tradicionales que sean perjudiciales para la salud de los niños”.

 

Es por ello, que saludamos las iniciativas del gobierno de crear un plan interinstitucional de acción para erradicar esta práctica dañina y vergonzosa, enquistada en la simiente de la sociedad, y la derogación de los artículos 144 y 146 del Código Civil Dominicano.

 

Con esta postura el país se muestra cónsono con los compromisos internacionales asumidos a través de los convenios, que buscan proteger y salvaguardar los derechos de niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, es necesaria la implementación de políticas públicas que vinculen de forma directa a la familia. Se espera que la discusión en relación al tema no se centre solo en lo legal y en lo que establecen las legislaciones, sino más bien que se le preste atención a combatir las causas sociales que dan lugar a las relaciones tempranas.

 

En este sentido, creemos necesario que urge la necesidad de activar los mecanismos preventivos y al mismo tiempo una eficaz política pública promovida desde el Estado que involucre en primera instancia la familia como el núcleo social donde cohabitan los infantes y de donde debe venir la primera formación y educación, todo esto acompañado de un régimen de consecuencia a todos los niveles, que permita identificar los responsables del cuido de este segmento importantes de la población.

 

Es de conocimiento que estas relaciones en su mayoría son de hecho no de derecho.  Prevenir es la clave para la erradicación del matrimonio infantil, toda vez que se sabe que dentro de las causas que dan espacio para este tipo uniones están:

 

La pobreza, ausencia o escasa oportunidad para el acceso a la educación en la población más vulnerable.  A ellos se les suman, la poca vigilancia del uso de redes sociales, la música sin regulación estatal con contenido que incitan a la violencia y al uso de sustancias prohibidas, a la promiscuidad, al irrespeto de figuras, símbolos y las relaciones sexuales de manera irresponsables.  

 

Ante este drama social, las familias de escasos recursos encuentran la oportunidad de romper con el círculo de la pobreza y terminan vendiendo como mercancía al mejor postor las niñas y niños a oportunistas, depredadores y pedófilos que les venden sueños a cambio de unas cuantas monedas y unos pocos lujos y acaban atrapados todos en un callejón sin salida.

 

Concluyo esta mirada al tema con la firme convicción de que en la familia está la solución y en ella las garantías de criar niños, niñas y adolescentes sanos, y así tendremos ciudadanos responsables y por vía de consecuencia un país posible.

  

La autora es dominicana, periodista y abogada  

 

sábado, 31 de octubre de 2020

Más sororidad, más igualdad


Por María Estela de León

 

La República Dominicana tiene una población de aproximadamente 10,448,499 personas de las cuales 5,320,668 son mujeres, eso equivale a un 50.06% de la población nacional, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).

 

Los asientos en las aulas universitarias están repletos de féminas, los espacios laborales también, sin embargo, estas variables no parecen ser lo suficientes fuertes para producir cambios sociales que le permita a ese segmento alcanzar niveles de desarrollo sociales en igualdad.

 

Si las mujeres son más en población, más en las aulas y más en los puestos de trabajo ¿Por qué será que aún persisten altos niveles de desigualdad?

 

Entendemos en ese tenor, que es necesario derribar las barreras y los estereotipos sexistas que limitan a las mujeres para el acceso a más oportunidades y disfrute de derechos. Los gobiernos surgidos bajo la sombrilla de la democracia están obligados a reconocer los aportes de mujeres y hombres en igualdad de condiciones y oportunidades, para una mayor equidad.     

 

Consideramos que son multifactoriales las causas que restringen el avance social de las mujeres, por solo citar unas cuantas: Se dice que no tienen agendas ni propuestas políticas con miras a alcanzar el poder (que es donde se toman las decisiones), sienten desafección por los temas relacionados con la economía y la política. El ejercicio del poder no es un fin en las aspiraciones de las mujeres y evidentemente poca sororidad con su género.  

 

La solidaridad entre las mujeres va más allá de la amistad, es una conexión que la trasciende; es la hermandad, el apoyo y la confianza. La sororidad es el sello de identidad, este sentimiento tiene la magia de hacer que las mujeres no se sientan solas en sus luchas.

 

Con esto deseo decir, que las mujeres deben asumir compromisos con su género y acompañarlas a desarrollar las agendas políticas; en ocasiones se pueden distinguir a mujeres sumadas a proyectos de hombres cuando tienen frente a sus narices a mujeres con carreras, capacidades y condiciones para acceder a puestos públicos y privados y ser partícipe de las grandes decisiones.

 

Un elemento para considerar es que, para las mujeres llegar a materializar sus objetivos, deben participar e integrarse más en los procesos transformadores de la sociedad, y así alcanzar niveles de desarrollo con justicia e igualdad.  Cambios que serán posibles cuando ellas dejen de ver a sus compañeras como rivales o contendoras, conducta perjudicial que no suma a la causa final, que es ser parte de del diseño de una sociedad inclusiva. 

 

Esa rivalidad ha sido incentivada precisamente por el patriarcado, por lo que es necesario reivindicar la complicidad femenina, pero no como un fin en sí mismo, sino para lograr objetivos de cambios sociales que contribuyan con una sociedad de más iguales ¡para lograrlo es necesario que el silencio y la indiferencia entre mujeres desaparezca ya!

 

La autora es abogada y periodista

 

 

lunes, 19 de octubre de 2020

Apellidos en las mujeres: una cultura patriarcal


Por María Estela de León

 

La Ley 659-44, sobre los Actos del Estado Civil, en la República Dominicana, es la que rige los eventos de las personas a través de las Oficialías del Estado Civil, desde el nacimiento hasta el deceso. Estas entidades a través de la Ley 08-92 pasaron a ser administrada por la Junta Central Electoral.

 

En ese orden de idea, preocupa a las mujeres dominicana el hecho de no poder decidir el orden en que los hijos e hijas paridos de sus entrañas, puedan llevar su apellido de primero al momento de hacer la declaración del nacimiento ante el Oficial del Estado Civil.

 

A toda luz, parece indicar que esta es una decisión que encuentra su soporte en el uso y costumbre, toda vez que no existen en la legislación este orden; práctica que es lesiva y discriminatoria para las mujeres y contraviene lo establecido en el artículo 39 de la Constitución, el derecho a la igualdad.

 

Concretamente, este articulado infiere que el hombre y la mujer deben recibir el mismo trato ante la ley y las instituciones del Estado, sin discriminación por razones de género. Esta medida revela la conducta machista arraigada en la sociedad además del deseo de la perpetuidad y la extensión de los hombres a través de la descendencia. Esto es también una construcción social gravosa para las mujeres en sus derechos. 

 

Con respecto al caso que nos ocupa, la ley 659 guarda silencio en relación al orden de los apellidos que deben llevar los hijos e hijas al momento de hacer la declaración ante los Oficiales del Estado Civil. Nos aventuramos a hurgar en el Código Civil de la República Dominicana, para ver si aborda el tema en la materia y el mismo no hace mención de orden alguno, para los apellidos al momento de hacer la declaración ante el Oficial del Estado Civil.  

 

Al respeto, el Código instituye en el artículo 57 “En el acta de nacimiento se expresarán la hora, el día y el lugar en que hubiese ocurrido, el sexo del niño, los nombres que se le den, los nombres y apellidos, profesión y domicilio del padre y de la madre, cuando sea legítimo; y, si fuere natural, el de la madre; y el del padre, si éste se presentase personalmente a reconocerlo; los nombres, apellidos y profesión de los testigos”, como se puede apreciar no refiere orden en relación a los apellidos.

 

Es evidente que la obsolescencia de esta ley que data de 1944, deja un mensaje de desafección por parte de los ciudadanos y de las autoridades responsables de impulsar una ley que este acorde con las exigencias que demandan los nuevos tiempos en la materia.

 

Con relación al tema existe en el país un precedente; el caso de “Uma Santronis Figheras”, a la que se le reconoció el derecho de llevar como primer apellido el de la madre Romina Santronis.

 

En cuanto a la decisión han transcurrido muchos años y no se tiene información acabada del caso en el Tribunal Constitucional (se hizo la inscripción de la niña mas no está incluida en la normativa en la materia). En derecho lo que no está prohibido: Está permitido.

 

Acerca de este hecho me cuestiono ¿Si los hijos e hijas se presumen en principio de las madres, entonces, porque ellas no pueden decidir este asunto de común acuerdo con el padre?, la respuesta es: La cultura patriarcal con la que se ha diseñado la sociedad.

 

Entendemos la necesidad de que, en una nueva Ley del Estado Civil, se aborde este tema y otros que son de interés para el reconocimiento de los derechos de las mujeres en el país.

 

La autora es periodista y abogada