Por Yanet Girón
En los últimos
días, varias empresas extranjeras, principalmente de origen chino, han sido
intervenidas y cerradas por las autoridades dominicanas debido a presuntas
irregularidades en sus operaciones. Estas acciones, ejecutadas en distintos
puntos del país, han despertado la atención pública y reabierto el debate sobre
el control estatal y la transparencia en el sector empresarial.
Durante un
recorrido reciente, se observaron dos tiendas chinas clausuradas, donde las
autoridades habrían detectado faltas en permisos de operación y registros
fiscales. Situaciones como estas reflejan vacíos en la supervisión
institucional, ya que muchos negocios logran establecerse y operar por largo
tiempo sin una inspección formal ni control técnico.
Expertos en temas
económicos advierten que este tipo de prácticas afecta directamente la
competencia leal. Al evadir impuestos y reducir sus costos, estas empresas
pueden ofrecer productos a precios inferiores a los del comercio formal,
provocando un desequilibrio en el mercado y reduciendo los ingresos fiscales
del Estado.
Pero el impacto no
es solo económico. Detrás de esas operaciones hay una realidad laboral que
preocupa. Muchos de estos establecimientos emplean trabajadores extranjeros y
dominicanos en condiciones precarias, recibiendo salarios muy por debajo del
mínimo establecido y sin acceso a la seguridad social. En la mayoría de los casos,
antes de cumplir los tres meses de trabajo, son despedidos sin liquidación, sin
prestaciones y sin el pago correspondiente al doble sueldo o las vacaciones
acumuladas.
Estas acciones,
además de inhumanas, violan la legislación laboral dominicana y exponen la
falta de vigilancia por parte de las instituciones competentes. Los
trabajadores quedan desprotegidos, mientras las empresas continúan
beneficiándose de la informalidad y del silencio administrativo.
A esto se suma la
preocupación por los productos que ofrecen: muchos ingresan al país sin
certificación ni control de calidad, lo que representa un riesgo para los
consumidores y un golpe para los comercios que sí cumplen con las normas.
Aunque las
autoridades han comenzado a realizar operativos y cierres, las medidas parecen
llegar tarde. Muchos de estos locales funcionan desde hace tiempo a plena
vista, lo que deja abierta la pregunta de por qué no fueron inspeccionados
desde el inicio o si simplemente hubo permisividad.
La inversión
extranjera es necesaria y bienvenida, pero no puede sostenerse sobre la base de
la explotación laboral ni la evasión fiscal. El desarrollo económico de la
República Dominicana debe estar respaldado por leyes claras, respeto a los
derechos humanos y justicia social.
Los recientes
cierres deben servir como advertencia y punto de reflexión. Es urgente
fortalecer los mecanismos de control, garantizar condiciones laborales dignas y
promover un sistema empresarial que crezca dentro de la legalidad, en beneficio
del país y de su gente.
La autora es modelo,
periodista y locutora y vive en Santo Domingo Norte.

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