POR JUAN T H
Mi humanidad no puede guardar silencio
ante el extermino del pueblo Palestino. Sería negarme a mí mismo, negar que soy
humano, que tengo sensibilidad humana, que no puedo, ni debo, callar ante tanto
horror, ante tanta sangre corriendo como río por las ruinas de la Franja de Gaza.
Protesto una y otra vez.
Aunque no valga de nada mi rabia, mi
indignación y mi impotencia, quiero que conste en acta, para que algún día mis
nietos, si sobreviven a la barbarie, puedan decirle al mundo que su abuelo, no
guardó silencio, que lloró como un niño durante toda una noche viendo cómo se
masacraba al pueblo palestino, que no fue cómplice cobarde ante tanta ignominia
y tanto abuso.
Estados Unidos, el gendarme del mundo,
junto a los sionistas de Israel, y buena parte de Europa, decidieron hace años,
no solo desplazar al pueblo palestino de sus tierras, sino barrerlos de la faz
de la tierra, asesinándolos implacablemente.
El extermino étnico es total. Las bombas
siguen cayendo día y noche sin cesar contra un pueblo indefenso al que le han
cortado la luz, el agua, el suministro de alimentos, para que, el que no muera
durante los bombardeos, muera de inanición. ¡Brutal!
Palestina pronto no será más que un montón
de chatarras abandonadas con millones de seres humanos sepultados bajo los
escombros malolientes por el hedor de los cadáveres de miles de niños, mujeres,
muchas de ellas embarazadas, hombres y ancianos que nunca dispararon un arma de
fuego en contra de nadie, cuyo único crimen en la vida fue nacer en su propia
tierra, Palestina, la que ocuparon durante siglos.
(Dijo el presidente de Estados Unidos,
Donald Trump, sarcásticamente, como si la vida del pueblo palestino no valiera
nada, que tras la destrucción de la Franja de Gaza, del exterminio sionista,
fascista y racista del pueblo palestino, se levantará un “Resort” con hoteles
de lujo y playas hermosas, para que los turistas de su país, de Israel, Francia, Alemania y España, entre otros,
bailen y se diviertan sobre los
cadáveres de cientos de miles de niños , mujeres y hombres enterrados
bajo sus pies)
Ese holocausto se produce ante los ojos de
todo el mundo sin que el mundo se levante en su contra quienes lo están
provocando y sus cómplices. ¡Horror!
Durante la Segunda Guerra Mundial no vimos
nada igual a pesar de los “hornos de Hitler”, donde se incineraban judíos como
bestias salvajes. La Guerra parecía lejana. La radio no tenía el poder de
información y penetración que permitiera estar al tanto de lo que ocurría. No
había drones militares, robots militares, misiles de corto y largo alcance,
bombas atómicas por doquier atentando contra la propia raza humana.
La capacidad destructiva de las bombas no
eran como las de hoy, ni los aviones de combate, con sus portaviones, sus
misiles, los submarinos nucleares, etc. Eran otros tiempos. La ciencia y la
tecnología no se habían desarrollado de manera tan exponencial. Estados Unidos
no tenía, como ahora, más de 800 bases militares distribuidas en todo el globo
terráqueo dispuestas a intervenir, como en efecto lo han hecho, en la mayoría
de los países de Asia, África, Europa, América Latina y el Caribe.
Si la Segunda Guerra mundial costó
alrededor de 80 millones de muertos, con una población global de dos mil 300
millones, nadie sabe, a ciencia cierta, cuándos costaría una Tercera, con la
capacidad destructiva de las armas de un mundo con más de 8 mil millones de
personas. (Me aterra solo pensarlo)
No existía durante la Gran Guerra,
1939/1945, la Internet, con sus redes y plataformas sociales que muestran los
hechos, “en vivo y directo”, como ahora. El mundo está viendo estupefacto,
horrorizado, los aviones lanzando sus bombas, destruyendo, matando, aniquilando
a todo un pueblo. No hay excusas para no indignarse, para no aborrecer a los
que están provocando ese exterminio, esa masacre, ese baño de sangre.
Quedarse callado, ser indiferente, no
protestar, no salir a las calles y marchar con la bandera de la paz, sumarse a
la caravana de los que luchan por la vida, es inaceptable, es ser cómplice del
exterminio de todo un pueblo.
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