POR EDUARDO SANZ LOVATON
La política tiene muchas definiciones.
Como este no es un esfuerzo académico, sino, más bien, un ensayo que pretende
ser ideológico, definiremos la política como: el arte de lo posible para llevar
ejecutorias de liderazgo que mejoren la convivencia entre los seres humanos. En
ese mismo orden, una ideología es, según la Real Academia Española, el conjunto
de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona,
colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, es
decir, una ideología es el conjunto de creencias o ideas que orientan el
ejercicio de un poder.
Luego de las revoluciones, hijas del
periodo histórico y filosófico que llamamos la ilustración, en esencial la
inglesa, francesa y la norteamericana, ha sido muy usual dividir el espectro
ideológico entre las derechas y las izquierdas. Las primeras, empezaron siendo
monárquicas o partidarias del antiguo orden de gobierno y las segundas, eran
más republicanas y revolucionarias. Con el tiempo, los espectros entre
conservadores (derecha) y progresistas (izquierda) fue tomando otros matices.
La irrupción del marxismo, luego el
leninismo y sus versiones posteriores maoístas con sus luchas de clases y su
pseudo sustitución, hasta de las aspiraciones divinas de la humanidad, lograron
que las izquierdas pasaran a ser abanderadas siempre del elevador económico y
social de los más desposeídos. Las derechas con su altar en las teorías
económicas liberales cumbres entre ellas: los postulados de Adam Smith y,
posteriormente, otros autores que propugnaban por un mercado que permitiera una
meritocracia para que cada quien pudiera acceder al límite de sus esfuerzos y
sus talentos.
Así transcurrieron las luchas humanas
entre los siglos 19 y 20, llegando el 21 con su irrupción de cambios
tecnológicos más dramáticos que todo lo predecible, ha generado una sociedad de
lo instantáneo, de lo inmediato, de las redes sociales que nos acercan, pero
que nos alejan, pues lo vemos todo, pero quizás no lo vivimos. La gran cantidad
de información a la que ahora todos podemos acceder, empuja muchas libertades
y, al mismo tiempo, muchos resentimientos. Empuja la rapidez, la satisfacción
de lo inmediato.
En medio de eso, la antipolítica de
siempre: la misma de un Robespierre y su reino del terror, la misma de un
hitlerismo y sus mil años de paz alemana, la misma de Mussolini y su nueva
Roma, la misma de Chávez y su socialismo del siglo 21, la misma de Trump y la
grandeza americana renovada, la misma de las dictaduras como las de Putin en
Rusia. Todos esos esfuerzos de antipolíticos terminaron mal para sus
sociedades. En los casos más benignos dividiendo sus sociedades de manera
irreconciliable y en los peores, matando cruelmente millones de personas.
Esa antipolítica, hoy, tiene su peor
expresión en las nuevas tecnologías, en las redes y es lo que yo llamo la
ideología de la imagen. En esta, poco importa lo que cree un líder o lo que ha
hecho. Lo que importa es cómo lo presenta, cómo dice y hace lo simpático. Es el
populismo de siempre ahora montando en el caballo de tik tok, X, o de las otras
redes; son las posibilidades de la inteligencia artificial para propagar esa
lógica de lo instantáneo, ese populismo que desacredita el trabajo de años y el
debate sesudo por la frase chic. Es el asesor de imagen por encima del profesor
de economía o de derecho. Es lo que se oye y se ve bien sobre los expertos y
científicos. Maldicen los partidos y terminan beneficiando emprendimientos
mucho más dañinos. Maldicen la política pues la confunden con las mafias que
andan alrededor del poder, de cualquier poder y que andarán de cerca siempre.
En República Dominicana todavía no vivimos la dictadura de la imagen que ha hundido
otras sociedades, en especial, otras latinoamericanas donde, ya sea un juez
activista, un fiscal con ambiciones electorales o un presentador de tv con
carisma, ponen patas arriba sus pueblos.
Decía Winston Churchill que: la
democracia es el peor de todos los sistemas de gobierno exceptuando todos los
demás conocidos. Es verdad. Por eso debemos cuidar nuestro poder de decisión y
lograr que nuestra gente en vez de odiar la política, la abrace, la estudie y
la entienda. Son las políticas públicas de un país que lo hacen vivible o no.
Las herramientas como las encuestas, la propaganda y otros mecanismos de
manipulación científica no nos abandonarán jamás. Es más, hasta necesarios son,
para defendernos de los que usan esos métodos con fines puramente electoreros o
comerciales. Sin embargo, jamás podemos abrazar la ideología de la imagen que
no es más que el populismo disfrazado. Ojo con dejar entrar lo rápido para con
toda rapidez perderlo todo. Seguimos.
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