Por Patricia Arache
@patriciarache
Nadie puede dar lo que no tiene. Esa máxima parece confirmarse una y otra
vez en el país, cada vez, y son muchas, que ocurren fenómenos atmosféricos o de
otra índole, que conllevan la adopción de comportamientos prudenciales.
Nunca, como ahora, las autoridades de los organismos de prevención de
daños, dedicados a la protección de la ciudadanía, han sido tan minuciosas, y
orientadoras en torno a las medidas que deben ser adoptadas en cada situación de
peligro, sea cual haya sido.
El caso más reciente, el de la tormenta tropical Franklin, no deja lugar a
dudas, respecto a la necesidad de que dominicanos y dominicanas hagamos un alto
en el camino y en un proceso responsable de introspección, de crítica y
autocrítica, tengamos que preguntarnos: ¿Qué es lo que nosotros queremos?...
Con el anuncio sobre el paso de la tormenta tropical Franklin, hubo grupos
que intentaron desconocer y cuestionar las rápidas informaciones y acciones
provenientes del gobierno para que, si el fenómeno se producía en la dimensión
pronosticada, fuera lo menos dañino posible.
Esta tormenta fue estimada desde el principio por las instancias
especializadas, nacionales e internacionales, como fuerte, temible y de mucho
cuidado.
El Centro Nacional de Huracanes (NHC), que es la división del Servicio
Nacional de Meteorología de los Estados Unidos, había pronosticado que habría fuertes
lluvias para República Dominicana y preveía que las más altas alcanzarían hasta
las 16 pulgadas.
Pero, eso
ni nada fue obstáculo para que unos cuantos pusieran a circular versiones
absurdas e irresponsables, en el sentido de que el Gobierno pretendía
“minimizar” el impacto de acciones políticas del litoral opositor; que buscaba
agenciar ganancias para los supermercados, porque, supuestamente, estaban
registrando bajas ventas, etcétera, etcétera, etcétera. ¡Cuántas creatividades!
Ni
siquiera recordaron que el pronóstico para la temporada ciclónica de este año
2023, que va del primero de junio al 30 de noviembre, incluye la proyección de
14 a 21 tormentas con nombres, entre ellas Franklin; y de 6 a 11 huracanes.
Felizmente,
y para hacer honor al convencimiento de muchos de que “Dios nació en este
terruño”, las lluvias fueron profusas, pero esporádicas, en la mayoría de las
localidades, lo que impidió que las inundaciones se produjeran en grandes
proporciones en distintos puntos del país.
Sin
embargo, hubo imprudencias a granel; desobediencias en mayor proporción que las
lluvias; provocaciones e indiferencias frente al compromiso cívico que todo
ciudadano se debe a sí mismo, a la familia y a la sociedad, en general.
El
resultado preliminar refleja que las autoridades hicieron lo correcto al
adoptar previsiones que incluyeron la suspensión laboral y la de actividades
deportivas, entre otras, que podían poner en peligro vidas humanas, en horas en
las que se apreciaba la llegada del fenómeno.
El centro
de la tormenta tropical Franklin se desplazó en territorio dominicano a 20
kilómetros por hora, con vientos de 65 kilómetros por hora y, claro, causó
daños, pero fueron mitigados por las previsiones.
Lo peor de
todo es el comportamiento exhibido por algunos grupos; la falta de civismo y de
compromiso con el entorno, que queda al descubierto cuando caen aguaceros y vemos
que corre más basura que agua, por calles, aceras y contenes; y la resistencia
de otros para cumplir las disposiciones.
Ahora,
creo saber, por qué el siempre sonriente mayor general retirado y abogado, Juan
Manuel Méndez García, director del Centro de Operaciones de Emergencias (COE) y
director de Emergencias Médicas, en esta oportunidad, pocas veces se mostró
como es.
Se le vio
molesto, irritado, preocupado... Es que, con tanta falta de compromiso
ciudadano, cualquiera “se quilla”.
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