Por Patricia Arache
@patriciarache
Ya ha comenzado la temporada ciclónica. Es un período que viene año tras
año con el calendario, pero nunca deja de ofrecer sorpresas, sobre todo, a
quienes tienen la responsabilidad de prevenir situaciones de riesgos o peligro
a la ciudadanía.
Del primero de junio al 30 de noviembre es temporada ciclónica en el Caribe
¿Quién no lo sabe? Ah, pero, como para hacer honor al dicho popular de que “no
cogemos cabeza”, en mi República Dominicana las advertencias y llamados de
alertas se producen, justo y solamente con el inicio de ese período.
Expertos nacionales e internacionales pronostican que en este año 2023, la
temporada será “normal”, pero en un espacio en el que “el día más claro llueve”
y en el que “no hay sábado sin sol, ni domingo sin resplandor”, cualquier cosa
puede ocurrir.
De hecho, el primer día de este mes de junio, despidiendo a mayo, el más
lluvioso del calendario regional, trajo consigo fuertes aguaceros que, en
apenas minutos, anegaron lugares, como el municipio de Mao, en la provincia
Valverde.
“Para esta temporada se estima la formación de entre 12 a 17 tormentas
tropicales, de las cuales alrededor de 5 a 9 podría desarrollarse a huracanes y,
dentro de este grupo, entre 1 a 4 huracanes podrían alcanzar una intensidad
significativa, dentro de las categorías 3, 4 o 5”.
Al hacer ese pronóstico, el Centro de Predicción del Clima de los Estados
Unidos indica que de cinco a nueve tormentas pudieran convertirse en huracanes,
con vientos de hasta 119 kilómetros por hora.
Ya la segunda depresión tropical del año se convirtió en la tormenta
tropical Arlene, que es el primer sistema con nombre en la actual temporada
ciclónica y que avanza lentamente a través del Golfo de México, de acuerdo a lo
informado por el Centro Nacional de Huracanes, (NHC), con sede en Miami.
A esta, primera tormenta tropical Arlene, le seguirían Bret, Cindi, Don,
Emily, Franklin, Gert, Harold, Idalia, José, Katia, Lee, Margot, Nigel,
Ophelia, Philippe, Rina, Sean, Tammy, Vince y Whitney, para completar las
formaciones previstas para este año.
Ya las autoridades del Centro de Operaciones de Emergencia (COE) del país,
integrado por distintas instituciones, incluida, claro está, la Oficina
Nacional de Meteorología, se han reunido y aseguran que tienen un plan de
contingencia, ante cualquier eventualidad.
Nunca estará de más alertar a la población a tener cuidado y a preservar la
vida, por encima de la protección de los bienes materiales.
Quizás también sea oportuno reflexionar sobre la realidad socio-económica
de República Dominicana y sus niveles de pobreza; abogar porque las políticas
públicas contribuyan a reducirlos y hasta preguntarse, ¿cuándo dejaremos de ver
la destrucción y el arrastre de humildes casitas, levantadas a orillas de ríos,
cañadas y arroyos?
Creo que mientras sigamos reparando y reconstruyendo las viviendas en los
mismos lugares de vulnerabilidad, tendremos, años tras años, que aplicar los
“planes de contingencia”, para enfrentar la tragedia.
Me gustaría sentir una acción oficial que visualizara el traslado de la
gente que habita en sitios tan peligrosos como una bomba de tiempo a un lugar
en el que pueda refugiarse con la familia sin miedo, con esperanzas, y la fe
puesta en el porvenir. ¿Será posible?
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