Por Patricia Arache
@patriciarache
El pasado lunes
fue primero de mayo. Como cada año, desde el 1889 en gran parte del mundo, en
esa fecha se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores o del Trabajo,
como también se le conoce.
Está dedicada a
reconocer y tributar las luchas reivindicativas y la contribución de los
trabajadores al desarrollo y el fortalecimiento del aparato productivo.
Se busca rendir
homenaje a los Mártires de Chicago, (tres periodistas, un tipógrafo y un
carpintero que murieron en una explosión), mientras obreros de las fábricas se
movilizaban en demanda de una jornada laboral ocho horas y mejores salarios,
entre otras conquistas.
En distintas
partes del mundo, casi siempre, en el Día Internacional del Trabajo hay marchas
en reclamo de mejores condiciones de vida para la clase; conferencias
nacionales e internacionales, asambleas, reuniones, en fin, recuerdos y
tributos a quienes trazaron la línea para la exigencia de derechos.
En República
Dominicana se llevó a cabo un gran acto, que no es común en la mayoría de las
naciones, en las que los segmentos poblacionales están lo suficientemente
diferenciados, como para no coincidir y mucho menos sentarse en la misma mesa o
sostener el mismo discurso.
Es decir, el
patrón o empleador con sus pares, los trabajadores con sus pares y los
gobiernos con sus funcionarios, pero, como siempre decimos, este país es
distinto, felizmente diferente.
Tiene sus
propias normas, sus comportamientos, sus peculiares formas de crecer y
desarrollarse, sus estrategias aprendidas en el día a día y, para todo apela al
consenso.
Es como si el
disenso fuera una práctica errónea y no una expresión propia de la democracia,
pero, bueno: “Somos así; así somos”, evocando el nombre de un programa que
producía la veterana periodista dominicana Cornelia Margarita Torres.
Lo cierto es
que, por nuestra idiosincrasia, preferimos el entendimiento a la confrontación;
por eso no dejamos de escandalizarnos y pegar el grito al cielo cuando unos
cuántos hacen de las suyas y ponen en peligro ese vital comportamiento que nos
marca como nación: “hablando la gente se entiende”.
El Día
Internacional del Trabajo no fue la excepción para poner a prueba nuestras
convicciones para alcanzar el entendimiento.
Tres agrupaciones,
las Confederaciones Nacional de Trabajadores Dominicanos (CNTD), Nacional de
Unidad Sindical (CNUS) y la Autónoma Sindical Clasista (CASC) propusieron el
establecimiento de un nuevo contrato social, que garantice mejores condiciones
de vida para los trabajadores, el ejercicio pleno de la libertad sindical, la
negociación colectiva y el diálogo social.
Lo hicieron
frente al presidente de la República, Luis Rodoldo Abinader Corona, al ministro
de Trabajo, Luis Miguel De Camps García, del director general del Instituto
Nacional de Formación Técnico Profesional (INFOTEP), Rafael Santos Badía; de
legisladores, que también pertenecen al movimiento sindical y de miles de
asistentes al acto, que se llevó a cabo en el Pabellón de Voleibol, del Palacio
de los Deportes Virgilio Travieso Soto.
Ahí estuvo la
verdadera concertación, coronada por el compromiso del presidente Abinader de
impulsar ese nuevo contrato social, que demandan los dirigentes que representan
a los trabajadores dominicanos.
¡Hermosa conciliación!
El nuevo pacto social es lo que en los últimos tiempos promueven las entidades
y organismos internacionales en América Latina, fundamentalmente, después del
Covid-19, sobre el cual, por cierto, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
ya decretó el fin de la emergencia sanitaria mundial.
Ahora queda
esperar el resultado y mantener la atención para el cumplimiento, porque para
alcanzar ese nuevo Pacto Social es imprescindible la participación del
empresariado, cuyos dirigentes dicen apoyarlo, pero al mismo tiempo adelantan
enmiendas sobre aspectos que son medulares como los salarios y la seguridad
social de la gente.
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