Por JUAN T H
Un partido es un proyecto político que tiene como primer
objetivo la toma del poder. Es su razón de ser, lo que le da legitimidad
social. Pero, ¿para qué necesita el poder? Se supone que lo quiere para
producir los cambios y las transformaciones que demandan la sociedad en su
conjunto o una buena parte de ella.
No creo que los fundadores del Partido
Revolucionario Moderno (PRM) al momento de crear esa organización tuvieran
definidas todas las ideas, los planes y proyectos para su ejecución tan pronto
llegaran al poder. Igualmente pienso que hubo mucha improvisación en su
fundación, algo que puedo entender ya que las circunstancias obligaron a sus
fundadores a formar tienda aparte, abandonando la que fuera su casa política
por más de medio siglo.
Hipólito Mejía, Luís Abinader, Milagros Ortiz
Bosch, entre muchos otros dirigentes del otrora poderoso PRD, fueron
prácticamente obligados a renunciar y fundar lo que hoy conocemos como PRM. El
PLD, a través de la JCE forzó la división del PRD con decenas de sentencias en
favor de Miguel Vargas. Todo fue muy rápido. A todos nos “apagaron el jacho” y
debimos encender otro en tiempo de crisis política.
Una cosa empujo la otra. Y de pronto el PRM,
como un sortilegio, se vio en el Palacio Nacional con Luís Abinader como
presidente de la República, acompañado de las dos Raquel, su esposa y su
compañera de boleta. Las elecciones de medio término fueron abortadas en un
intento de Danilo Medina por robárselas y luego imponerse como presidente
reelecto, lo que generó un conflicto que casi termina en tragedia. Todo fue
como un relámpago. Ni siquiera hubo tiempo para una transición gubernamental en
el tiempo reglamentado por la ley.
Tan pronto llegó al poder, eso sí, Luís
Abinader cogió el toro por los cuernos y comenzó a tomar medidas de honestidad
y transparencia. El trabajo, la honestidad y la transparencia han sido sus
armas de reglamento, aprendiendo a gobernar un país difícil y complicado como
el nuestro, sobre la marcha. Al llegar al gobierno Abinader no tenía, es
cierto, experiencia de Estado. Pero nadie la tiene cuando llega a la
presidencia por primera vez. No la tenía Leonel Fernández que no había ocupado
ningún cargo en el Estado que no fuera abogado de oficio.
Puedo excusar todos los errores y toda la
novatada del presidente y de sus funcionarios durante los primeros meses de gestión,
incluso durante el primer año. Atribuírselos a la falta de experiencia, a la
ingenuidad, a la torpeza, a la falta de coraje para tomar determinadas
decisiones que marcaran una ruptura con el pasado inmediato. Lo acepto. Pero ya
es tiempo de corregir entuertos. Ya es tiempo -hace tiempo- de sentarse
fríamente para ver el futuro para convertirlo en presente. Los cambios
prometidos no han sido profundos, ni radicales, como los que esperaba el país.
He reflexionado mucho sobre lo que ha
sucedido en estos dos años. Creo que el balance ha sido altamente positivo en
términos éticos y morales. El país avanza, sin dudas bajo la dirección del
presidente Abinader. Sin embargo, pienso en el gabinete del presidente y en los
demás funcionarios importantes, y de su composición social y política, de su
compromiso con el partido, con el presidente y con el país.
Me he preguntado durante mis horas de reflexión me he
preguntado si el gabinete de Abinader es el gabinete apropiado, si todos sus
integrantes tienen los mismos ideales, los mismos intereses y la misma
responsabilidad frente al mandatario y frente al país. ¿Ese es el gabinete del
PRM o es el gabinete de Abinader? ¿Este es el gobierno del PRM o el gobierno de
Luís Abinader? ¿Acaso no es lo mismo Abinader que el PRM, y viceversa? Y si es
así porque no veo a los ministros tirados a la calle del medio defendiendo y
protegiendo a su presidente, al partido y al gobierno? Siento que el presidente
va a un ritmo y sus funcionarios a otros muy lentos, como si tuvieran propósitos
distintos. Siento que el presidente baila merengue y muchos funcionarios bailan
salsa, bachata o merengue ripiao sin ton ni son, aun cuando tienen un director
bastante bueno.
En el gobierno, creo, todos tienen que
marchar acompasados, tocar la misma música. Coordinados y coherenciados, sin
ruidos innecesarios, como ocurre frecuentemente. Sigo insistiendo en que la
comunicación sigue siendo el lado débil del gobierno.
Otra cosa. El PRM tiene que definir un
proyecto de partido verdaderamente moderno, definir, insisto, si es un partido
para cuatro años, para ocho, 20 o 40 años. Hay mucho escepticismo al respeto.
Creo que algunos funcionarios están trabajando para cuatro años en el poder,
como si no tuvieran fe, como si no confiaran en la repostulación del presidente
Abinader, la que personalmente doy como un hecho.
El PRM tiene que ser un partido para toda la
vida, ya sea en el poder o en la oposición. Un partido con espíritu de cuerpo,
bien organizado y disciplinado, para lo cual necesita claridad en los
objetivos, a corto, mediano y largo plazo. En ese sentido requiere de una
plataforma programática de largo alcance. ¿Qué quiere el PRM hacer con el país?
¿Hacia dónde pretende conducirlo? ¿Cuáles son los planes en materia de
infraestructura, educación, salud, seguridad social, transporte, seguridad
ciudadana, seguridad jurídica, etc., etc.? ¿Cómo y cuándo daremos un salto de
garrocha hacia el desarrollo sostenido definitivo? En qué tiempo se cumplirán
esos objetivos. Esas cuestiones el PRM tiene que definirlas y exponerlas
claramente. Es por eso que los organismos de la organización tienen que
reunirse periódicamente. Ser dirigente de un partido requiere de estudio,
trabajo y sacrificio, para lo cual es necesario un alto sentido de servicio a
su pueblo.
Hace algunos años estuve en China continental
durante todo un mes. Me llevaron a un centro de convención y me mostraron lo
que sería Pekín en los próximos 20 años. En el gigante asiático nada se hace al
azar, todo está planificado a corto, mediano y largo plazo.
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