POR ROLANDO ROBLES
Quisqueya está presente no sólo en Nueva York sino, en Estados Unidos
entero. Se dice que, “en cualquier rincón del mundo ya vive un dominicano” y
parece que hay mucha verdad en esta expresión. Pero, ha sido en NYC donde hemos
sentado con mayor vigor nuestra simiente. El ombligo nuestro, no hay dudas de
que está enterrado en algún lugar de la Gran Manzana.
Hago estas observaciones porque quiero apuntar a un aspecto muy
particular de la vida dominicana en estas tierras de Dios. El nombre de “Quisqueya
Heights” no es oficial, pero, algún día lo será. De eso no tengo la menor duda,
aunque si, la mayor esperanza y enormes expectativas.
Esa franja de espacio neoyorkino que va desde la calle W135 y se
extiende al norte hasta cerca de Van Cortland Park y siempre bordeando el Hudson
River, es el lugar donde se aposentó una buena parte de la comunidad dominicana
migrante.
Pero también lo hicimos en los otros condados de la ciudad; y ya la
mayoría de nuestra gente, se ha movido hasta El Bronx. Claro, la “conquista” de
ese county, obedece a razones muy diferentes a las que originalmente tuvimos
para dejar el terruño querido.
De lo que quiero hablarles es de cómo llegamos a Washington y cuánto
nos ha costado estar presente en la repartición del presupuesto federal. Ha
sido un viaje tedioso, fruto de las limitaciones culturales que traemos en las alforjas,
pero, no podemos decir que haya resultado muy largo. Basta con dar un vistazo a
la historia de las otras comunidades hermanas.
Lo verdaderamente emotivo de nuestra travesía hasta el Congreso de la
Unión, radica en lo excepcional de este distrito que hoy tan dignamente
representa el dominicano Adriano Espaillat. Su base de apoyo demográfica principal
es el legendario barrio de Harlem, glorioso nicho sociocultural de la combativa
comunidad afroamericana.
Ese distrito, por motivos de la segregación racial tan propia de esta
gran nación y a pesar de su composición étnica, siempre estuvo representado por
“hombres blancos” y no fue hasta 1945 cuando un valeroso joven, de mezclado
origen racial, y armado de un discurso abolicionista, rompió esa cadena de sin
razones, que rayaba en el oprobio.
Adam Clayton
Powell Jr., mulato, con toda una diversidad en su linaje, se inclinó por la
etnia que mejor simbolizaba. Mientras, le daba al asiento que ostentaría en lo
adelante, el carácter y la orientación que merecía y demandaban sus constituyentes:
ese distrito al Congreso Federal sería, a partir de 1945, la primera curul
Negra del estado de Nueva York.
Durante veintiséis
largos años, Adam Clayton Powell representó un distrito que cambiaba de número
conforme los resultados del censo. Primero fue el distrito 22, luego 16 y
finalmente 18. Hasta que en 1971 llegó el relevo, otro mulato, pero católico y
veterano de guerra: Charles Bernard Rangel.
El “viejo
Charly” como le llamaban, un condecorado héroe de la guerra en Corea y que se
formó en la Escuela de Leyes de St. John University, tenía un reto un tanto
diferente al de su predecesor. La segregación de Harlem y Manhattan presentaba
una cara básicamente económica e influenciada por el poderoso tráfico de drogas.
A modificar esa realidad se dedicó Rangel.
Sus primeras
acciones fueron destinadas a la reconstrucción de Harlem y ya por los años 80’s, era notable su influencia en la
lucha contra el tráfico de drogas por ser parte del Comité de Narcóticos y del
poderoso Comité de Medios y Arbitrios del Congreso. Abotonó su carrera de líder
con la creación de la Corporación para el Empoderamiento y Desarrollo del Alto
Manhattan y con la promoción del National Empowerment Zone Act.
Se puede afirmar
que tanto Adam Clayton Powell como Charles Bernard Rangel pertenecen a un
exclusivo club de servidores público que ya dejaron profundas y decisivas
huellas en el futuro de los dominicanos que emigramos hacia Estados Unidos. Nuestra
gratitud eterna para esos dos pilares del gobierno americano,que siempre
recodaremos con respeto y cariño quisqueyano.
Como ya dijimos,
este distrito está en constante evolución y su demografía, a la luz de los
datos arrojados por cada censo, sigue variando. Hoy día, el porciento de
afroamericanos residentes en su demarcación es menos de la tercera parte de lo
que encontró Adam Clayton en 1945. En su última participación, Charly se alzó
con la victoria porque su arraigo dentro de los latinos era muy sólido.
El caso es que
esa modificación étnica está siendo protagonizada por los latinos y, por tanto,
corresponde a un latino encabezar el relevo. Por suerte para todos en el
distrito, tenemos ese valor humano que se puede poner a la altura de los dos
gigantes que tuvimos antes. Y por eso también, no caímos en un “vacío de
liderazgo” y la nave no zozobró, porque el timonel de turno viene de la misma
escuela político social que sus antecesores.
Contamos con un
Adriano Espaillat, sereno, depurado, con la experiencia y los conocimientos que
demandan las circunstancias. Su liderazgo no está en duda, ni su capacidad de
servicio. Pero, sobre todo, él está muy consciente del papel que las
circunstancias históricas le han reservado. De modo que, bien podemos augurar
un porvenir promisorio para todos los residentes del ahora denominado Distrito
13, no importa de qué etnia sea, de qué nación provenga, ni de cuáles sean sus
predilecciones personales, políticas o religiosas.
Y ya ha mostrado
sus garras encabezando las propuestas más civilistas dentro de su partido y
confrontando el poder central cuando hay asomos de intolerancia o violación de
los derechos civiles, humanos o existenciales de los residentes en esta
demarcación.
Adriano llegó
para seguir los pasos de Adam Clayton y el viejo Charly, haciendo las transformaciones
que este pujante distrito demanda y espera. Para ello se apresta a fortalecer
el liderazgo municipal y estatal, respaldando a los jóvenes de mente brillante
y que estén deseosos de ejercer la política para beneficio de sus
constituyentes
Ciertamente,
creo que con Adriano Espaillat hemos completado la mas exitosa triada de
servidores públicos que jamás haya existido en la parte alta de Nueva York,
para beneficio de todos los residentes del Distrito 13 al Congreso. De modo que
el 3 de noviembre, nuestro compromiso es renovarle el mandato al representante
Espaillat, votando masivamente en la boleta demócrata.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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