Por Roberto Valenzuela
Después de 31 años con una sola organización política, el Partido
Dominicano del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, regresó la vieja
costumbre de las consignas políticas como una expresión pintoresca de la gente
aupar su simpatía.
Los partidos tenían fogosos militantes que eran famosos por ir a caravanas
y mítines a animar. Otros de forma espontánea improvisaban acorde al momento.
Si en el desarrollo de la actividad comenzaba a llover, animaban al público:
¡Agua bendita para los reformistas!
Los militantes de los partidos se atacaban y se respondían: para la campaña
electoral de 1978 el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) de Joaquín
Balaguer coreaba: ¡Guzmán, impío, echó la leche al río! Hacían ver al hacendado
Antonio Guzmán, candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano
(PRD), como indolente porque prefirió botar la leche en vez de dársela a los
pobres. Comentaban que el río se había teñido de blanco cuando se arrojó la
leche.
El PRD decía: ¡Que le importa a Balaguer, si esa leche no era del…! Esa
consigna obligó a que Guzmán explicara cómo y porqué botó la leche.
¡No, no, no botes tu voto: Balaguer “ta” ciego y Juan Bosch “ta” loco!
Hacía referencia a que desde 1986, por su avanzada edad, Bosch comenzaba a
tener lagunas en sus conversaciones y discursos.
Balaguer, ciego desde 1976, dijo que eso no era un problema porque él no
iba al Palacio Nacional a ensartar agujas.
¡Porque ni mató ni robó, por eso estamos con Juan Bosch! Exponía la
honestidad de Bosch, denunciaba la corrupción en los gobiernos del PRD, donde
se llegó a hacer el “Álbum de la corrupción”; y recordaba los asesinatos
políticos de los 12 años de Balaguer.
Con un dejo de racismo, peledeístas y reformistas aludían el origen
haitiano de Peña Gómez: ¡Ese negro no es de aquí, que se vaya para Haití! ¡En
la bemba de Peña Gómez hacen nido los ratones! Peña hizo un gran esfuerzo en
demostrar que era dominicano, tratando de librarse de las persecuciones
raciales.
¡Balaguer, muñequito de papel! Los balagueristas respondían que este era
¡Chiquito, pero tupio! Es decir, era de baja estatura, pero un sólido orador,
gran estadista y otras grandes dotes que lo convierten en un buen líder.
En otro escrito hablaremos de otras consignas, como ¡Vergüenza contra
dinero! Eran muchas, demoledora y tan efectivas que podían hacer perder unas
elecciones: denunciaban corrupción, abuso de poder.
Con el fin de las ideologías políticas, a la muerte de los tres líderes que
surgen a la muerte de Trujillo: Bosch, Balaguer y Peña desaparecieron las
consignas; y nadie fue a su funeral. Ya no se hace campaña con el corazón,
enamorado por el discurso de estilo clásico de Balaguer, el lenguaje llano de
Bosch o Peña enardeciendo las masas populares. Ahora son las dádivas de
los políticos. ¿Quién da más?
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