Por
Miguel Ángel Cid Cid
Parece que el pánico de Leonel Fernández
viene de lejos. En esta columna se ha hecho referencia a ese miedo en varias
ocasiones. Las pruebas están a pedir de boca.
Desde hace unos meses el expresidente
Leonel Fernández emprendió una ofensiva de lucha sin cuartel en contra de que
se reforme la Constitución de la República. Pretende impedir que el mandatario Danilo
Medina se reelija otra vez en el 2020 como presidente de la república.
En el devenir de la disputa Leonel-Danilo
el exmandatario arenga a sus seguidores bajo el grito de guerra “¡No hay marcha atrás!”. Sin ninguna dudas
el rugido levanta el ánimo de los guerreros del León. Los fanáticos reflejan el
aura del triunfo, parece que a ellos los vientos cardenalicios los empujan
hacia la Avenida México.
¿En dónde radica el problema, por qué
tanta insistencia en resaltar la cobardía del “supremo líder”?
Los lectores recordaran el desorden
mayúsculo que se armó en las inmediaciones del local del PRD en el 2012 en
medio de la celebración de una asamblea decisiva. Miguel Vargas Maldonado,
presidente del partido pretendía manipular a su antojo los resultados del
evento. Por el contrario Hipólito Mejía se propuso impedir la maniobra en
contra de las bases de la organización política.
En consecuencia Mejía condujo cientos de
su seguidores hacia el lugar donde se celebraba la asamblea. Hipólito marchó en
el frente de la multitud sin temor a las amenazas de la militarización del
local partidario. Hizo más, el expresidente emplazó al comandante de las
fuerzas que protegían a Miguel.
Les advirtió que él llegaría en breve
con otro contingente militar bajo la jefatura de un general que a él le
corresponde por ley. Sin dudas la acción puede valorarse como un acto de valor
por parte de Hipólito Mejía.
Leonel Fernández en cambio dirige su
gente a una parada “cívica” de
protesta frente al Congreso Nacional para impedir la reforma a la Constitución.
Sus principales ¿dirigentes? Se empecinan en hacer ver la acción como muestra
del valor que adorna a Fernández. Y de hecho, más de uno se ha creído el
cuento. Igual muchos se han ido desengañando al observar el desenlace de las
protestas recientes.
Las acciones individuales de Leonel
Fernández dejan ver el refajo a simple vista. Veamos. Hace ya algunos días la
protesta frente al Congreso terminó en un corre, corre. Los revoltosos
intentaron rememorar a Pedro Santana. Según los organismos de seguridad, los
leonelistas querían sitiar el Congreso e impedir que la sesión se realizara.
Las intenciones maliciosas se delataron
solitas. La fuerza pública se hizo presente. Los movilizados se resistieron a
la invitación de alejarse del lugar. Muy por el contrario intentaron forzar el
mingo. El ejército hizo lo propio. Es decir, dispersaron los protestantes con gases
lacrimógenos. Un diputado resultó hospitalizado por los daños que les causó el
gas de las bombas.
Se aclara que el propósito de estas
notas es la cobardía de Leonel Fernández, no la pertinencia o validez de la represión
a la movilización.
Todavía más reciente, el martes 9 julio
se repitió la parada “cívica”
leonelista. En los reportes de prensa pudo
observarse decenas de ciudadanos meritorios en el mundo político, deportivo y del
arte provocando ser empujados por militares. Incluso el hijo de Johnny Ventura
se apareció e intentó llevarse al merenguero del lugar. Se dice que el hijo de
Johnny lo tomó de la mano y le increpó “Ya
usted está muy viejo para esto, camine para su casa”. Le faltó decirle, “deje a Leonel que venga a defenderse él”.
Mientras esto sucede el doctor Leonel
Fernández está atrincherado en su apartamento, en FUNGLODE, en España, no se…
Lo cierto es que nadie ha visto al expresidente encabezando una de estas
protestas.
Quizás yo estoy ofuscado con la
irresponsabilidad de Leonel. Parece que lo de esconderse es porque el líder
puro tiene que conservar su pureza sin contaminar su espíritu con el sudor de
la plebe.
Yo creo que el líder tiene que estar junto
a sus seguidores. Correr los mismos peligros que ellos sufren. Lo demás es cobardía
sin límites. La palabra de Dios es clara “Por
sus frutos los conoceréis”.
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