POR ROLANDO ROBLES
Como nos embarga la euforia, casi justificada, por haber logrado ese
tan ansiado puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, no voy a tratar de
“aguarle la fiesta” al gobierno de Danilo Medina, buscándole la quinta pata a
un gato que todos sabemos que ni siquiera tiene cuatro.
Más bien trataré de poner en el contexto histórico, el alcance de este
logro del Gobierno dominicano, que ha estado haciendo causa común con USA,
desde que el presidente F. D. Roosevelt acuñó el término de “naciones unidas”,
refiriéndose a los países aliados en la Segunda Guerra Mundial.
En esos momentos, el gobierno de Roosevelt presionaba o mejor dicho, chantajeaba
a los países del mundo aún no comprometidos en el conflicto, a apoyar las
“naciones unidas” prometiéndoles cuotas de importación y ayudas económicas y
militares. Para la época, doña Minerva Bernardino, representando a República
Dominicana firmó, junto a otros veinticinco diplomáticos, la Declaración de las
Naciones Unidas, base conceptual de lo que es hoy la ONU.
Como se puede notar, la ONU está ligada en todos los sentidos, a lo
que fue la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. Pero extrañamente, casi
todo el que escribe sobre este organismo, trata de obviar ese pasado de
dependencia -que es como un “pecado original”- y privilegia el concepto de
“concierto de naciones libres”, que es como eufemísticamente solemos describir
este alto foro mundial.
Pero antes de ahondar en los intríngulis propios de las Naciones
Unidas, hemos de admitir la magnitud del triunfo alcanzado y no tratar de minimizar
los esfuerzos de todos los que pusieron, aunque sea solo un granito de arena,
para ensamblar este castillo -también de arena- y que, por tanto, siempre
estará a merced de la próxima ola.
Desde el lente de un ciudadano parcializado, venal y apoyador, que soy
yo, debo reconocer a dos actores, como los responsables más visibles de este
gol que se ha anotado el Estado dominicano (no el Gobierno). Son ellos, Miguel
Vargas, Canciller de la República y Frank Cortorreal, Jefe de la Misión Permanente
ante la ONU.
Con este certificado de graduación, el líder del PRD, corona una
gestión que a muchos parecía incierta en sus inicios, pero que resultó
impecable al final. Sin dudas que el papel jugado como canciller, habrá de
servir en alguna forma, para apuntalar sus próximos objetivos políticos.
Del embajador Cortorreal, no hay que decir mucho. Él simplemente hace
el trabajo que se le asigna y lo hace -agrego yo- con prestancia y hasta con
elegancia extrema. Frank Cortorreal quedará en los anales de la Misión
Permanente porque durante su gestión se alcanzó este importante peldaño
diplomático, perseguido a lo largo de setenta y cinco años.
Pero bueno, concedidos ya los muy merecidos créditos, pasemos revista
a lo que es el llamado Consejo de Seguridad de la ONU. A su razón de ser y a lo
que representa en realidad. Lleguemos, desandando un poco, hasta los albores de
la “guerra fría”, a finales de los años 40’s y de la última gran confrontación,
la llamada II Guerra Mundial, que ya hemos citado.
A consecuencias de la caída -en combate- de Alemania, Japón e Italia,
en esa devastadora guerra, el mundo o más bien, los ganadores del conflicto,
hubieron de diseñar un mecanismo que garantizara el botín alcanzado en los
campos de batalla. Algo así como el “padre nuestro” que el emperador
Constantino logró en el Concilio de Nicea y que es como la “declaración de
principios” de los acuerdos firmados con la Iglesia Cristiana del momento.
Desde luego, la genial idea del brillante emperador romano, de hacer
suya y del imperio que él regenteaba, la nueva y prometedora religión
cristiana, no se puede en modo alguno, parangonar con la magnitud y
consecuencia de esa refriega que azotó el mundo durante algo más de un lustro. Pero
ambos acontecimientos obligaron a firmar acuerdos que protegieran, al través
del tiempo, los éxitos alcanzados.
Y el mecanismo diseñado para garantizar la “paz mundial” futura, o
sea, el nuevo orden surgido con los resultados de la Segunda Guerra Mundial, es
precisamente la Organización de las Naciones Unidas, edificada sobre las bases
de la antigua Sociedad de Naciones, que igual pretendía mantener la paz y los
acuerdos que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, la Sociedad de Naciones -que no tuvo la aceptación de los
Estados Unidos- y muy a pesar de que logró arbitrar positivamente algunos
conflictos entre naciones, nunca pudo evitar que Alemania se levantara en pie
de guerra veinte años después y convirtiéndose finalmente en un organismo inoperante.
Con esta premisa yal amparo del olor salobre pero muy apetecido, del
nuevo elixir del mundo, el señor petróleo, surgen las nuevas Naciones Unidas
ONU, con su poderoso Consejo de Seguridad; y así consiguieron establecer el
instrumento para mantener el botín de guerra surgido de la segunda gran confrontación
mundial.
Pero como sucede en las corporaciones, grandes o pequeñas, los dueños
de las acciones, siempre controlan el rumbo de los negocios y previenen contra
cualquier acto que pueda modificar la correlación de fuerzas. En el caso de las
Naciones Unidas, los accionistas son aquellos cinco miembros permanentes del
Consejo de Seguridad, con derecho a “veto”.
Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China, los ganadores de
la guerra, son los dueños de las decisiones del mundo. Aunque uno de ellos, la
China de Mao Tse Tung, fue incluida en el reparto, mas por su potencial futuro,
que por el peso real que tenía al momento de los grandes arreglos.
Como se puede inferir de este desglose histórico de los hechos -todos perfectamente
verificables- la ONU y su Consejo de Seguridad, del que República Dominicana
será miembro a partir del primero de enero de 2019 y hasta el último día de
diciembre de 2020, es el foro donde se debatirán los problemas del mundo. Pero
mucho cuidado, que las expectativas no sobrepasen las realidades.
De cualquier manera, es un paso de avance. Durante dos años estaremos
siendo cortejados por las naciones del mundo, las ricas y las pobres. Y ello
nos permitirá canalizar las ansias de nuestro país y hasta “intercambiar” el
valioso voto que hemos “joseado” en cuatro oportunidades anteriores, sin
resultado positivo.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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