Por Reynaldo
Peguero
Estuvo ajustado
a la Constitución de la República y a las Leyes de la Nación, el ejercicio de
control del orden público ejecutado por el Ayuntamiento de Santiago contra ese
predicador que por más de 10 años consecutivos generaba contaminación sónica en
todo el Parque Duarte.
Varios Alcaldes
lo habían intentado y ninguno lo había logrado. Ese señor
y otros correligionarios que muchas veces le acompañan en la Plaza Santiago
Apóstol al frente de la Catedral, se dedican a generar una masiva contaminación
sónica por encima de los 65 decibeles permitidos en la zona de mayor riesgo de
enfermar por ruidos dañinos, el Centro Histórico, un área donde en promedio se
producen sonidos agresores por encima de los 85 decibeles.
El artículo 45 de la Constitución de la República Dominicana impone que el
Estado garantice la libertad de conciencia y de cultos, “siempre y
cuando se observen las leyes, haya sujeción al orden público y respeto
a las buenas costumbres”.
Ese predicador generaba una epidemia de contaminación por el sonido de su
bocina. Un nivel de ruido que por su prolongación y frecuencia afectan la salud
humana y la calidad de vida de la ciudadanía que visita el parque y disfruta su
ecosistema. Su rango sobrepasaba los niveles permisibles y legalmente establecidos. Su
emisor contaminante es un altoparlante, generador de bulla y
desorden patológico. Un instrumento que al actuar sobre el aire y la
atmósfera modifica la composición natural del ambiente y degrada su calidad,
poniendo en riesgo la salud de las personas y su preservación.
Fue el profesor, historiador y eficiente ministro de Medio Ambiente, Frank
Moya Ponsque en el año 2003, hizo aprobar la Norma para la Protección
contra Ruidos NA-RU-001-03, cuya transgresión debe ser sancionada vía los
mecanismos administrativos y judiciales consignados en la Ley General sobre
Medio Ambiente y Recursos Naturales 64-00, y sus respectivos reglamentos.
El artículo 174 “declara como delincuente y criminal contra el medio
ambiente a todo aquel que culposa o dolosamente por acción u
omisión, transgreda o viole las normas”. Incurre en delito contra el medio
ambiente y, por tanto responderá de conformidad a las mismas. Todo delito
contra el medio ambiente, impone una acción contra el culpable o
responsable.
Más allá de la
Ley está la prudencia. Como recomienda Baltasar Gracián y Morales en“Oráculo
Manual y Arte de Prudencia”, una valiosa
guía escrita en 1647 pero que todavía preserva inmutable vigencia, la conducta
de los seres humanos en un mundo en conflicto debe ser de sumo cuidado. Llama a
poner especial cuidado para que las cosas salgan bien. Pareciera que esos
predicadores ponen más atención a sus máximas pomposas a viva voz que a la
satisfacción de conseguir que el mensaje llegue bien a sus potenciales
prospectos y probables devotos.
Tenemos la humilde impresión, pues me crié en esa zona de Santiago de los
Caballeros, donde residí por más de 20 años en la esquina 27 de
Febrero y 30 de Marzo, que a esos predicadores no les interesa el mensaje
religioso en sí mismo, ni tampoco mantener una real orientación sobre sus
valoraciones religiosas, sino sufragar la penitencia de pregonar un ácido
mensaje contra la Iglesia Católica, que busca amedrentar la feligresía piadosa
que asiste a las celebraciones de la Catedral Santiago Apóstol y amilanar al
conjunto de religiosos, religiosas y ciudadanos comunes que concurren al
Arzobispado Metropolitano.
A más de 100 decibeles de sonido atroz, reprenden, reprochan, acusan,
atacan, tachan y retan a los creyentes
católicos que asisten al templo más importante del Cibao y del Norte de la
Isla. Esos predicadores evangélicos la emprenden contra un conjunto de
preceptos católicos. Contra beatos, santos y apóstoles; especialmente adversan
una de las esencias de mayor espiritualidad, trascedencia y mística de la
religión católica La Virgen María.
Desde los años 80, Isaías Peguero (Rey), mi padre y asiduo
lector de la Biblia, uno de los fundadores del Movimiento Familiar Cristiano
(MFC), con diversos cursillos de cristiandad realizados, invitaba esos
predicadores a pasar a la casa para debatir sus cánones enardecidos. Las
discusiones eran de leyenda. Lo mismo hacía Rey con mi tío político
Félix Tavares que llegó a ocupar la posición más alta de los adventistas en el
país. Pero también con Arcadio, un famoso predicador barbudo que gritaba su
evangelio por la avenida Valerio y la calle Restauración, frente a frente al
negocio de mi padre Sastrería Rey de "Corte Impecable y Ajuste
Perfecto".
Los predicadores del Parque Duarte tienen todo el derecho de divulgar lo
que ellos entienden es la palabra de Dios en parques, plazoletas y espacios públicos de Santiago, a lo que no tienen
facultad legal es a contaminar, poluir, prostituir y corromper el ambiente
con megáfonos, altoparlantes, bocinas y altavoces que violan al menos
cuatro leyes y la Constitución, manejándose si la debida prudencia en un
entorno que sobre todo, imprime solemnidad y decoro.
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