Por Benny Rodríguez
"Siempre se ha
preferido la persuasión sobre la coerción. La fuerza de la palabra sobre el
poder de la espada". Esta frase es de Leonel Fernández, en su último
trabajo para el periódico Listín Diario y que nosotros seguimos cada 15 días,
que es con la frecuencia en que salen publicados en el decano de la prensa
dominicana los trabajos realizados por el ex gobernante.
Esa idea expresada
por Fernández, me ha servido de mucho en estos días, sobre todo, a propósito de
una experiencia personal el pasado sábado 23 del corriente mes de julio en la
que salvamos nuestra vida y la de mi esposa en “tablitas”, debido a la
aparatosidad del accidente.
Resulta que el
citado sábado por la tarde, al recoger a mi mujer enfermera en el hospital,
decidimos salir a algún lugar. Una breve consulta y optamos por visitar la familia.
Regresamos por la noche. Fuimos a la provincia Bahoruco. Visité Jaragua, Neyba,
Galván y por último mi comunidad de nacimiento, El Salado. Se trata de un
pequeño poblado que es habitado por agricultores, gente curtida en el trabajo
duro, en la más pobre de la provincia Bahoruco, pero allí vive gente honesta,
humana, solidaria. De ese pedacito de tierra, lleno de vicisitudes, calamidades
y de pocas atenciones, de ahí vengo yo, como lo diría Félix D´ Oleo en una de
sus tantas hermosas interpretaciones.
Ya de regreso
decido pasar por la casa de los padres de mi esposa que viven en el barrio
Palmarito, mi sector de toda la vida, donde me desarrollé y tengo mi
vinculación. La idea era comunicarles a sus progenitores que habíamos estado en
Jaragua, pueblo de origen del padre y en Galván, de su madre. Lo hicimos
(pasar), porque al día siguiente, que era domingo, íbamos a enviarlo (padre) a
Jaragua con unas cosas que compararía para uno de los miembros de la familia
visitados. Me partió el alma verlos. Al menos con lo que iba a realizar y que
ha tenido que esperar, pienso contribuir a amortiguar la difícil situación en
la que están. De todas formas, sin importar el cómo, nos brindaron una sonrisa
y hasta café.
Al salir de casa de
ellos y en dirección a la mía, antes de la fábrica de block, me dice (esposa),
que debemos ir a la iglesia de los Mormones. Mi segunda hija, que profesa esa
religión estaba allá. Sin discusión fuimos a buscarla.
A poca distancia de
donde realizaría el primer corte para ir a mi casa una persona que resultó ser
el alguacil Francisco Antonio Davis Tapia (Deivin), se da una situación de
tránsito. Nosotros nos vemos en la imperiosa necesidad de hacer una maniobra
para evitar pegarle. Eso lo evitamos, pero mi reflejo no atinó a advertir un letrero
en la acera y lo impacté. Suerte que no fue al carro que le di porque Deivin
iba con niños en los asientos traseros y pudo haber ocurrido una desgracia
lamentable.
Gracias que tuve el coraje, el valor, la valentía y adoptar la
decisión que en todo momento es importante de preferir estrellarme y no darle a
él. Pudo haber alguna muerte no deseada y él, Deivin es una persona muy humana.
Lo demostró, pesé a que un “amigo”, que quiere vernos la cabeza donde están los
pies antes de ir a que nos pusiéramos de acuerdo en la fiscalía para que se
envalentonara le dijo esta frase “no te afloje”. Ni siquiera hay que decir el
nombre porque es una persona que sufrió bastante en su niñez y no deja el
resentimiento y cree que los otros somos los culpables de su desgracia.
Deivin, abogado y
hombre de formación cristiana no le hizo caso y a lo mejor leyó el pensamiento
de Paul Auster, novelista y poeta estadounidense: “nunca hay que dejarse
dominar, incluso cuando crees que el otro sabe lo que más te conviene. Acá se
justa mucho el refrán popular: “el tiro le salió por la culata”.
Luego de ese evento
desagradable que puso en juego mi vida y la de mi esposa de más de casi 25
años, no pierdo nunca la compostura ni la realidad que enfrentaba en ese
momento y accedí a darle auxilio a ella, enviarla al hospital con un amigo de
Palmarito que llegó casi al instante. Temí lo peor. Gracias que solo fue un
susto.
Introspectivamente
reflexioné en lo más profundo de mi alma, de mí ser, ya que todo pudo haber
terminado en ese momento. Analizaba con mi yo interno, qué pasaría con mis
mijos-as. Yo ausente físicamente. Con el mayor que estudia ingeniería, la
segunda que estudia comunicación social, y otros dos que aún están en la
primaria. Mi mujer, que es enfermera de formación y nosotros debemos seguir
viviendo, al menos otros 100 años más. Ellos nos necesitan.
Hago todo este
relato, casi una crónica, un género periodístico que nos enseñan a los que
estudiamos periodismo, porque algunos “amigos” han tratado de darle la
connotación al caso que nunca la tuvo. El vehículo sufrió daños, pero no somos
apegados a lo material. Es lo de menos. Lo importante es la vida. Así sin
seguir religiones ni visitar iglesias pensamos nosotros, dada a nuestra
formación basada en valores.
Un sobrino de una
persona involucrada en un caso delicado, en el que como periodista asumimos una
actitud responsable en lo relacionado a la cobertura y difusión, en las redes
sociales dio una opinión que no nos preocupa, porque actúa movido por el odio y
el resentimiento y, por supuesto, se descalifica porque sus argumentos como
responden a esos objetivos, no son creíbles. Una colega periodista lo
compartió. ¡Aplausos!.
Otro, que se
enganchó a comunicador para conseguir dinero se fue muy lejos, más lejos que
frase que es su consejo a Deivin “no afloje”. No solo llamó a los periodistas
para decirle y casi obligarle escribir porque había una orden de arresto y
conducencia contra nosotros. Como forma de convencer a mis colegas le dijo que
tenía copia de ese documento. Se trata de un documento público para las partes,
no para terceros, pero el propósito era hacer daño. Regó muchas copias. Fue
hasta la casa del padre del joven, un señor excelente para aconsejarle que nos
“trancara” y hasta al tribunal fue, pero no a expresar su solidaridad y buscar
que se arreglara la cosa, sino a echar leña al fuego y hacer leña del árbol que
entendió que había caído.
Luego en un
programa, dijo cosas que no sentía. Sus palabras más que ayudarle le delataban
por la hipocresía y el odio que exhalaba. La idea, hacer aparentar de nosotros
lo que no somos y de paso atizar. Yo, que manejo un poco el discurso y la
comunicación así lo percibí. Puedo estar equivocado. Es de humanos.
Lo que sí tiene
valor para nosotros son las llamadas para observarme el discurso solapado,
lleno de veneno, de intriga y henchido de odio, que a la larga es quien sufre
el dolor, sino ese “amigo”. Pero él olvidó algo: soy periodista, él no y no
pertenece a ninguna de nuestras instituciones. Olvidó que nos enteraríamos y
que ninguno de nuestros colegas, periodistas y comunicadores iban hacerle caso,
porque el bacalao se conoce aunque venga disfrazado. Así me lo reflexionó un
colega al que llamó y me dijo que cuando le pusieron a ese “amigo” al teléfono
otra persona se preguntó sin decirle nada: ¿por qué a mí?
Un funcionario
judicial, que fue muy comprensivo con él cuando se generó entre nosotros una
situación parecida, ordenó apresarnos, cuando él no tenía la competencia. De
haberse materializado, hubiese sido una penosa cosa, violentaría mis derechos e
interferiría en una acción que es propia de la fiscalía, precisamente donde
estábamos, buscándole una solución al mal entendido, que era la postura de su
titular, de los dos que tuvieron el incidente y de varios amigos que así lo
entendían. Al fiscal le estaremos eternamente agradecidos.
Lo que sí tiene
valor para nosotros es el aprecio, la preocupación mostrada por mis colegas
periodistas y comunicadores, quienes nos llamaron para saber cómo estábamos,
incluso de otros pueblos y de Santo Domingo al enterarse de lo sucedido
marcaron a nuestro celular. La familia que estuvo preocupada y presente.
De todas formas,
agradecemos a esas personas, que con sus razones o no, intentaron hacernos
daños, con argumentos falaces, alejados de la verdad y de los hechos y del que
intentó privarnos de nuestra libertad, sin haber agredido a nadie. No lograron
ese despropósito.
Como periodista
egresado de la Escuela de Comunicación Social de la UASD e Instituto
Internacional de Periodismo José Martí, de La Haba, Cuba, estoy consciente que
afectamos intereses cuando escribimos, decimos nuestra opinión. Sé de los
peligros a los que nos enfrentamos, pero ya lo dijo Manuel Buendía, periodista
mejicano, asesinado un 30 de mayo de 1980 en ciudad Méjico: “el periodista es
como el soldado en combate”. No
se puede renunciar.
Y lo reafirmamos
por el comportamiento que tuvieron esas personas solo para generarnos una
situación delicada, incluidos abogados, quienes sabemos cuáles, que se le
acercaron a Deivin porque ese caso era de “cuartos”.
No ha sido a mi
solo a quien solo le han hecho esto, disculpe al paralelismo, pero a Jesús,
enviado por su Padre, el Hijo amado a salvarnos de nuestros pecados,
crucificaron, vilipendiaron, ultrajaron y hasta prefirieron matarle a él
(Jesucristo), antes que a Barrabás, quien era un confeso criminal, responsable
de alborotamiento, asesinato y robo.
A partir de ahora,
el cuidado será mayor, porque hay enemigos ocultos que salen cuando creen que
casi mueres para acelerar tu partida, pero de una cosa deben estar seguro y es
que siempre actuaremos correcto, de frente, con firmeza, que no dejaremos de
hacer en lo que nos formamos académicamente, sobre todo, seremos honesto y
responsable en nuestros actos porque somos conscientes que si volamos bajito.
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