Por Miguel Ángel Cid Cid
Concluido el proceso electoral, período que incluye las demandas de
la oposición por la transparencia y reconteo de votos, las aguas regresan a su
cauce normal. Las autoridades locales electas se aprestan a los protocolos del
cambio de mando. Unas ceremonias o formalidades prescritas por la Ley, y que se
repetirán a lo largo y ancho del país.
Cerca de cuatrocientas localidades se abocan al inicio de un nuevo
período de gobierno. De acuerdo a la Ley 176-07, del Distrito Nacional y los
municipios, el cuatrienio lo precede una Comisión de Transición. No obstante,
el texto legal aporta pocos elementos en el aspecto de la transición. Sobre
todo si interpretamos el espíritu de dicho aspecto, un prerrequisito de la continuidad
de las acciones del Estado.
En efecto, el artículo 46 de la mencionada Ley 176-07, se limita a
mandar a crear comisiones de transición de las autoridades salientes y
entrantes para que las primeras informen a las segundas sobre la marcha de la
administración municipal y de los asuntos pendientes.
A pesar de esta parquedad legal, las nuevas autoridades tienen el
compromiso de iniciar la gestión con buen pie. Por tanto, los alcaldes podrían
ampararse en la máxima jurídica que reza que “Lo que la Ley no prohíbe, está
permitido”.
O utilizar otros recursos que ofrece la Ley a los que se puede
recurrir. Es el caso de la obligatoriedad de formular, por ejemplo, los planes
de desarrollo municipal. Los artículos 122 al 126 se emplean, en efecto, para
el abordaje de la planificación en los ayuntamientos.
El artículo 122 dice que “Los ayuntamientos aprobarán, a
iniciativa de los alcaldes y con participación de la comunidad, planes
municipales de desarrollo, a los fines de:
a.
Lograr una utilización e
inversión adecuada de los recursos municipales para impulsar su desarrollo
integral, equitativo y sostenible.
b.
Brindar una oportuna y
eficiente atención a las necesidades básicas de la comunidad.
c.
Lograr un ordenamiento
racional e integral del territorio municipal.”
El artículo 125 trata, en ese mismo orden, sobre la vigencia de
los Planes de Desarrollo. “Los planes de desarrollo de los municipios serán
aprobados dentro de los primeros seis (6) meses del inicio de cada gestión y su
vigencia será por cuatro (4) años a partir de la fecha de aprobación del plan.”
De manera que la Ley 176-07 ofrece herramientas para que al asumir
el gobierno del municipio se produzcan avances en torno a las líneas de acción
del plan de desarrollo.
Por tal razón invito a que las nuevas autoridades se apoyen en
técnicos capaces de mirar el cambio de gobierno en perspectiva y orientado hacia
el desarrollo local.
Una gestión exitosa descansa en una buena planificación. La
ejecución de las tareas de la misma debe ser conducida por un equipo técnico no
sólo capaz, sino también pro activo,
asertivo y armónico.
Todo ello porque las autoridades municipales para el cuatrienio
2016-2020 están compelidas a producir un modelo de gestión local eficaz y
novedoso. Pues ver con ojos creativos la gestión pública local, posibilitará el
surgimiento de una nueva generación de líderes honestos y capaces; de líderes enfocados
en el bien colectivo.
Esos son los políticos que necesita la sociedad dominicana de hoy,
tanto en el plano local como nacional.
Por ello me permito sugerir tres recomendaciones a los próximos
intendentes municipales:
1.
Identificar las debilidades y
amenazas de las alcaldías, al tiempo de identificar las necesidades urgentes de
las comunidades que requieren ser abordadas sin perdida de tiempo.
2.
Potenciar las fortalezas de los
respectivos ayuntamientos y reorientarlas hacia la sostenibilidad; Crear
alianzas estratégicas con otras instancias del gobierno nacional,
organizaciones autónomas e instituciones serias de la sociedad civil.
3.
Formular un plan de acción
que esclarezca el impacto deseado en los primeros cien días de gobierno y sirva
de base al Plan de Desarrollo del Municipio para el cuatrienio.
No hay soluciones mágicas. Pero comenzar a limpiar las ciudades, a
iluminarlas y hacerla paso a paso más seguras, es el trillo que nos conducirá a
ir por más. A ir por desafíos que conduzcan hacia el progreso. ¿Por qué, entonces, no empezar por el
principio, por la transición?
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