Por J. Casado
SANTO DOMINGO.- Al terminar la jornada de su fresca temperatura la
noche anterior, el Sol tibio con un tímido amanecer en el plácido
sector de Gazcue.
Pero para los que
madrugan, algunas sorpresas se les pueden presentar en el preludio del día.
Así es mi caso, tome un
puñado de arroz crudo para desde un quinto piso saludar a más de una docena de
palomas que anidan en el edificio del frente, pero que se cruzan diariamente y
a todas horas del día, a la azotea de una casa de dos niveles, donde se le
arrojan alimentos de su gusto.
Suelto el puñado de arroz
y me percato que el escenario donde comen las palomas sirve de cama a un
desconocido que trepó altas paredes quién sabe a qué horas de la madrugada para
echarse a dormir sobre el concreto al aire libre, de una propiedad invadida,
que nunca le autorizó para su aparente descanso.
Tenía una cámara a mano y violé su sueño con varias tomas fotográficas que de algo podrían servir más luego, eso pensé. Al ver su espacio invadido, las palomas nunca se acercaron a buscar el alimento mañanero.
El desconocido, tal cual
“bello durmiente”, permanecía plácido sin importar la poca ropa roja que
tenía y los rayos del sol que lo cubrían como sabana transparente.
Desde lo alto, estoy en
la incertidumbre de si será un ladrón, un delincuente o simplemente un
discapacitado mental, que actuó con cierta "inteligencia" para
conseguir un lugar seguro y tranquilo donde dormir.
La mañana estaba tan
buena para dormir que los ocupantes de la casa nunca se percataron de lo que
pasaba.
Al acecho me mantuve por
largos minutos para comunicarle lo que pasaba a dos soldados que prestan
servicios de seguridad en una oficina estatal y que semanas antes habían
apresado a otro joven, en el mismo lugar, pero esa vez con intensiones no
sanas.
De inmediato, los
guardias se pusieron en atención y subieron a la azotea donde dormía el
desconocido y lo despertaron con tono de autoridad hasta invitarlo a bajar con
la amenaza de que en otra ocasión, de que sea visto por los predios, sería
apresado o violentado a tiros con consecuencias reservadas.
Sin mediar palabras y
soñoliento el supuesto discapacitado mental se echó paredes abajo solo alegando
que buscaba colillas de cigarrillos donde lo agarró Morfeo en sus brazos hasta
quedarse rendido
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