Por Amaury Justo Duarte
El cerco mediático que
había impuesto el grupo reeleccionista contra la oposición ha sido desmontado.
Hoy, a cinco meses de las elecciones, la polarización entre Danilo Medina y
Luis Abinader es un hecho irreversible y las consecuencias de este fenómeno
tienen consecuencias muy importantes para el desenlace electoral del 2016.
En primer lugar, no hay
chances para que una tercera opción pueda colarse. La polarización es una
expresión de la división del electorado en dos grandes alternativas: la
continuidad y el cambio.
Este fenómeno sigue una
cultura electoral de los dominicanos desde 1962, cuando Juan Bosch y Viriato
Fiallo, se enfrentaron en diciembre de ese año en las primeras elecciones
libres celebradas en el país después de la desaparición de la tiranía
trujillista. A partir de ahí, en cada proceso electoral la polarización
ha sido la norma.
Una tercera opción solo
pudiera tener lugar si Luis Abinader no hubiera captado el voto de la
oposición, y este, disperso buscara nuevas candidaturas donde aposentarse.
Pero ha sucedido todo lo contrario, Abinader ha hecho su trabajo y
aparece como el único contendor capaz de enfrentar la reelección con
posibilidades de éxito. La alianza concertada con el Partido Reformista amplía
el abanico a favor de Luis y manda un mensaje a la población de que es posible
derrotar la reelección.
En segundo lugar, la
polarización, ciertamente, permite al elector opositor abrigar esperanzas
de un cambio. En estas circunstancias, en la medida en que se acerquen
las elecciones, el voto útil de nuevo se impondrá, puesto que la gente sensata
no quiere que un voto disperso pueda favorecer la reelección de Danilo Medina.
La polarización permite a la oposición aumentar su caudal de
votos en la masa silente, en los electores independientes y, en aquellos
sectores que no ha tomado todavía una decisión.
Inicialmente, el grupo
reeleccionista elaboró una estrategia que consistía en lanzar la especie
de que “Luis no arrancaba”, “que no había oposición”, “que la reelección era un
hecho consumado”, etc, etc. Y esa estrategia originó una percepción.
Hoy, la situación es
diferente. El candidato opositor, Luis Abinader, se ha colocado como un
referente indiscutible. Entre los empresarios, comerciantes, profesionales,
trabajadores, estudiante, jóvenes y mujeres, intelectuales, Abinader es visto
como el indiscutible representante de la oposición. Danilo Medina solo contaría
con la utilización de los recursos del Estado y con una Junta Central Electoral
(JCE) manejable. Pero, los escándalos de corrupción que han estallado
unos tras otros, la crisis del sistema judicial, las contradicciones en
el PLD, y el fracaso de las Convenciones internas del 13 de diciembre, han erosionado
las posibilidades del grupo reeleccionista y muestran una tendencia: mientras
Danilo baja, Abinader sube.
¿En qué momento se
producirá el equilibrio de fuerzas? ¿Febrero? ¿Marzo? Nadie lo sabe con
exactitud. Pero cuando este fenómeno ocurra, el electorado opositor podrá
percibir que es objetivamente posible vencer la reelección.
Así de
simple es la cosa.
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