Por Antonio Almonte
Un breve paseo por los sistemas electorales
y congresuales de América y de Europa nos enseña que las reglas para elegir los
congresistas en la mayoría de los países no permiten que un partido político
que obtenga en las elecciones el 43% de los votos congresuales no saque un solo
senador – ni para consuelo-.
Eso solo sucede en la República Dominicana,
como ocurrió en el 2010 con el PRD.
El horizonte político estratégico del
liderazgo opositor local se ha extremado en pragmatismo y estrechez de miras,
hasta el punto de que aquellos resultados del 2010 (desconocidos en términos
tan radicales e inequitativos a la hora de la distribución de escaños en el
Senado), tan solo lo han utilizado como armas para luchas internas fratricidas
o para la burla de la dirigencia coyuntural del partido derrotado.
En América Latina existen congresos con una
sola cámara – Perú, Venezuela- Nicaragua y otros – en el que es imposible que
la oposición se quede sin alguna representación, y existen (México, Colombia y
Argentina, por ejemplo) sistemas bicamerales con modalidades de elección del
senado que garantizan a la oposición sacar senadores aunque haya obtenido una
votación de hasta un 15% o menos.
No se entiende, pues, como toda aquella
costosísima batahola de discursos, conferencias y consultas y pactos durante
los años previos a la reforma constitucional del 2010, prometiendo el arribo
inminente de la madre de todas las revoluciones democráticas modernas, no
sirviera para superar una realidad tan anacrónica y escandalosa para cualquier
estudiante de derecho.
¿Cómo puede calificarse de representativo y
democrático un sistema político en el que el 43% de los ciudadanos que votan
por un partido al congreso se queda sin un solo representante en el senado?
Ese sistema debe ser reformado de raíz, y
la propuesta debió encabezarla la oposición que es y será – con el desmadre del
clientelismo y la cota del 50% para ganar- la principal víctima.
Aberraciones similares se les “escaparon”,
en el 2010 y el 2015, a los ingenieros constitucionalistas, los mismos que
parieron la “democracia pactada” ¿o pateada?
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