Por Melvin Mañón
El PLD del año 2016
no es el mismo del 2012 ni tampoco la sociedad dominicana es la misma. En 2012,
vale recordar, el PLD no ganó las elecciones pero se impuso con el fraude. En
el 2012, el PLD maquinaria estaba intacto y su imagen resaltaba frente a un PRD
dividido en la cúpula y cuyo candidato, a pesar de logros importantes, era una
fuente inesperada pero segura de costosos desaciertos. En ese escenario y con
el decidido respaldo político y financiero de Leonel Fernández, el PLD promovió
la imagen bonachona de su candidato que prometía ser diferente.
Muchos electores por
puro rechazo al estilo de Hipólito y en parte por dudas respecto al PRD
se acogieron a esta promesa del Sr. Medina sin más fundamento que su palabra y
el recuerdo de la única ocasión en que ese mismo señor había denunciado los
abusos que se cometieron una vez en contra desde el poder. Ni siquiera así
pudieron ganar las elecciones y el PLD hubo de acudir a la compra masiva de
votos, justamente, como planean repetirlo ahora.
En el 2012, la
imagen pública del PLD estaba asociada a la de Leonel Fernández. El resumía
todo lo fatuo, las promesas de logros y el expediente de una gestión corrupta
pero el PLD partido, aunque salpicado, no se asociaba, al grado que lo está hoy
día, con una práctica política y una manera tan corrupta de hacer las cosas.
Mucha gente en 2012 quería creer y creyó que Danilo era diferente, que era
mejor.
Hoy, ya no hay lugar
para semejante creencia y nadie la enarbola porque la gente ha visto todo y ni
siquiera la fábrica de encuestas favorables ha podido retener la imagen de
Medina que naufraga en las visitas que no son sorpresas sino fraude y en las
escuelas que no son escuelas sino una cloaca de la OISOE. Los que apuestan por
Danilo no lo hacen por virtuoso ni por eficiente sino y bajo la creencia de que
no hay quien lo derrote, lo cual, además de falso le hace un servicio
consciente o inconsciente al PLD.
La derrota electoral
del PLD es posible porque las dos patas en las cuales se ha apoyado todos estos
años enfrenta serios y potencialmente insolubles problemas. ¿Cuáles son esas
dos patas? 1ro.- Una imagen de que eran diferentes, mas organizados, sensatos,
modernos, exitosos e ilustrados y 2do.- una formidable e intimidatoria
maquinaria electoral que les permitía neutralizar oponentes, comprar votos y
arrear gente como ganado para llevarla a votar por el candidato indicado.
Los hechos has
demostrado que el PLD no era diferente al antiguo PRD ni al PRSC, sino que era
más de lo mismo y de hecho peor. No conozco a nadie que defienda al PLD como
una entidad de mérito pero si conozco muchos que se lucran y que, impúdicos,
prometen seguir en el poder porque si, porque les corresponde y porque creen
que nadie los va a desalojar de allí.
Si hubo alguna
posibilidad dentro del PLD de atribuirle lo malo a Leonel ahora no es posible
excluir a Danilo y aparte de ellos dos, nadie ha pensado seriamente, ni por un
instante, que se haya formado otro liderazgo distinto. Hoy día, el PLD es
Danilo o Leonel. Nadie más. Y ambos ya han demostrado sobradamente lo que son y
para lo que dan. El hastío y el descontento generados en la población por esta
convicción hacen posible –a pesar de recursos ilimitados en su poder- una
derrota electoral en presencia de candidaturas alternativas que no le ofrecen
al PLD la posibilidad de hacer campaña a base de ridiculizar a su oponente,
descalificarlo y capitalizar en sus desaciertos.
El PLD en esta
ocasión no ha podido repetir la gran alianza del 2012 donde saboteó al PRD
desde dentro, concurrió con una serie de partiduchos para tener a favor de
quien comprar los votos y arrastró a al PRSC tras haberlo diezmado. Ahora, el
PLD compró el cascarón del PRD pero como dijo uno de sus dirigentes, no al
precio que hubiera valido en 2012, sino al precio devaluado que tiene ahora.
La compra del PRD no
ha fortalecido al PLD sino que lo ha debilitado porque ha fracturado ese
aspecto del PLD maquinaria electoral planteando una nueva e inesperada
repartición de la renta del Estado, comprometido el respaldo a candidaturas que
no son aceptables en numerosas comunidades y ahondado contradicciones no
solamente derivadas del conflicto Leonel-Danilo sino basadas en preferencias e
intolerancias locales que inhiben el compromiso, limitan la participación y cuestionan
el futuro.
Al malestar creado
por la adquisición obligatoria del PRD se suma el conflicto entre Leonelistas y
Danilistas. Está claro, mas no por eso olvidado ni perdonado por Leonel, que
Danilo Medina utilizó algún tipo de acuerdo o maniobra con los americanos para
montar el espectáculo de Quirino cuya única finalidad era la de invalidarlo
como contendiente y competidor dejando libre el camino a la reelección.
Tras la derrota de
Leonel en el Comité Político y el soborno masivo de los legisladores Danilo
creyó que tenía la reelección asegurada pero fue entonces cuando su imagen
empezó a colapsar como habían advertido algunos analistas entre ellos Felipe
Ciprián.
En cuestión de
semanas el país cambió la percepción que tenía de Medina y terminó equiparándolo
con su predecesor pero en esa comparación perdió dos veces. Medina es percibido
tan o más corrupto que el propio Leonel pero sin ninguno de los atractivos de
aquel y segundo, a medida que la población dio señales de desencantarse de
Medina muchos de los que habían desertado de Leonel a raíz de la masacre del
congreso, empezaron a volver a su lado sospechando de que, después de todo, la
reelección no está tan segura como habían creído y de que, para el 2020,
Leonel luce mejor
inversión que Danilo. Perder en 2016 es hoy día, para muchos en la cúpula
peledeista, no solamente una venganza justificada sino un temor diluido porque
ya ellos pasaron el susto de la justicia y confían que podrían sobrevivir
perfectamente a un gobierno del PRM o de una coalición encabezada por este lo
cual, estratégicamente hablando, convierte al leonelismo en el principal
partido opositor de la reelección.
La idea de que la
derrota del PLD exige una gran organización opositora o una coalición no toma
en cuenta que el grado de división, la debilidad, contradicciones y fracturas
internas puede favorecer a la oposición moderada la cual para ganar no necesita
ser iluminada sino solamente prudente. Abinader, para más señas puede ganar sin
ser brillante, que no lo es, ni combativo que tampoco lo es, sino solamente no
cometiendo errores que le permitan a su adversario hacer campaña a costillas
suyas como fue el caso con Hipólito.
Es incorrecto
afirmar que la insatisfacción de la población con el gobierno pero sin opciones
electorales convincentes llevará a la población a votar por la reelección. El
nivel y grado de descontento de una población con un gobierno no es estático
sino dinámico. El PLD ha entrado en esa etapa donde una parte cada vez mayor
del dinero apartado para el soborno se queda en las manos de quien soborna en
la creencia de que su propio futuro y bienestar personal es más importante que
el del proyecto para el cual y a cuyo nombre soborna.
Una oposición débil
facilitó las deserciones y los enfrentamientos internos dentro del PLD. Al
amparo de esa creencia surgieron a la luz pública fisuras que existían desde
antes pero que habían sido oportunamente suprimidas o anuladas precisa (pero no
exclusivamente) porque antes habían tenido un adversario poderoso.
El gobierno, por su
parte, dispone de una ventaja importante a la hora del fraude porque será muy
difícil para el PLD resistir la tentación de perpetrar el fraude mas allá de
cualquier límite y escala en la creencia de que el adversario no tiene la
organización, la determinación, la visión ni las agallas para plantarse. Sin
embargo, tampoco el PLD está igual que antes, no es el mismo equipo, no es el
mismo público en el estadio y algunos bateadores reconocen las técnicas de los
lanzadores y el estilo del manager.
El país puede desear
y necesitar una organización política sólida o una gran coalición, pero lo que
tiene en la vida real es una organización más o menos amplia pero con pocas
raíces, con una candidatura débil y ninguna coalición lo cual no quiere decir
que no puede ganar.
La definición de
victoria electoral no depende exclusivamente de la oposición sino también del
estado, situación y circunstancias del gobierno, su partido y su candidato. En
este caso, la ausencia de una coalición no perjudica el voto contra el
gobierno, al contrario, da al electorado la opción de escoger a Luis, Guillermo
o a Minou y mientras mayor sea la votación a favor de estos, mejor será para la
democracia dominicana siempre y cuando, al convocarse una segunda vuelta, toda
la oposición vote en una sola dirección, perspectiva que, dicho sea de paso, no
está en peligro porque ninguna de las fuerzas de oposición está cometiendo el
error de confundir al enemigo ni canibalizarse.
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