Guatemala, Honduras, El Salvador, Perú, Brasil, Chile.
México, Venezuela, Argentina. Los escándalos de corrupción sacuden a América
Latina. La ciudadanía se organiza y protesta espontánea y masivamente. ¿Un
despertar?
Las brigadas anticorrupción en Perú; la oposición
indignada en Honduras; los sectores que han exigido la creación de una
“Comisión Internacional contra la Impunidad y Corrupción”, en Honduras y El
Salvador. La cúpula empresarial, el Comité de Unidad Campesina, las iglesias
católicas y evangélicas, decenas de miles de ciudadanos reunidos en la Plaza de
Constitución guatemalteca para pedir y conseguir la renuncia y detención de la
vicepresidente, Roxana Baldetti, y del presidente Otto Pérez Molina.
¿Ha pasado la sociedad civil latinoamericana de la denuncia y el
monitoreo independiente a la calle? ¿Por qué ahora? ¿Qué ha logrado y que
retos enfrenta esta ciudadanía “indignada”? DW conversó con dos expertos.
Despertar ciudadano: ¿por qué ahora?
No hay una medición científica que pruebe un aumento de la
corrupción en la región, “pero cada vez las instituciones funcionan más, por
eso se detecta más corrupción”, afirma a DW Alejandro Salas, director regional
para las Américas de Transparencia Internacional (TI), conocida red de
organizaciones no gubernamentales de lucha contra la corrupción, con sede en
Berlín.
Como ejemplo claro sirven el Ministerio Público y la Cicg
− o Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, una especie
de fiscalía independiente, adscrita directamente a Naciones Unidas y financiada con contribuciones
voluntarias de la comunidad internacional. Ambos lideran “procesos de
investigación y desarticulación de redes del crimen organizado, que se incrustan
en el Estado”, ilustra José Carlos Sanabria, analista político de la
guatemalteca Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES).
Honduras: "indignados" piden la renuncia del
presidente, Juan Orlando Hernández, cuya campaña electoral se financió con
desvíos de la seguridad social.
“En el último par de décadas ha habido muchos esfuerzos por
denunciar y prevenir la corrupción. En varios países, se han promovido leyes de
acceso a la información pública, se han mejorado los sistemas de compras y contrataciones
del Estado y cada vez la prensa denuncia más”, agrega Salas: “Según
estadísticas, en 1996, en México, la prensa reportó alrededor de 500 veces
sobre el tema corrupción en sus titulares; en 2014, la cifra subió a más de
30.000”. Quizás por ello, “las personas cada vez están más molestas y ya
entendieron que la corrupción tiene un efecto en la calidad de sus vidas”,
explica el experto de TI.
La ciudadanía ha reaccionado finalmente a “la crisis de
representatividad y legitimidad” de un sistema político “que no ha tenido la
capacidad de satisfacer las demandas de la región, con altos niveles de
pobreza, desigualdad, desnutrición”, opina por su parte el analista de la
ASIES. En el caso guatemalteco −como en no pocos en la región−, ese malestar se
concentra “especialmente en las regiones urbanas, en la clase media y
media-alta del país”, explica Sanabria.
Guatemala y Brasil: “dos buenos ejemplos”
En toda la región, la corrupción ha dejado de ser un “tema
secundario” −abordado en protestas por reformas en la educación o en la gestión
de seguridad pública− para ubicarse en el centro del hartazgo de la gente,
resalta Salas. Otro denominador común de estos movimientos –con contadas
excepciones −, es el carácter “pacífico”,
muchas veces “festivo” de la mayoría de sus manifestaciones, una “celebración
de la democracia y la posibilidad expresarse libremente”, añade.
Manifestantes en Brasil, piden la renuncia de la presidenta
Dilma Rousseff, salpicada por el escándalo en Petrobras.
Ahora mismo, en la región, “Guatemala y Brasil son dos buenos
ejemplos de cómo el poder de la gente cuenta”, celebra este experto
latinoamericano de TI. “Guatemala está dando lecciones muy democráticas y
ejemplos muy positivos a América Latina”, demostrando que la presión social funciona,
coincide el analista de la ASIES: “Los funcionarios públicos que asumirán el
próximo año, llegarán a un contexto completamente diferente al que tenían
pensado para ejercer porque van a tener a una ciudadanía más vigilante, una
ciudadanía que perdió el miedo y que ya no va a tolerar más los actos de
corrupción.”
Por otro lado, está el escándalo de Petrobras en Brasil,
"probablemente uno de los más grandes de todos los tiempos en América
Latina, por el tamaño y las conexiones entre las élites políticas y
económicas", estima por su parte el director regional para las Américas de
TI. En el gigante sudamericano, un juez (Sergio Moro) y un equipo de fiscales
“muy valientes”, están haciendo su trabajo, pero “lo pueden hacer y se vuelven
más fuertes porque la sociedad civil ha salido a la calle a respaldarlos”,
insiste.
Se perdió el miedo: ¿y ahora qué?
“Haber recuperado los espacios públicos y haber roto el miedo
que limitaba la participación política”, son para Sanabria los principales
logros de la ahora “comprometida e indignada” sociedad civil guatemalteca.
Ello, tras más de quince sábados de movilizaciones continuas, “completamente
voluntarias, sin un compromiso político partidario”, en un país que aún a
inicios de años exhibía, a su juicio, una débil cultura demcoratica y una gran
apatía política.
Ahora, en Guatemala, los retos futuros están principalmente
vinculados con la necesidad de pasar de la manifestación a un proceso de
organización y participación política, “que inicie con una agenda de fiscalización
y control de las acciones de los funcionarios públicos” e insista en la reforma
del Estado: reformas a la ley electoral y a la ley de partidos políticos,
reformas a la Contraloría General de Cuentas, enumera Sanabria. En toda la
región, además, agrega Salas, habrá que trabajar aún en la protección a los que
denuncian actos o tramas de corrupción, que “sigue siendo débil”.
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