Por Miguel Ángel Cid Cid
Asumida la máxima popular de que “El
que paga, manda”, uno está propenso
a creer que quien administra el presupuesto de un pueblo, sea pequeño o grande,
es el jefe de ese pueblo.En tal sentido, participar en la formulación, gestión,
administración y definición de las prioridades a asumir en la estimación
presupuestaria de un Ayuntamiento, constituye un acto de democratización de la
jefatura, creando un jefe colectivo y diverso, algo que se traduce en clave
para la promoción y gestión del desarrollo local.
Los planificadores afirman quela “actividad
que no esté consignada en el presupuesto, es una actividad que no existe,
aunque se repita varias veces en el plan”. De ahí se colige que cuando te
presentan un plan o programa de actividades a realizar, lo primero es preguntar
por el presupuesto general de dicho plan o programa y así confirmar la
existencia real de estas actividades.
Al preguntar por el presupuesto, (¡esa simple interrogante!) es
suficiente para que “se le paren los
pelos” a los dirigentes políticos y sociales proponentes. Sobre todo a aquellos que por lo regular pretenden sorprender a las
comunidades con propagandas ilusorias. Basado en esta premisa me aventuro a
afirmar que la concepción del desarrollo local como práctica de vida, inicia
con esta sencilla pregunta: ¿Cuál es el presupuesto?
El proceso de desarrollo en general, sea este local o nacional,
implica tener poder de decisión. Y poder de decisión se construye con el acopio
y análisis de información. Pero, ¿Cuál es la información más confiable en el
presupuesto?Dado que el concepto de crecimiento en una u otra área puede ser
administrado desde un escritorio, el concepto desarrollo local requiere ser
gestionado en terreno, en el campo de acción y con los propios actores locales.
La gestión del desarrollo local, consecuentemente, no es posible sin
la participación de sus propios beneficiarios. Es decir, el desarrollo no se
regala, no se da, el desarrollo se construye en un proceso colectivo. Implica la
inclusión del universo de actores sociales, donde se aprovecha la diversidad de
intereses individualespara visualizarlas particularidades comunes del grupo.
El desarrollo local implica además administrar bien lo poco
(administración de la pobreza dirían los “intelectuales”
pesimistas de la sociedad civil) para estar en condiciones de gestionar la
abundancia, o como dirían en el barrio, “tener
menudo para devolver”. Asumiendo con propiedad esta enseñanza de la
sabiduría popular, estaremos preparados para establecer los límites de lo que
realmente queremos, ¿Qué desarrollo queremos en realidad?. Entonces, la “cooperación y los donantes” entrarían
ahí en función de empujar los propósitos del proceso en marcha.
Teniendo como verdad estas disquisiciones, participar en la
formulación, gestión y administración del presupuesto municipal constituye, sin
lugar a dudas, una acción de alta relevancia en la promoción y gestión del
desarrollo (municipal) local. El Ayuntamiento es el gobierno del municipio y,
por tanto, es a él a quien le corresponde la conducción del proceso de
desarrollo en su demarcación.
De manera quesi hacemos conciencia de que el desarrollo no depende de
la cantidad de recursos movilizados, ni de la existencia de muchos
profesionales ni, mucho menos, de carreteras y edificaciones pomposas, sino que
el desarrollo local es en esencia una
cuestión de voluntad individual y colectiva, bajo el respeto pleno de la
diversidad.
Siendo así, el presupuesto Municipal Participativo (PMP) debe ser
concebido como una de las primordiales herramientas metodológicas en los planes
de desarrollo de nuestras localidades municipales.
Miguel Ángel Cid
Twitter:
@miguelcid1
20 mayo 2015
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