Por
RAMON ANTONIO LOPEZ
Cuentan que aquellos fanáticos del islam que se auto sacrifican por sus
creencias lo hacen supuestamente convencidos de que irán al paraíso, donde Alá
les espera para gratificarlos con acceso a los placeres mundanos y otros
beneficios que no logran en la tierra.
Aquí, en Dominicana, en cambio, fácil de puede accesar al paraíso, pero
al de las bellezas naturales y tropicales que brinda Samaná al placer visual y
al entretenimiento humano.
Basta con desplazarse por el camino corto, hermoso y seguro de la
Autopista Juan Pablo II y el Boulevard Turístico del Atlántico, que comunican a
Santo Domingo con las provincias Monte Plata, Duarte, María Trinidad Sánchez y
Samaná.
El verde follaje del Parque Nacional de Los Haitises, la exuberante
belleza del este de la Bahía Escocesa, adentrándose en la parte oriental de las
costas del Atlántico, pasando por Las Terrenas hasta llegar al área en que
desovan cada año las ballenas jorobadas, en el marco de los cayos que bordean
la ciudad de Samaná y su entorno, ya no tienen la exclusividad del anonimato.
Esta región ha abierto sus puertas al ejercicio del turismo interno e
internacional, gracias a la apertura de estas carreteras, que nada tienen que
envidiar a vías de primer orden de cualquier parte del mundo, con sistemas de
seguridad vial, asistencia de emergencia a los conductores, reductores de
velocidad para los desaprensivos y controles con radares, entre otros
accesorios.
¿Qué es costoso el peaje que cobran las 4 estaciones instaladas en las
dos carreteras? Pero vaya usted a comparar su inversión en combustible,
distancia, tiempo, depreciación y mantenimiento del
vehículo, neumáticos y riesgos si usara otra(s) vías para llegar hasta aquí.
Amén de que por aquí, el viaje se hacesobre superficies bien
pavimentadas, con adecuadas señalizaciones verticales y horizontales, seguridad
vial de primer orden y la oferta de un efectivo servicio de auxilio rápido de emergencia.
Samaná, junto a sus privilegiadas bellezas naturales se asemeja tanto al
paraíso, que cuesta creer que esté ahora tan cerca, tanto para nacionales como
para extranjeros que nos visitan atraídos por nuestras playas y riquezas
tropicales y caribeñas.
Si desaparecieran la imprudencia de conductores desaprensivos que
transitan a velocidades excesivasy la falta de sentido común de los
propietarios de ganado que ponen sus animales a alimentarse sin amarras a
orillas de la carretera, nada sería tan perfecto.
El turismo tiene, pues, una catapulta instalada para seguir creciendo en
beneficio de todos.
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