Por Luis
José Chávez
Aunque sus logros en el ámbito socioeconómico
abarcan el crecimiento del empleo, la disminución de la pobreza, la
mejoría del ingreso per cápita y la diversificación energética, el principal
mérito de Pepe Mujica en “su corto período” de cinco años como presidente de
Uruguay, hay que buscarlo en otros parámetros no materialmente cuantificables.
Su gran aporte como gobernante es haberle recordado
al mundo que el poder se puede ejercer con nobleza y humildad,
y que el afán de lucro personal, en contraste con la pobreza
de la mayoría, no siempre es la principal razón de la política y de
los políticos.
En el caso dominicano, el ejemplo de Mujica llega en un
momento muy oportuno, cuando gana cada vez más terreno la idea de que la
política es una actividad puramente utilitaria para quien la ejerce y no
para la sociedad a la que supuestamente debe servirse.
A diferencia de Mujica, que hizo un esfuerzo para llevar
una vida austera para no distanciarse demasiado de su pueblo,
muchos políticos dominicanos no tienen ningún empacho en promover y
practicar la cultura del derroche y en estrujarnos en la cara lo bien que
les ha ido en el poder mientras a la mayoría de la población se les hace cada
vez más difícil ganar la batalla del día a día.
Organismo internacionales como el Banco Mundial y la
Comisión Económica para América Latina (CELA) han certificado que en los
últimos diez años la República dominicana ha registrado una de la más
elevadas tasa de crecimiento económico del Continente mientras al mismo
tiempo aumenta la tasa de la pobreza y la indigencia, convirtiéndonos en
el país con mayor nivel de desigualdad de toda la región.
Es decir, que el progreso ha sido evidentemente
secuestrado por quienes han administrado la riqueza que ha producido el
país a base de un masivo endeudamiento. No hay otra forma de explicarlo,
pero tampoco nadie se preocupa en disimularlo, ya que está a la vista de todo
el mundo.
Ojalá que el ejemplo de Mujica nos sirva para repensar
nuestra forma de hacer política y de ejercer el poder.
“Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo,
fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena
luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con un mayor sentido de
igualdad” (Pepe Mujica). 4 de marzo 2015.
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