Por Miguel Ángel Cid Cid
Para el Presidente Danilo Medina Sánchez debería ser un motivo de
profunda reflexión el tema de la reelección. Ante todoconvendría que valorara
las urticantes lecciones de sus antecesores. Si así lo hiciese, en tal estado
de meditación le aflorarían las imágenes de los presidentes Joaquín Balaguer,
Hipólito Mejía y Leonel Fernández.
Con todo, el más aleccionador para el Presidente Medina es el caso de
Hipólito Mejía. A pesar de que su gobierno contó con excelentes realizaciones y
una buena gestión en sus dos primeros años, en los dos restantes fue azotado
por una crisis bancaria descomunal. Crisis económica que hundió al país en un
verdadero caos. Solo en el aspecto del
mercado cambiario, por ejemplo, el dólar pasóa cotizarse de sopetón de trece
pesos por dólara cincuenta y cinco pesos por dólar. Esa situación redujo al
mínimo la capacidad de compra de los ciudadanos. Y en el aspecto político el
propio gobiernode Mejía se zarandeó por la fuerza de los vientos de ese
huracán.
No me cabe duda de que el presidente Mejía fue azuzado por grupos
enquistados en el poder que animaron el proyecto reeleccionista. El hecho fue
que decidió repostularse y emprendió el proyecto de reforma a la Constitución
al vapor. Y “el resto es historia patria”.
Empero, aunque hoy Hipólito Mejía luce recuperado, los costos materiales
y espirituales asumidos por éste y el pueblo dominicano para minimizar los
lastres dejados por los deseos continuistas de un grupúsculo, son
incuantificables e inenarrables.Conservar “el carguito” tiene su precio.
De modo que el espejo de Mejía es el que con más claridad y transparencia
refleja la amargura de las múltiples estelas que deja el reeleccionismo. Es al
través de este prisma, consecuentemente, que Danilo Medina debe verse así
mismo. Y rechazar la tentación del poder sin límites que nubla la razón y
distorsiona la visión creando perspectivas políticas falsas.
Y es que una de las caras del prisma reflejará la larga fila de “líderes”,
quienes por sí solos, son incapaces de conformar siquiera un comité de base, a menos
que sea a fuerza de mucho dinero proporcionado por el gobierno y, como ha
quedado sabido por los recientes escándalos de financiación política, por sectores
de perfiles que espantan.
En cualquier caso, si el Presidente Medina mira con atención por el
prisma de la realidad, como estoy sugiriendo, o deja caer la mirada de reojo
por un espejo de cuerpo entero, verá al fondo a cientos de funcionarios
brindando por la reelección. Verá quesos franceses sobre las mesas y vinos en
botellas cuyo costo por unidad supera los seis salarios mínimos. Verá a las
amantes de estos neo cortesanos desmontarse de yipetas con su gracioso andar, moviendo
esos cuerpos macizos y tonificados y
esos pechos turgentes y esas espaldas de curvas suaves y precisas que dejarían
sin aliento al mismo Pigmalión.
Pero como observador meticuloso,que lo es, prestará cuidado a los
detalles delaescena. Y allípodrá ver, vuelto nostalgia, la adusta imagen de
Juan Bosch. Ese hombre que constituye el paradigma moral del partido y el paísy
cuya impronta avergüenza a no pocos de sus discípulos.
Al ver tanta podredumbre, Medina concluirá en
que el PLD demanda con urgencia retomar su paradigma moral. Eso le dará
capacidad y fuerza para emprender, sin temor al juicio inmediato, una
transformación de esa organización política, mediante un proceso que propicie
una profilaxis a fondo que impacte todos los rincones del partido.
La magnitud de semejante iniciativa solo puede ser emprendida, en
estos momentos, por el Presidente Danilo Medina Sánchez. Solo él alberga las
condiciones para constituirse como el nuevo arquetipo moral del PLD, retomando
lo mejor de Bosch. Espantar el fantasma de su repostulación sería su objetivo
de muy corto plazo y, de largo plazo, pulgar su partido para demostrar con el
ejemplo que al país se le puede servir desde cualquier lugar o posición.
Miguel Ángel Cid
Twitter:
@miguelcid1
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