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Por Isaac Terrero y Julio Alejo
Se están dando las condiciones políticas,
sociales y económicas para que antes de finalizar el presente año se inicie una
reforma de la ley municipal, la cual debe tocar aspectos de fondo. En ese
sentido, la indicada propuesta de reforma deberá abordar la elevación a la
categoría de municipios de aquellos distritos municipales, que conforme al
censo del 2010 y sus proyecciones, alcancen una población de acuerdo a los
criterios legalmente establecidos y algunos otros criterios técnicos que
pudieran barajarse, hecho que indudablemente repercutiría en el futuro del
asociativismo municipal dominicano de manera positiva.
Casi todas las reflexiones, salvo algunas
excepciones, en torno al tema coinciden en que la transformación de la
administración local no debe hacerse a la carrera, tomando en cuenta que
estamos en medio de un proceso eleccionario del asociativismo municipal
dominicano.
Y precisamente, lo pertinente sería iniciar la
reforma de manera escalonada y gradual, de forma tal, que no entre en
conflictos con escenarios coyunturales que pudieran permear negativamente el
bien intencionado esfuerzo y que actores interesados, con reputaciones bien
ganadas de ser buenos pescadores en rio revueltos pudieran hacer uso del
mismo para sacar provecho político.
De lo que se trata es, de abordar una primera
etapa del amplio y profundo proceso de transformación al que debe ser sometida
la municipalidad. Ese primer momento debe estar encaminado a resolver dos
cuestiones fundamentales; la categorización de municipios y distritos
municipales y la transformación del asociativismo municipal como plataforma y
palanca de fuerza para llevar a cabo las demás alternativas transformadoras.
Ahora bien, como de lo que se está hablando es
de temas de fondo, la respuesta a la situación de ambivalencia en la que se
encuentra la categorización de municipios y distritos municipales, de manera
particular, debe resolver en este primer momento, la distribución de los fondos
de las municipalidades. La reforma, en tanto afecte lo relacionado con la
elevación o degradación de categorías municipales debe irse trabajando, pero
para que entre en vigencia a partir del 2016, de manera que sean garantizados
derechos adquiridos en las pasadas elecciones municipales del 2010.
En lo que tiene que ver con el segundo aspecto
a resolver, que es la transformación del asociativismo, la reforma debe
plasmarse con conciencia de lo que ese mecanismo significa para las
aspiraciones de reformar la municipalidad, ya que sin reforma del asociativismo
no hay reformas municipal que pueda producir los cambios requeridos. En ese
sentido, el nuevo asociativismo debe aspirar a convertirse en un espacio único
para la reflexión, análisis y abordaje de los grandes temas municipales, con
una visión integradora de las diferentes instancias y autoridades locales, así
como sus demandas en términos técnicos, políticos y sociales.
Para que esto sea posible, las direcciones
ejecutivas de las entidades asociativas de la municipalidad, principalmente la
de Fedomu que es la más poderosa de todas, deben mostrarse en actitud de
colaboración, deponiendo intereses particulares y personales que pudieran poner
en peligro el presente y futuro inmediato de tan importante mecanismo
asociativo. Por amor a la municipalidad y al asociativismo municipal, si es
necesario poner a disposición de la referida reforma sus cargos, deberían
hacerlo con el mayor de los entusiasmos, como gesto de desprendimiento, para
salvar un espacio que les ha permitido protagonizar tantos momentos de gloria
en términos políticos.
Deberían deponer de la aplicación de
estrategias invertidas, que se proponen la desarticulación del asociativismo
municipal en caso de que ciertos actores no ocupen determinados espacios
ejecutivos. ¡Y, la municipalidad se los
va a agradecer!

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