Por Melvin Mañón
Mientras más amplia
y diversa sea la dispersión del voto en las próximas elecciones nacionales,
mayor será la ganancia para la oposición democrática.
Sin embargo, prevalece la creencia contraria. La idea de que la unidad hace la
fuerza, que es en sí misma correcta, se toma, sin embargo, fuera de contexto y
no se percatan muchos de que es extemporánea. Es una idea simpática, es un
llamado que tiene ese aire de la cosa buena, sincera y correcta, pero no lo es,
ni estratégica ni tácticamente hablando. Ahora bien, ¿de dónde se alimenta el
atractivo y la fuerza de la convergencia? Del miedo ciudadano a que los
peledeistas sigan arriba. Pero de nuevo, ese miedo es mal consejero. Me pone
prisa y abraza un argumento simplista. Tengo que hacer esto ahora o perderemos
del PLD. En cambio, sigo creyendo que la mejor estrategia es trabajar
para forzar una segunda vuelta y eso se logra ampliando el escenario de opciones,
no cerrándolo. Por eso, veo la convergencia como el segundo paso, no el
primero.
Cada fuerza política
y cada sector social acudirá a votar, con más entusiasmo, mientras más amplia
sea la gama de opciones que le sean ofrecidas y ese voto expresará,
en primer lugar, una preferencia por y no un rechazo a. En ese escenario, muchos
que no han votado antes, lo harían o podrían hacerlo y otros que votaron PLD
por resignación tendrían una opción sin necesidad de acogerse al estribillo de
que no había otra cosa. Bajo la creencia de que no podían o no querían
votar por el PRD, tanto por razones como por prejuicios, muchos favorecieron al
PLD. Esa gente tendría, en este escenario, la oportunidad que una polarización
temprana les quitaría. Si la gente puede votar por cualquiera de las
alternativas que se presenten, sin adherirse a la creencia de que están botando
su voto, el resultado arrojará el más claro y convincente retrato de la
sociedad dominicana frente a un proceso electoral. Mientras mayor sea
entonces la dispersión, mejor el resultado y así mismo, el futuro de los
partidos no mayoritarios incluso de aquellos cuyo destino, por ahora, no nos
importa ya que solamente funcionan como franquicias y bisagras.
Hay otro aspecto de
naturaleza psicológica que tiene importancia. Un voto disperso permite que el
descontento pueda expresarse con la mayor libertad posible y al hacerlo
proporciona una demostración inequívoca de debilidad por parte del partido de
gobierno. Es bueno darle al electorado la posibilidad de votar en contra del
PLD sin que necesariamente tengan que darle ese voto a un PRD a quien antes han
rehusado favorecer. Si en las elecciones pasadas el PRD obtuvo un 49% de la
votación a pesar de un fuerte rechazo de su candidato, del fraude oficial y de los
errores de ese mismo candidato, tratemos de imaginar cómo se comportará ese
electorado si fuera dejado en libertad de votar a favor de cualquiera sin por
ello sentirse culpable de nada. Los votos a favor de otras
candidaturas procederán de todos los litorales, especialmente un segmento
importante del PLD descontento, reformistas desconcertados, independientes que
no se sienten representados y perredeistas desencantados.
Forzado a ir a una
segunda vuelta, el PLD pierde impulso, resulta cuestionado y termina colocado
en una posición más difícil para la ejecución del fraude en la segunda vuelta
porque, entre otras cosas, una segunda vuelta es virtualmente equivalente a un
plebiscito donde se vota sí o no. El PLD se ha organizado para ganar
en primeras vueltas y ellos saben bien porque han trazado y ejecutado
rigurosamente esa coreografía. Por lo tanto, hay que plantearse donde es más
vulnerable el PLD: ¿frente a una convergencia inicial o forzado a ir a una
segunda vuelta?
El arte de una
estrategia exitosa consistiría en asegurar que los llamados a votar, por parte
de los partidos hasta ahora pequeños, sin alianzas, coaliciones ni
convergencias propiciados por otros actores políticos se haga sin atacar ni
dañar la posibilidad y la necesidad de que esa alianza que se niega para una
primera vuelta esté, sin embargo, abierta y disponible para la segunda vuelta.
Por lo tanto, lo más inteligente sería caminar separados hacia el 16 de
mayo 2016, pero en la misma dirección y asegurándose de que, dentro de esa enorme
diversidad de fuerzas que intencionalmente se promueve, permanezca sólida la
visión y la convicción de que la alianza y la unidad serán no solo oportunas
sino necesarias y esenciales para ganar en una segunda vuelta.
Estoy convencido,
porque conozco a muchos de sus proponentes iniciales, que la propuesta de
convergencia es genuina pero esa autenticidad de origen no la hace
correcta. El PLD sigue sirviéndonos las mismas recetas y los mismos
procedimientos que antes. Quieren una campaña a su conveniencia y
ya empezaron con las encuestas que están diseñadas no para reflejar resultados,
sino para inducirlos.
Todavía es muy
temprano para abordar todos los escenarios de las próximas elecciones. Saber
identificar cuál es cuál es parte de lo que será necesario, -no para ganarle al
PLD, porque eso ya lo hizo el PRD en 2012- sino para ser y hacer gobierno.
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