Por
Anibita José
1974,
faltando seis meses para cumplir mis 16 años, edad que alcanza la independencia
adulta y los derechos de los ciudadanos a elegir sus gobernantes (en países
tercermundistas), perdí mi primera aspiración.
Estudiaba
en un liceo secundario de origen público, lo que me convertía en un prófugo de
la justicia despiadada de un gobierno maldito, en un estudiante pro-castrista,
devoto del Ché y comunista por instigación.
Por
aquella época, la juventud solo servía de estorbo para la sociedad, pues se
consideraba ilegal cualquier actividad recreativa de aparición en público.
Joaquín Balaguer gobernaba con sangrienta furia de ultra derecha y amenazaba
con acabar con sus enemigos, en esta ocasión se perseguía a todo aquel que se
atreviera a participar en actos de oposición y/o desobediencia civil (que era
lo mismo).
En
esa ocasión, mi padre se alejaba del comunismo pendejo para adaptarse a los
tiempos y vivir junto a la elite reformista del momento, la gran vida burguesa
que impuso Balaguer y que hasta hoy día, prevalece en las consciencias y
pasillos del palacio nacional y en los cerebros de los dominicanos.
A
pesar de la resistencia que significaba ser marginal y estudiar en escuelas
públicas, el sentido que envía señal para la sobrevivencia, despertó para
diseñar una nueva manera de vivir, un nuevo estilo de vida, el “reformismo
obligado”. Mi padre, junto a un grupo de miembros combatientes de la revolución
de abril del 65, decidió o lo obligaron a desertar el 1J4 movimiento popular 14
de junio, para recalcitrantemente formar parte de la oligarquía burguesa de
moda. El “muñequito de papel” estaba logrando su reelección, le daba una
lección de gobernabilidad a un país ignorante y débil.
A
pocos días de haber sido creado el grupo paramilitar “La Banda Colorá” dirigida
por un galardonado criminal de sobrenombre “Macorís”, fui obligado a sacar mi
cedula personal de identidad sin haber nisiquiera cumplido mi mayoría de edad,
y también fui a votar por Balaguer sin haber asistido jamás, a una caseta de
votación.
Como
ven, desde el comienzo de mi carrera pública, perdí mi primera elección, pues
votaron por mí, no ejercí libremente el derecho a elegir.
Luego
en el 1978, ya con 20 años de edad y miles de botellas de ron en la cabeza,
después de haberme leído a todos los ventorrilleros literatos y haber pasado
las de Caín, decidí ganar unas elecciones y me rendí ante las letras del Doctor
Joaquín Balaguer Ricardo, sus discursos enternecían lo más profundo de mi ser y
a la vez prometían mas y mas represión y pobreza para el país, la curiosidad me
llenó, y prometí acercarme para reinventar el reformismo.
Decidido
a enfrentar al FLEFLAS, ONATRATE y los demás disparatados idealistas de las
organizaciones laborales y estudiantiles de la época, me embarqué en la
publicidad de Balaguer y su nueva reelección, de la que fui parte importante,
la que perdí por la avasallante victoria del Acuerdo de Santiago y Don Antonio
Guzmán.
Luego
vino el destierro y con él, el olvido y el desinterés por las cuestiones
políticas del país. La difícil tarea de adaptarse a otro clima y otras
culturas, nos hace más vulnerables, nos destruye sentimentalmente, pero nos
hace más cultos e inteligentes, aumenta nuestras capacidades para entender
nuestras raíces y arraiga nuestro patriotismo. Muy a pesar de ser patriota y de
sentir pasión por la política de mi país, la readaptación con la sociedad y la
nueva empresa del exilio, me desligué de los asuntos políticos dominicanos y
pasé a formar parte del olvido y de la omisión. El sentido del ser humano que
difiere entre el peligro y la seguridad, convocó una revolución en mis adentros
y optó por asegurar el futuro inmediato, adoptando las reglas de mi nuevo país,
Estados Unidos.
No
tuve tiempo para analizar los gobiernos subsiguientes, Jorge Blanco, Majluta,
Mejía y los primeros años de Leonel, pasaron casi desapercibidos por el ignoto
rechazo de mi cerebro para interceder en asuntos políticos de mi país.
En
una ciudad como Nueva York, en donde nadie tiene tiempo ni para levantarse, fue
donde viví la otra mitad de mi vida. Luego decidimos mudarnos a Miami, en busca
de mejor clima y calidad de vida, buscando el calor de nuestra gente y
culturizando los años de vegetación en la capital del mundo. Volví a la
realidad, aquí encontré gente que contaba con el tiempo tercermundista para
ligar la política con los asuntos del diario vivir, personas vivas,
reales.
En el
estado de la Florida, la comunidad Dominicana, se oye pero no se ve, está
dispersa, perdida en otras culturas. Inapropiadamente distribuidos, los
dominicanos han logrado muy poco en 75 años de historia migratoria, en este
estado. Cuando llegamos, contactamos inmediatamente a los perredeístas,
teníamos ansiedad por hacer oposición, atacar a Leonel Fernández era la
consigna del momento. Las personas que logramos contactar ya venían de un
gobierno del PRD y estaban en las listas de corrupción, eran dinosaurios de
fortunas acumuladas políticamente. Me rechazaban por forastero, pero a la vez
utilizaban mis servicios mediáticos para llegar a otra parte social, en la que
ellos no participaban por haber sido parte de lo que hoy día atacaban
descaradamente sin mirar sus pasados oscuros.
Aquí
establecí mi capacidad para hacer noticia de cualquier parranda. En Miami,
aprendí como se manejan las pasiones y ambiciones político-sociales.
Mi
retorno a la politiquería, fue placentero porque a pesar del rechazo que
recibía cada vez que me presentaba en las actividades del partido que elegí
(PRD) para crecer políticamente, me convertí en un artículo de primera
necesidad y fui llamado para servir como Coordinador de Prensa y Propaganda del
Sector Externo PRD en el estado de la Florida.
Trabajé
junto a Sergio Grullón Estrella y Lida Caballero, durante todo el trayecto de
la campaña, viajamos por todos los rincones del estado buscando votos,
asistimos a todas las actividades en todo el país USA y algunas en la República
Dominicana.
Según
los datos, el PRD nunca había ganado en el estado de la Florida, esta vez sí
ganó, me sentía alegre, había ganado por primera vez.
Este
triunfo sirvió solamente para afianzar el liderazgo de algunos y para el
entierro de otros. Para mí fue como una luz prometedora, un paso adelante para
mi carrera sin ambiciones, pero con muchas aspiraciones por un mejor país para
todos.
Pese
a estas aspiraciones, la realidad actual nos lleva a otros caminos, nos propone
trasladar los sueños, para desde otra dimensión, ver el progreso y la
protección de nuestras familias, aumentando nuestros ingresos y asegurando el
futuro de nuestros dependientes.
¿Cómo
se logra el bienestar? Actuando con verdadera cordura y analizando cada paso
que damos.
La
realidad de la vida me ha enfrentado con el pasado y las derrotas, me ha
llenado de valor para reconocer las equivocaciones anteriores y ha despertado
la necesidad de trabajar para ganar, me regocijo en aceptar que ningún
gobierno, en toda la historia de nuestro país, ha hecho tanto como los de
Leonel Fernández, el crecimiento intelectual y la política macroeconómica, han
promocionado a la República Dominicana a niveles inalcanzables en la historia
económica de la nación, y todo gracias a las desinteresadas ambiciones del
Doctor Fernández.
Todos
me conocen como el detractor de la política peledeísta, no sé cómo me verán en
otra disposición de mi vida, como defensor del máximo líder de los dominicanos,
Leonel Fernández.
Fueron
muchos años de estudios los que me llevaron a tomar esta decisión inteligente.
En la pasada campaña perdí mi prestigio, la mitad de mi familia, mis amigos,
mis vecinos, mi casa, mis cámaras y equipos fotográficos y mi dinero.
En la
próxima no quiero perder nada, quiero ganar y para esto solo hay una sola vía,
la realidad dominicana.
Estoy
convencido que Leonel Fernández es una necesidad nacional. A pesar de las
graves acusaciones de corrupción y mal manejo de las cosas públicas, Leonel
representa la continuación del progreso, el prestigio la soberanía de la
nación. Su capacidad como estadista, lo sitúa en un respetuoso y cómodo lugar
en la política internacional, colocándose como un líder de la democracia
mundial.
Hoy,
a mis 55 años de edad, le doy un gran giro a mi vida y la pongo a la
disposición de la campaña para llevar a Leonel Fernández de nuevo a recuperar
el progreso y la independencia de la República Dominicana.
Invito
a los amigos que nos siguieron durante nuestra participación en el Sector
Externo PRD, a que se unan a esta causa, por el mejor de los países.
Nunca
he ganado unas elecciones, ayúdenme a ganar en el 2016 y ganen conmigo.
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