POR
JOSE ANTONIO MATOS PEÑA
En los días que discurren,
asistimos a un debate en Barahona, por la demolición ó no, de la glorieta del
parque principal de esa ciudad. Esta glorieta, concebida por su donante, don
Luís E. del Monte, quien además de otras obras altruistas, como fue la donación
de los terrenos para la siembra en Barahona, del la sede de la universidad más
vieja de Santo Domingo, como una réplica del símbolo de la dominicanidad que
constituye el lugar donde con envalentonador
trabucazo, se inició el nacimiento de la República Dominicana.
Son 170 años los que cumple
nuestra nacionalidad, y 70 los que tiene de construida esa glorieta, que por su
significación, intención y condiciones físicas, no merecen ni siquiera la
discusión de su preservación. No hay ningún referente de daños ocasionados
en ese significativo monumento,
incluyendo el fatídico terremoto del 12 de enero 2010 en la vecina nación de
Haití, cuyo epicentro fue ubicado a relativamente escasos kilómetros del mismo
(menos de cien).
Con estructuras que no tienen
que soportar más que su propio peso, y que no alberga bajo las misma, a personas ni objetos, la construcción es de
fácil fortalecimiento y así guardar lo que debe ser y será un patrimonio histórico
y cultural de nuestros pueblos, los cuales ni se extinguen ni se
desnaturalizan, en ninguna parte del mundo civilizado.
Ya hemos escuchado el debate
sobre el pañete a que se acaba de someter “la puerta del Conde”, en el parque
Independencia de la Capital Dominicana, donde al esconder bajo concreto nuevo, las
piedras y juntas que le ocultan su
originalidad. Alimentemos, no diluyamos el acervo cultural en una sociedad y un mundo carente de todos esos buenos ejemplos.
¡Preservemos este monumento enclavado
en la ciudad de Barahona, capital estratégica de la histórica región
Enriquillo!, región por donde nace la patria, recordemos que quienes pisotean y destruyen
monumentos históricos son los invasores y no los nacionales.
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