Por
JUAN T H
Durante una
visita al Palacio Nacional realizada por los afectados de la sentencia racistas
de la venganza y el odio del Tribunal Constitucional que preside un negro
cocolo, el presidente Danilo Medina expresó preocupación por el drama humano
que representaba. Parecía conmovido.
Se trataba, sin
embargo, de una pose en busca de aplausos y simpatías, algo ya peculiar en
Danilo para mantener los altos niveles de simpatías de que goza, a pesar de que
el suyo, es un gobierno opaco, sin mayores realizaciones a casi dos años de
gestión.
(Para Danilo,
igual que para Leonel, el marketing, la mercadología, la rumorología, etc.,
guían sus conductas en el gobierno)
El presidente se
ha colocado a la vanguardia de los sectores más conservadores y recalcitrantes
de la sociedad dominicana, del lado de los “nacionalistas” fascistas y xenófobos, entre los que se destaca su Eminencia Reverendísima, Cardenal Nicolás
de Jesús López Rodríguez.
Su discurso en
la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) fue
más que elocuente. El presidente no le habló a la comunidad internacional, les
habló a los dominicanos como en una campaña electoral. Como he dicho, Danilo no
busca soluciones, busca aplausos para mantener su imagen en la cúspide.
La soberanía
nacional no está en juego en el caso haitiano, lo que está en juego es la condición
de cientos de miles de hombres, mujeres y niños que pretenden ser despojados de
su condición de dominicanos por su ascendencia haitiana. (Si fueran ricos y
blancos otra fuera la historia) Es verdad que no somos un pueblo racista, pero
sí lo son los xenófobos, los fascistas, los neo nazistas, los esclavistas. Esos
son los racistas, no el pueblo dominicano.
El problema
creado por la sentencia del Tribunal Constitucional que preside un negro
cocolo, insisto, no es relativo a la soberanía y la autodeterminación, ni al
derecho a regular la presencia de extranjeros; no, es un problema humano.
Querer echar al mar a millares de dominicanos o enviarlos al territorio
haitiano, donde no conocen a nadie, no hablan el idioma, ni practicar su
religión, ni costumbres, es un acto de
barbarie, inconcebible en estos tiempos.
La encuesta
Gallup demuestra que el pueblo dominicano mayoritariamente no está de acuerdo
con la sentencia del Tribunal Constitucional. En efecto, el 58.2 de la
población considera que son dominicanos los hijos nacidos en nuestro territorio
de padres indocumentados, contra un 39.6 %. Y vean este dato: El 74 % favorece
que se les entreguen sus actas de nacimiento, sus cédulas y se les reconozcan
sus derechos civiles y políticos.
Que me perdone
su Eminencia Reverendísima, que considera que los críticos del discurso del
presidente Medina en la Cumbre del CELAC, en Cuba, “no son dominicanos”, pero
considero que las palabras del
presidente no fueron inteligentes, ni oportunas. No estaba en un mitin en la
cabeza del puente Duarte, Ni en la Asamblea Nacional el 27 de Febrero.
Estimo, su Eminencia
Reverendísima, que el presidente, como dice Juan Bolívar Díaz, cogió “piedras
para los más chiquitos”. No lo habría
hecho con Venezuela, Francia, España, Italia, México, Alemania o Estados Unidos.
Y voy más lejos,
su Eminencia Reverendísima, creo que no se comportó a la altura de un
estadista. No vi a un presidente hablar frente a la comunidad internacional, vi
a un político en campaña buscando aplausos sin importarle las consecuencias
inmediatas para el país que representa.
El país,
Eminencia Reverendísima, pese a usted y los que como usted piensan y actúan, no saldrá bien parado frente a la comunidad
internacional a la que nos debemos; al contrario las condenas serán cada vez
más aleccionadoras, tanto en materia
política, como jurídica y económicas. Ya lo verá.
Las consignas de
nacionalistas trasnochados no generan soluciones, aumentan la gravedad del
conflicto. Un presidente, su Eminencia Reverendísima, tiene que estar por
encima de pequeños grupos retardatarios cuyos intereses no son, ni pueden ser,
los del país.
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