Nuestros
campos vs el desarrollo nacional
Por Dr. Jaime Antonio Marizán
Me gusta visitar el campo. Soy de los que
disfruta grandemente al sentarme debajo de una mata de mango o bañarme en las
frescas aguas de algún río de montaña, por lo que asiduamente visito diferentes
regiones rurales del país, en busca de ese solaz esparcimiento al amparo de la
madre naturaleza.
Las personas que viven en las ciudades se
sientan todos los días a la mesa, comen un sabroso arroz con habichuelas, un
buen mangú, vegetales, frutas de la época, aunque quizás no se detienen a
pensar que todos esos alimentos son posibles en sus hogares por el esfuerzo de
gente trabajadora y noble que viven en la zona rural. Sin esas personas,
nosotros, los urbanos, dependeríamos del extranjero, pasaríamos hambre o
tendríamos graves limitaciones alimenticias.
Tengo la costumbre de visitar la zona
rural desde niño, cuando visitaba semanalmente a mi abuela en la comunidad de
Jaya en San Francisco de Macorís. Crecí viajando al campo, conociendo su gente,
sus costumbres, por lo que aprendí a disfrutar de esa inocencia del campesino,
que no te deja ir sin algo en el estómago y con algunas viandas en tus manos.
Pero algo muy serio está ocurriendo en
nuestros campos, cada vez hay más casas vacías, abandonadas, es un fenómeno que
se repite en todas las comunidades, principalmente en las más apartadas y con
graves carencias de servicios públicos, aunque también está ocurriendo en
comunidades cercanas a las ciudades. Es un fenómeno que se está dando de manera
silenciosa pero constante: nuestros campos están siendo abandonados.
Y son abandonados porque en ellos el niño
o la niña sólo pueden estudiar hasta niveles de primaria, porque cuando alguien
se enferma hay que salir corriendo hacia una ciudad, porque no hay
electricidad, porque sus caminos son un desastre, en fin, porque nuestros
campos tienen una serie de carencias que contrastan grandemente con los avances
que tienen las ciudades. Entonces la gente huye de la discriminación para
insertarse en algún cinturón de la gran ciudad.
Cuando escucho al Presidente Medina, con
un genuino interés de propiciar una revolución en la agropecuaria, me pregunto:
¿con cuáles personas cuenta el Presidente para estas acciones?. El campesino
está migrando rápidamente a las ciudades y entiendo que las estadísticas de un
veinticuatro por ciento de población rural podrían reducirse aún más en los
próximos años.
¿De qué sirve destinar grandes recursos
para el campo si no hay quien trabaje?. Los grandes terratenientes están
reclutando nacionales haitianos para las tareas rutinarias pero aún con ellos,
hay una gran escasez de mano de obra y de gente que en verdad sepa trabajar la
tierra.
Por lo tanto, creo que una tarea urgente
es frenar ese éxodo masivo del campo a la ciudad, propiciando una serie de
incentivos para la gente que se quede y cultive la tierra. Esos privilegios
están presentes en todas las naciones que inteligentemente ofrecen a sus
agricultores los incentivos necesarios para que la actividad agrícola sea
atractiva y rentable.
Es necesario privilegiar al campo, si a
alguien debe exonerársele la energía eléctrica es al agricultor que cultiva la
tierra y permite que tengamos frutas y vegetales en nuestras mesas. Si a
alguien hay que brindarle servicio de salud gratuita y oportuna es a la gente
del campo. Se hace necesario brindar servicios de salud, comunicación,
electricidad, educación y recreación de calidad para el agricultor dominicano,
al cual sólo se le exige cumplir con números estadísticos, pero en cuya calidad
de vida muy pocos piensan.
La situación es más grave de lo que
cualquiera pudiera pensar, ojalá se atienda este problema con la urgencia que
amerita, de lo contrario, el tema de la autosuficiencia alimentaria en nuestro
país será un mito o una meta inalcanzable.
Dignifiquemos y privilegiemos el campo,
esa es una vía para comenzar a frenar este éxodo masivo y continúo a las
ciudades, además, sería un acto de justicia con aquellos que nos alimentan cada
día y que son los que producen la verdadera y auténtica riqueza nacional.
Jaime Antonio Marizán es Director
Ejecutivo Consejo Regional de Desarrollo (CRD), abogado, economista y experto
en planificación y desarrollo, crdnordeste@yahoo.es.
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