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martes, 9 de diciembre de 2025

El Futuro es Hoy, Ahora y Aquí: Gobernar con la mirada en el tiempo que ya llegó

Por Roberto Fulcar

 

Durante décadas, gobernar fue gestionar el presente mientras se hablaba del futuro como una promesa inspiradora y aplazada. Ese paradigma se agotó. La historia se aceleró, la tecnología reconfiguró la convivencia, la información circula en tiempo real, y los efectos de las decisiones públicas ya no se sienten en veinte años, sino en veinte minutos. Por ello, en el Instituto del Futuro, en centro de pensamiento que venimos construyendo, vivimos la convicción de que el futuro dejó de ser expectativa y se convirtió en presencia. El futuro es hoy, ahora y aquí.

 

Esta afirmación no es una figura literaria; es verificable empíricamente. La teoría de sistemas complejos demuestra que microdecisiones generan macroconsecuencias. El cambio climático evidencia que el pasado habita el presente. La economía del dato convierte una innovación en fuerza transformadora global en semanas. La variable tiempo dejó de ser circunstancia y es ya un componente estructural de la gobernanza. Esto significa que una nación que no anticipa su futuro termina administrando los daños de su pasado.

 

Experiencias internacionales demuestran que el futuro se construye con decisiones de hoy, cada una desde un enfoque distinto, con realidades distintas y en continentes distintos:

 

Estonia (Europa) convirtió la digitalización en política de Estado y hoy identifica, inscribe, vota, firma, se consulta y participa por vía electrónica, logrando un nivel de eficiencia y transparencia impensable hace tres décadas.

 

Uruguay (América del Sur) apostó a la transición energética como estrategia de soberanía, transformó su matriz hacia fuentes renovables y convirtió lo sostenible en competitividad.

 

Ruanda (África) eligió la equidad de género como fundamento de estabilidad y desarrollo: es hoy el país con mayor representación femenina parlamentaria y el liderazgo de las mujeres es columna de cohesión social.

 

Singapur (Asia) entendió que su recurso estratégico era humano, hizo de la educación una política nacional continua, vinculó escuela, industria e innovación y emergió como potencia sin riquezas naturales.

 

Nueva Zelanda (Oceanía) redefinió la idea de progreso incorporando indicadores de bienestar, salud mental y cohesión social en sus presupuestos públicos, demostrando que cambiar la métrica cambia la política y cambia los resultados.

 

Emiratos Árabes Unidos (Medio Oriente) decidió planificar la economía pos-petróleo antes de agotarlo, invirtiendo en ciencia espacial, ciudades inteligentes y diversificación económica cuando aún “no urgía”, de donde puede aprenderse que los mejores futuros se diseñan desde la abundancia, no desde la carencia.

 

Se trata de seis países, de seis regiones, con seis historias diferentes, que apostaron por el futuro desde seis estrategias distintas. Los une una certeza: entendieron que cada decisión presente es arquitectura de largo plazo; que gobernar no es reaccionar, sino anticipar; que la historia no se administra: se conduce.

 

En política pública, este cambio de paradigma es determinante. Gobernar no es solo contener los efectos visibles, sino intervenir en las causas profundas. No es solo administrar demandas, sino expandir capacidades. No es solo mantener popularidad en lo inmediato, sino construir legitimidad en lo duradero. La prospectiva —anticipar escenarios, evaluar riesgos, simular tendencias, escuchar evidencia— no es un lujo académico: es un deber democrático.

 

Pero anticipar no significa adivinar el futuro; significa construirlo con propósito. Implica la ética intergeneracional: no heredar problemas sin soluciones; no legar precariedad, desigualdad o destrucción ambiental a quien aún no ha nacido; no hipotecar el porvenir de quien no pudo votar. Gobernar bien es anticipar. Gobernar con grandeza es anticipar pensando en los demás. Desde el Instituto del Futuro afirmamos que planificar desde el presente con visión del mañana, con ciencia, con ciudadanía y con sentido humano, es la única forma responsable de gobernar en el siglo XXI si se pretende trascender. Porque el futuro no es azar: es construcción colectiva.

 

El futuro es hoy, porque la acción presente decide la realidad que viviremos. El futuro es ahora, porque la demora ya ha demostrado tener consecuencias. El futuro es aquí, porque se diseña desde nuestro contexto, con nuestra historia y nuestras capacidades. En una época en la que todo cambia, hay una certeza: el futuro no se promete — se gobierna. Y el tiempo para gobernarlo es este preciso instante.

 

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