Por Miguel Ángel Cid Cid
Los tiempos de gloria del
“Yaque Dormilón” —nombre poético del Río Yaque— ya ni siquiera en su historia
se reseñan. Por ejemplo: hubo una época que para cruzar el rio era necesario
abordar la barca que comunicaba las comunidades de La Joya y La Otra Banda.
La embarcación se
caracterizaba por sus dos botes simples, sobre ellos una plataforma en madera
que los conectaba, techada en zinc, como si fuera un alero. Dos bancos en
madera rústica se extendían de lado a lado del piso.
Para la navegación se valía
de un cable de acero fijado en sendos postes gruesos sembrados en una y otra
orilla del Yaque. El cable sostenía una polea doble que, a su vez, evitaba que
el rio arrastrara la barca. El barquero, por su lado, tiraba de las poleas con
una soga de cabuya.
Pero a la altura del puente
Yaque —puente viejo— había un bote simple y próximo al barrio Nibaje otro. Los
dos transportes comunicaban el centro de la ciudad con el barrio Bella Vista.
La construcción del puente
de La Otra Banda, el saque de arena para provecho privado y la conversión del
rio en vertedero cargan con la sepultura del “Yaque Dormilón”. La barca y los
dos botes los enviaron al mundo del olvido. Hoy nadie recuerda los servicios de
transporte en navegación simple que ayer ofrecieron.
Justo reconocer que el
deterioro del Yaque del Norte inició desde principio de 1970, cuando se
establecieron en su rivera los bolsones de pobreza. Las casuchas se edificaron
no solo sin control urbano, sino que, además, contaron con el apoyo de las
autoridades de turno.
Pero el Yaque Dormilón
despierta de tiempo en tiempo. En varios de sus despertares periódicos se
encargó de limpiar su ría.
Ahora, la contaminación
vertida por los poderosos de Santiago de los Caballeros es cada vez mayor. Ellos gozan de impunidad. También de
financiamiento alegre.
En ese sentido, proyectos
cuantiosos se han puesto en marcha con el supuesto objetivo de sanear la cuenca
y el rio. Los
ejemplos reseñados tienen la particularidad de que según sus títulos pareciera
una duplicación al mejor estilo del doble registro en contabilidad.
El primero, el Plan Yaque. Es decir,
Plan para el Desarrollo Sostenible de la Cuenca del Río Yaque del Norte, Inc.
Se armó en 2021.
El segundo, “Proyecto de
Saneamiento del Yaque y Revalorización del Centro Histórico de Santiago”. Puesto en marcha en octubre 2021. Los
dos programas comprenden una inversión astronómica.
A su paso por Santiago el Dormilón
espera la construcción de: “nueve colectores de aguas residuales, cuatro
estaciones de bombeo de aguas residuales, 21 plantas de tratamiento de aguas
residuales tipo humedales y el Balneario Las Charcas”. Además, la “reparación
de un sistema de sifones, intervención paisajística y protección de laderas.
Incluye un sistema de colectores de basura”.
Las iniciativas citadas son una muestra
de las contempladas desde el 2020 a la fecha actual. Imposible reseñar los
proyectos fallidos de los gobiernos anteriores. Con sólo mencionar sus nombres
se llenarían decenas de páginas. La vorágine no tiene fin.
Parece que el Yaque Dormilón, en
consecuencia, tendrá que despertar un día. Bajar desbordado y con su furia hídrica
convertir en desplazados forzosos a los socios de las élites dañinas. Que en su
despertar enfoque su furia hacia los poderes fácticos de la Ciudad Corazón. Que
no quede de ellos ni tan siquiera el aliento.
Porque la inversión del gobierno
dominicano, de los organismos multilaterales, de la cooperación internacional y
de los ciudadanos es incuantificable. A su pesar, la calamidad del Yaque del
Norte empeora cada día que pasa. Mientras más se invierte en él, peor.
Tanto es así que, a estas alturas,
podría hacerse un parafraseo del título de la novela El Masacre se pasa a pie,
de Freddy Prestol Castillo. Hoy puede decirse que, el Yaque —como el Masacre—
también se cruza a pie.
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