Por Miguel Ángel Cid Cid
— Hay que
desgarrapatizar el Buey.
La sentencia
del profesor Bosch y Gaviño, entonces líder del PRD, fue recibida a
regañadientes por los dirigentes perredeístas. Facilitó el inicio, a su vez,
del proceso de deconstrucción política y limpieza estructural del Buey que más
jala. El zarandeo comenzó por allá, por la década de los 60 del siglo XX, poco
después de la revolución de abril de 1965.
Los compañeros
del partido —al decir de don Juan— se contaminaron. Ellos contrajeron un virus
transmisor de los vicios de la pequeña burguesía. O sea, se volvieron
oportunistas, trepadores, corruptos, etc. Él quería limpiar el Buey —como
llamaban al PRD— quería quitarle las garrapatas.
Por lo
anterior, Juan Bosch propuso reeducar a los perredeístas en base a imprimirles
una nueva visión de la historia política del país. A concebir, además, una
metodología de trabajo y un sistema de evaluación permanente. Los reacios al
cambio serían sustituidos en el camino.
Las primeras
vacunas antigarrapatas se dosificaron en forma de folletos de bolsillo, uno por
mes. Trataban temas basados en descifrar las razones políticas que motivaron
los hechos históricos del país.
Explicaban,
además, las características político-ideológicas de un partido de liberación
nacional. Y los estatutos que rigen el partido.
Pero los años
de exilio volvieron holgazanes a los compañeros. Creían que leer folletitos era
una perdedera de tiempo. El profesor Bosch advirtió la pereza, por eso hizo
tienda aparte. Fundó, en 1973, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
En
consecuencia, el programa de educación ideado por Bosch se aplicó tal cual en
el nuevo partido. Un partido político de dirigentes disciplinados y metódicos.
Un partido de cuadros políticos. El profesor dotó la agrupación de una bandera
morada con una estrella amarilla de cinco puntas…
Juan Bosch
cambió todo en el nuevo partido, menos la mentalidad de los que lo siguieron.
No obstante,
la militancia aprendió a fingir con naturalidad. La simulación le salía a la
perfección. Al paso del tiempo, esa capacidad de mostrar la cara que el otro
quiere ver —como tenía que ser— jugó una doble función. Primero, los llevó al
triunfo absoluto. Y segundo, cuando estaban en la cima los envió al séptimo
piso del infierno, donde se castiga a los que cometieron violencia contra el
prójimo. El castigo es tan duro que cada día caen un chin más.
Por lo visto,
habrá que resucitar a Dante Alighieri para que reescriba La Divina Comedia.
Para agregar —en la nueva edición— dos pisos más al infierno. Para que los
morados no queden sin una morada al caer.
Pero es que,
el Buey que más jala hace tiempo que no jala ni tan siquiera una carreta. Por
eso se mantiene chupando pasto morado para seguir en el medio. Ese es uno de
los grandes problemas del peledeísmo. Las garrapatas se están comiendo el
ganado.
Por todo lo
anterior, las garrapatas de ese entonces se volvieron inmunes. Desarrollaron
inteligencia animal. Inteligencia que a través del tiempo concibió una
metamorfosis rara. Pasó de animal político a bicho garrapatoso, luego el bicho
se convirtió en animal migrante. Se muda a conveniencia.
Por más de 50
años, por ejemplo, chupó la sangre del Buey. Pero también succionó la del gallo
colorao, el gallo que heredó a Chapita a través de Don Elito. Sí, el mismísimo
Trujillo se lo entregó a Balaguer.
Los políticos
garrapatas, por derivación, aprovechan la ayuda de los poderes fácticos —la
oligarquía— asistidos por otros poderes extranjeros.
Pero cuando en
el seno de los partidos surge el germen de la soberanía nacional, los oligarcas
los rompen en siete pedazos. No obstante, si estos logran extirpar el ánimo de
independencia la oligarquía vuelve a recomponerlos.
Las
garrapatas, luego de la mutación, chupan tanto como una sanguijuela. Ahora, por
ejemplo, se alimentan de bueyes morados y verdes. El expresidente Dr. Leonel
Fernández las quiere en la FUPU y Los peledeístas, por su lado, se resisten a
dejar que vayan.
Todo esto
sucede porque la inteligencia garrapatil, asociada con los bueyes, las reses,
los terneros y los becerros confunden al político más vivo. Les hicieron creer
a los morados que se estaban comiendo la grama colorá. Pero era lo contrario.
En resumidas
cuentas, el buey viejo y cansado se resiste, quiere rescatar el ganado sin
darse cuenta que su carnaval pasó. Los blancos, morados, verdes y coloraos
sueñan con tener ganado azuloso y como líder al presidente de la República Luis
Rafael Abinader Corona. En su defecto, bien podrían decantarse con un buey
joven que imparte Justicia Social. Con Julio César Valentín Jiminián.
El paso de la
corriente aclaró el agua. El deseo de Bosch de rehacer el partido no funcionó.
El programa de profilaxis fracasó. Las garrapatas mutantes se bebieron su
sangre.
Por eso, más
le vale a los perremeistas afinar bien los resortes cerebrales. Atizar la
agudeza de sus miradas. No vaya a ser que terminen igual que Juan Bosch,
secuestrados por bueyes y garrapatas. ¡A desgarrapatizar temprano!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Esperamos que su comentario contribuya al desarrollo de los gobiernos locales .