Por Miguel Ángel Cid Cid
Pero recuperar
la confianza requiere de mucho tiempo. Tiempo combinado con buenas estrategias
de comunicación. Eso, precisamente, es lo que le falta a la Fuerza del Pueblo.
No tiene tiempo. Cuentan, solamente, con tres años y un chin más. En ese breve
espacio la FUPU tiene que ponerse a hacer su tarea. Es decir, a consumar la
estructura orgánica del partido.
Con una
estructura orgánica robusta podría ser pan comido lograr el objetivo de que el
León vuelva a rugir. Mientras tanto, él tendrá que conformarse con maullar como
si fuera un gatito.
Recuperación soñada
La Fuerza del
Pueblo, un partido tan joven como viejo, se fundó en 2019, participó en las
elecciones de 2020 y tuvo un buen desempeño. Pero se quedó por debajo de las
expectativas que ellos crearon. Ahora se empecinan en un enfrentamiento con el
gobierno a todas luces extemporáneo.
En el mejor de
los casos, la agrupación política del León debió —pasadas las elecciones de
2020— emplearse a fondo en armar el engranaje organizacional. Aprovechar,
además, todos los recursos conquistados en el proceso electoral.
Pero hicieron
todo lo contrario. Al día siguiente de las elecciones arrancaron a hacer
campaña, con el sueño de que en 2024 Leonel recuperaría la silla de alfileres.
Craso error.
Para lograr el
ascenso se enfocaron en un pleito de patio. El propósito fue, era y sigue
siendo, heredar las hordas moradas. El maestro, líder y guía, ni siquiera
imaginó que muy pronto iba a necesitar los peledeístas para poder escalar.
Hacer leña del árbol caído nunca ha sido un buen consejo.
En ese ínterin
les llegó el 2024 cargado de elecciones. La militancia política votó en las
municipales y luego en las presidenciales. Con los resultados de estos
sufragios varios pronósticos se fueron a pique, entre ellos algunos de los
míos. Al León, por ejemplo, le fue excelente en números de votos.
No obstante,
las elecciones no son voto solamente. Sobre todo, cuando un porcentaje de los sufragios
a favor probablemente sean prestados.
Pero sobre votos prestados hablaremos en otra ocasión.
El peso
específico de la acumulación de votos en unas elecciones depende de que el
partido beneficiario hiciera bien su tarea para aprovechar los resultados. Y se
derivará también de lo que hagan después de las elecciones.
Partiendo de
lo anterior, la Fuerza del Pueblo se alzó con el segundo lugar a nivel
presidencial en las elecciones pasadas. Logró un aproximado de 27% de los
sufragios. A sabiendas de que fue el partido más votado después del PRM. Teniendo
claro que desplazó del segundo puesto al PLD —el partido más fuerte a nivel de
estructura. El porcentaje logrado resulta importantísimo.
Ahora bien, si
se parte de que los leonelistas apostaron a todo o nada. Que vendieron la idea
de una segunda vuelta y que en el ballotage el León recuperaría la melena perdida
en el 2012. Que los resultados finales dicen que el PRM ganó las elecciones mucho
a poquito, con cerca del 60%, que dobló a la FUPU en cantidad votos y porcentaje.
En un
escenario como el anterior, el expresidente Leonel Fernández debería estar
proponiendo —a estas alturas— una evaluación a profundidad del proceso
electoral. En vez de estar haciendo oposición extemporánea, deberían estar
trabajando en la organización del proceso evaluativo.
En otra
vertiente, deberían organizar un congreso interno. Un congreso para trazar las
líneas de construcción de las estructuras del partido. Por el contrario, parece
que están repitiendo lo mismo del 2020, le darán de lado a la tarea fundamental.
Pero es que el
tres veces presidente no coje cabeza. Leonel se contenta con triunfos inflados
con helio, un gas noble que no intoxica, pero asfixia.
Leonel
Fernández, y por derivación la débil Fuerza del Pueblo y sus líderes deberían
ponerse en lo suyo. En caso contrario, que se olviden del 2028.
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