Por Miguel Ángel Cid Cid
Cuando un
jazzista toca, los músicos se ponen de pie. Los espectadores también. Así pasó
el pasado sábado 2 de diciembre en el municipio Bajos de Haina, provincia San
Cristóbal con el “9no. concierto ‘Haina de Jazz 2023: 50 años de Hip Hop’”.
El liceo de Artes Manuel Féliz Peña
sirvió de cobija a los presentes.
El Municipio
Bajos de Haina
limita al Norte con Santo Domingo Oeste, al Sur con San Gregorio de Nigua y el
Mar Caribe, en el Este tiene a Santo Domingo Oeste, bañado por el Mar Caribe y
al Oeste con San Cristóbal y San Gregorio de Nigua.
Las chimeneas
se divisan desde los cerros de Paraíso de Dios. Presagian el complejo
industrial más imponente del país. Las
empresas alineadas por la costa del mar Caribe superan el centenar. El
territorio de 38,49km² comprende más de 130 mil habitantes.
“El Chernobil
de la República Dominicana”, le llaman a Haina. Pero la Fundación Haina de Jazz
se propone construir un hábitat donde reine una armonía saludable. Por esto los
Bajohainenses, asumieron la cultura del jazz como antídoto contra el
estrés producto de la contaminación industrial. Ya van por 9 años.
Qué es el jazz
El jazz
se define como un género musical originario de los Estados Unidos, en especial,
de los pueblos cercanos al delta del Misisipi. Sus bases rítmicas y armónicas
emanan de la unión de elementos negros, euroafricanos y europeos.
Existen —de
acuerdo con varios autores— ocho subgéneros del jazz. Pero República
Dominicana creó un noveno subgénero. El merenjazz, una fusión de merengue,
bachata y jazz.
El New York
Times, en un artículo de 1924 decía: el jazz, “el retorno de la
música de los ‘salvajes’". Pero, el Congreso de los Estados Unidos en 1987
declaró el jazz como un “destacado modelo de expresión (…) un
excepcional tesoro nacional”.
La religión
recurrió a lo que sabe hacer. Impedir a los esclavos tocar música, obligándolos
a cantar salmos e himnos de adoración cristiana. Querían convertirlos al
evangelio. A la larga, los salmos tocados por los esclavos fueron
africanizados. Efecto contrario.
Alan Lomax, experto en
música afroamericana, escribe: “los himnos de los negros son como misteriosa
música africana”.
Los esclavos
se negaron a actuar de forma individual. Fusionaron las voces para crear
armonías diferentes. Los cantantes y músicos hacían sus propias variaciones
sobre una misma melodía. “El resultado fue una música potente y original como
el jazz, pero profundamente melancólica”.
El jazz
no se adhiere a partituras estructuradas, se apoya, en cambio, en la
improvisación y la libre interpretación. Los músicos ejecutan un tema con un
marco armónico, pero, cada ejecutante deja volar su imaginación. Así pues, la
inspiración individual aporta matices diferentes. Cada concierto es único.
El concierto “‘Haina
de Jazz’, 9na. Versión” honró ésta peculiaridad de principio
a fin.
Haina de Jazz
La fusión de Hip
Hop y de Rap, dieron inicio al despliegue de estrellas. El cierre le
correspondió al jazz tanto al clásico como al merenjazz.
Las “Rimas
Callejeras” interpretadas por Bboy Chico Breaking, dirigido por Junior
Soriano, el Psiquiatra con un rap que niega la vulgaridad típica de las
letras en este género musical. Por ejemplo: “¿Qué me dejó el tigueraje a mí?”,
entonaban “Ná, ná”, respondía a coro el público una y otra vez.
Sebastián
Murena hizo vibrar las cuerdas de su agrupación a fuerza de un ritmo
melancólico, pero contagioso. Parte de la magia del jazz.
El “Proyecto
Piña Duluc” cerró con broche de oro sólido. La alegre camaradería entre los
miembros de la banda crecía mientras avanzábamos en el camino de Santiago a
Haina. El silbido melodioso proveniente de la loma Zumbador, Villa Altagracia,
auguraba el éxito de la banda.
El sonido del
agua del río Haina que nace en la loma Zumbador guio el sendero. Los músicos
tarareaban intentando entonar con el sonido del río y el zumbido.
Ese ambiente,
bañado por la música del agua desembocó en una mutación que hizo de cada pieza
una cadencia nunca antes ejecutada por la banda.
El espíritu de
la improvisación, característica principal del jazz se vistió de
sonoridad subliminar con el Proyecto Piña Duluc. El sonido y el fraseo
reflejaban con claridad la personalidad de los músicos ejecutantes.
Si el jazz
es sinónimo de libertad. Si se opone a patrones preestablecidos. Si busca
sorprender. Si es un idioma en sí mismo que no se compromete con ningún
lenguaje, pero los asume todos y al mismo tiempo los niega. Entonces, Proyecto
Piña Duluc se consagró en Haina como virtuosos del jazz.
Jonatan Piña
Duluc, líder del grupo y sus músicos entraron en la catarsis propia de los
jazzistas, un trance tan contagioso que arrastró consigo a todo el público.
Jonatan viene de una estirpe musical, emparentado con el folklorista,
compositor e investigador musical José Duluc.
Ángel Rafael Féliz,
periodista, productor general del evento y presidente de la Fundación Haina de Jazz
es el artífice de esta descarga que se repite año tras año.
Tanto él, la
fundación, el equipo y los colaboradores avanzan, por su lado, en la
consagración de una nueva cultura. Una cultura de paz. Una cultura alegre,
rítmica y armónica. Una cultura de libertad para Haina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Esperamos que su comentario contribuya al desarrollo de los gobiernos locales .