Por Miguel Ángel Cid Cid
El Centro de
la Cultura de Santiago “Srta. Ercilia Pepín” enfocó sus objetivos —desde el
principio— en la creación de un público asiduo al teatro. El FITE 2023 —quizás
sin saberlo— centró sus propósitos en empujar, desde el pasado al presente, el
proyecto inicial del Centro.
El maestro
Rafael Villalona (1942-2012), actor, dramaturgo y Gloria Nacional del Teatro,
diseñó y puso en marcha el proyecto de gestión cultural en Santiago de los
Caballeros. La iniciativa consistía en promover el nacimiento de un público
experimentado en la observación del arte dramático. La pericia sería la
garantía del disfrute teatral.
Por lo
anterior, se creó el grupo Teatro Popular del Centro (TPC), no sólo para la
actuación, sino como animadores de la gestión cultural en sentido general. Es
decir, los integrantes del TPC tenían que trabajar con los clubes culturales de
la época en los barrios y los campos.
Que yo
recuerde, ningún miembro de un club tuvo que pagar para entrar a ver una obra
teatral o disfrutar de un concierto. El CCS les facilitaba las entradas. Al
poco tiempo se organizaban teatro-foro, conversatorios para hablar de lo
aprendido en las presentaciones. Se debatía, además, sobre las opiniones
críticas de los montajes.
No fue uno ni
dos los grupos teatrales que se formaron en la región inspirados por este
trabajo tesonero. Tesón que se fue apagando luego de la salida a destiempo del
maestro Villalona. El reto actual consiste en evitar que él se lleve su trabajo
a la tumba.
Y lo anterior
es un peligro latente. Porque hoy solo queda la reminiscencia y el deseo
encarnados del actor y director Robinson Aybar de recuperar el proyecto
didáctico y recreativo de su maestro Rafael Villalona. Pero un presupuesto
miserable se cruza como piedra en el camino.
La participación
en el FITE
La
participación en el FITE se aborda desde dos miradas diferentes: la primera es
desde la asistencia de público a las presentaciones. En tanto que la segunda,
se ocupa de observar la integración del público a la actuación desde el auditorio.
En lo que
respecta a la participación del público, el entusiasmo rebosó los límites de
asistencia. El solo hecho de tener —de manera simultaneas— las salas
Restauración y la Julio Alberto Hernández del Gran Teatro del Cibao repletas de
gente es un acontecimiento histórico. Y que esa misma noche se abarrotó la sala
Héctor Inchaustegui Cabral del Centro de la Cultura, eso no tiene precedente.
Ésas son las
tres principales salas de Santiago.
La segunda
visión es, sobre la intervención del público en la puesta en escena. O sea,
cuando los espectadores se integran a la actuación para complementar las
insinuaciones gestuales de los protagonistas. Cuando se rompe lo que en el
teatro se conoce como la cuarta pared.
¿Por qué es la
cuarta pared? La sala de presentación tiene un muro imaginario que marca
distancia entre el público y los actores. Si los actores logran comunicación
directa con su público es porque rompieron esa pared que los separa.
El fenómeno
señalado se convirtió en un suceso común, presente en la mayoría de las puestas
en escena. El logro repetitivo habla, por un lado, de la calidad de la
actuación de los grupos teatrales presentados. Evidencia, por el otro lado, la
existencia de un público educado en la observación escénica.
Pero los santiagueros
o cualquier otra ciudad del interior —así llaman en Ciudad Trujillo a los
pueblos que trascienden sus límites— que no se unten. Lo dijo el viceministro
de Participación Popular Giovanny Cruz Durán:
—
…desconcentrar tiene un costo muy elevado. Imaginen que, para este festival el
Ministerio tuvo que traer a Santiago toda la logística de operación. El
Ministerio quedo prácticamente solo.
Cierto,
concentrar tiene un costo elevado, pero el costo de descentralizar es más
bajito, más cómodo, más llevadero… Me explico, si el Ministerio de Cultura
hubiera decidido descentralizar en vez de desconcentrar, los huevos de la
lechuza no habrían tenido que sacarlos de su nido.
Lo anterior
indica que, si el Ministerio de Cultura hubiera integrado a los funcionarios
locales al Comité Organizador, por ejemplo: a Rafaelito Mirabal, director
regional de Cultura; a Robinson Aybar, director del Centro de la Cultura de
Santiago; entre otros, el gallo cantaría mejor. El equipo logístico no hubiera
tenido que salir de la metrópolis.
¿Será que ven
sombras en los aplausos?
Pero, de todos
modos, el empuje que le ha dado el FITE al desarrollo de las artes escénicas en
Santiago y el Cibao es trascendental. Es y debe de ser, el punto de partida
para recuperar el espíritu pedagógico del maestro Rafael Villalona.
Ese sería el
milagro de Milagros Consuelo de la Altagracia Germán Olalla, ministra de
cultura, para dejar una impronta junto a su equipo de trabajo.
Erratas:
Sobre el artículo
anterior El Festival de Teatro que volvió por Santiago. Párrafo
uno dice: “nadie savia donde” léase “nadie sabía dónde”. Párrafo siete dice: “cede del…” léase “sede del” y en
el párrafo doce: “para que las loas” se leerá “parece que las
loas”.
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