Por Miguel Ángel Cid Cid
Los pactos traen siempre el sacrificio de algo
querido. Traen de igual modo ganancias que parecían imposibles de lograr. Pero
los líderes de los partidos políticos, cuando hacen alianzas prefieren poner
sus egos primero, los intereses del partido quedan olvidados.
Enfocar los intereses personales en vez de los
institucionales ha llevado al fracaso a la mayoría de los frentes unitarios en
el país. Enrumbar las alianzas por ese derrotero, a la larga daña la unidad del
partido. Porque no hay alianza —por grande que sea—
que pueda satisfacer el afán de exhibición de todo el que se cree líder y guía.
Único propósito
Las coaliciones políticas conocidas de 1974 hasta
hoy se han concentrado siempre en impulsar la marcha hacia el poder. Nunca, por
ejemplo, se ha firmado un acuerdo entre la mayoría de los partidos para empujar
un proyecto de nación. Un proyecto que afronte los problemas nodales del país.
Que defina el país que queremos de aquí a los próximos treinta años.
Algunos dirán que lo dicho en el párrafo anterior es
falso. El Pacto por la Democracia para dar salida al tranque electoral de 1994
es la mejor prueba de la falsedad, dirían. No obstante, dejando a un lado la
narrativa oficial se verá que los partidos pactantes tenían sus cartas debajo
de la manga.
El PRD, por ejemplo, quería: a) impedir que el Dr. Joaquín Balaguer fuera candidato a la presidencia;
b) evitar los acostumbrados fraudes electorales perpetrados por Balaguer para
quedarse subido en el palo; y c) lograr que el Dr. José Francisco Peña Gómez
fuera presidente de la República.
Joaquín Balaguer, líder del PRSC pujaba por impedir
que Peña Gómez llegara a ser presidente de la República. Quería cerrar, según
él, el camino malo. El PLD coincidió con
el líder reformista para favorecer a los conservadores. Con esa alianza
mostrenca rifaron a Peña Gómez.
Pero nos hicieron creer que todo fue por el bien del
país.
Alianzas pasadas, cuatro ejemplos
El Acuerdo de Santiago. Consistió en la unión
encabezada por el PRD con la mayoría de los partidos
opositores en 1974. El propósito principal consistió en desplazar al Dr.
Joaquín Balaguer del Poder.
Esta alianza terminó retirándose de las elecciones.
La huida se basó en la falta de garantías y transparencia por parte del
gobierno. Veinte años después el PRD repitió el pacto, lo llamo: El Acuerdo de
Santo Domingo. Los objetivos eran similares al anterior. En 1996 hizo lo
propio.
Un fenómeno inusual se dio en 1996, se firmaron dos
uniones de partidos para enfrentar el acuerdo perredeísta. Los dos pactos
estaban llamados a gravitar en el escenario electoral por tiempo aun
indefinido.
El primero de ellos fue El Frente Progresista encabezado
por el PLD seguido por un arenal de partiditos de
todas las calañas. Como ningún partido superó el 50% de los votos, para la
segunda ronda se conformó El Frente Patriótico. Una alianza entre los
reformistas y los pledeistas para cerrarle el paso a Peña Gómez.
Con El Frente Patriótico nació el nuevo PLD.
Los llamados Progresistas comenzaron a desmoronarse
después de perder las elecciones del 2020.
¿Son obligatorias las alianzas?
En un sistema electoral de doble vuelta los partidos,
si quieren ganar, están obligados a unirse con otros. Pero las negociaciones —ya
se dijo— sacrifican siempre a una parte de los líderes de las agrupaciones
aliadas.
La ventaja principal de las coaliciones electorales no
está en los votos que suma sino en la confianza que produce en el electorado. Pero
los partidos que están en el gobierno suelen restar importancia a los acuerdos
confiados en la fuerza del aparato estatal.
Pero el oficialista PRM hace todo lo contrario. En
la coyuntura actual el Presidente Luis Abinader está abierto de par en par a
todos los acuerdos posibles. Contar de ampliar su universo de votos y dar
seguridad a sus seguidores busca aliarse hasta con las juntas de vecinos.
El partido morado y la Fuerza del Pueblo —extrañamente—
se derriten en un dime y dírete. Parece que se creen el cuento de los números
maquillados por ellos mismos. Cada uno por su lado dice no necesitar al otro
para ganar. No andamos buscando acuerdos, dicen.
Pero si quieren seguir vivos después de las
elecciones venideras están obligados a juntarse.
El pacto necesario
Pero dejemos a un lado el sin sentido morado y
verde. Porque el país solo necesita una gran alianza nacional. Un acuerdo a
corto, mediano y largo plazo que ponga el país en primer plano.
Los dominicanos urgen de una unión que vaya de lo
electoral al desarrollo humano. Que pase del desarrollo a la construcción de
una cultura capaz de mirar al otro con ojos solidarios.
Hace falta un acuerdo entre los sectores productivos,
religiosos, culturales y políticos. Un acuerdo que enrumbe el país por mejores
senderos para que deje de ser el último en todo.
El país quiere un pacto de nación.
Pero parce que los partidos políticos no sienten los
tropezones. Nunca levantan los pies.
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