Por Miguel Ángel Cid Cid
El transporte público
rueda a velocidad vertiginosa, avanza a la vanguardia del desarrollo nacional. La
evolución del recorrido recula de lo colectivo a lo familiar y, de este a lo puramente
individual. Pero deja satisfechos a moros y cristianos.
Imposible esgrimir una explicación validad, un argumento que
justifique una mutación tan escabrosa. ¿Avanzamos Sancho?
Vía férrea
La máquina de vapor
llegó al país, en la modalidad de tren, durante el tercer tercio del siglo XIX.
Para más señas, maquina y vagones de carga y transporte masivo se inauguró en
1877. La vía férrea se extendía desde Puerto Plata hasta Santiago de los
Caballeros y de la Hidalga a Santo Domingo. Las perspectivas del proyecto
estaban cifradas en un recorrido que abarcaría a Nagua, Sánchez y Samaná.
La iniciativa
gubernamental dejó sembrada la semilla tecnológica del desarrollo. Y ahí se
quedó. Sembrada, pero no repollo.
El tren fue
abandonado, sin que mediara una explicación oficial. En Puerto Plata y Santiago
sobreviven algunas ruinas del artefacto, rieles, por ejemplo. Son prueba
fehaciente del paso a la modernidad que, ¿dejo atrás a la barbarie?
Voladoras y conchos
El mensaje es
aleccionador, fue injusto que mansos y cimarrones viajarán en un mismo vagón, “concho
primo”, igualar a ángeles y dioses no estuvo bien.
El crecimiento
demográfico del país, en consecuencia, engendró el carro de concho y la guagua
voladora. Es decir, se creó el sistema de transporte basado en vehículos de cuatro
pasajeros que, “si se pegan como anoche” entran seis.
A la Capital se
viajaba en los carros pescuezo largo, como los llamo Juan Bosch, en estos
entraban como sardinas hasta ocho pasajeros. El trayecto era largo, la
carretera estrecha, tapizada con baches decorativos en toda su extensión.
El reconteo, sobre cuántos
carros de concho, autobuses y motocicletas hay en el país, no incumbe a este
artículo. Le dejaré los números a Juan Marte, empresario del transporte y sindicalista.
Sin importar el foro abierto para él en la Ciudad Corazón, Marte lo aprovecha
para rumiar estadísticas sobre el tránsito y el transporte.
Pero, la voladora
llegó apareada con el carro de concho. Era una suerte de autobús que nosotros
llamamos guaguas, en ellas se viajaba antes a Santo Domingo. Los convido a leer
el relato “Viaje en una voladora un martes 13”, publicado en 2020 en este
diario digital, hace una descripción detallada de la voladora.
El motoconcho
El vástago más
joven de la voladora y el concho, es el motoconcho que, a su vez, parió el mototaxi. Ambos
especímenes complementan el “Homo Urbanus” para dignificar --con la misma
fórmula--el trabajo del conductor, brindar confort y rapidez al pasajero. ¿Cómo
lo quiere, con aire o bricia’o?
Pero, la fórmula
mágica del desarrollo del tránsito y el transporte en el país la tiene Hugo
Beras-Goico, director del Intrant; es comunicador, empresario y político. Puede
decirse que, ni siquiera Ito Bisonó con la pizarrita debajo de los sobacos
puede igualar la majestuosidad y brillantes de las fórmulas del joven Beras-Goico.
Para muestra, un botón:
Hugo hurgó en los
archivos del viejo departamento de tránsito, buscaba una salida al desorden, al
final concluyó que la solución era prohibir el tránsito de motocicletas con dos
pasajeros después de las 11:00 de la noche. ¿Y la libertad de tránsito
pregonada en la Constitución, para cuándo?
La disposición deja
en las nubes qué pasará con las unidades motorizadas de la policía que, andan a
deshoras de la noche.
Los cangrejos, crustáceos
de aguas tranquilas de las ensenadas y las desembocaduras son excelentes
andadores. Los cangrejos caminan hacia atrás, pero, corren de mediola’o cuando cogen
velocidad.
En su afán de
imitar el cangrejo, el tránsito y el transporte dominicano, con la designación
de Hugo Beras-Goico en el Intrant cogió velocidad y ahora camina de mediola’o.
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