Por JUAN T H
El comisionado ejecutivo para la Reforma Policial, José
-Pepe- Vila del Castillo, ha dicho lo que todos sabíamos sobre la Policía
Nacional, pero que pocos tuvieron los pantalones y el coraje para decirlo sin
pagar -de momento- las consecuencias: que la corrupción en la institución del
orden público comenzaba en la jefatura y terminaba en el último raso.
Dicen que “árbol que nace torcido jamás su rama
endereza”. La Policía nació durante la dictadura de Rafael Trujillo en 1936
para defender y proteger los intereses del sátrapa y sus acólitos, con una
ideología militar represiva y fascista, integrada por bandoleros y matones. El
país de Trujillo era una enorme cárcel.
Vivíamos encerrados, temerosos y acobardados por un régimen despiadado y
cruel, que robaba y mataba desproporcionadamente, que perseguía a sus
opositores en cualquier parte del territorio nacional, incluso del extranjero.
Las Fuerzas Armadas y la Policía de Trujillo no tuvieron
piedad ni compasión contra nadie. La historia de Constanza, Maimón y Estero
Hondo, es un pequeño ejemplo. Las huellas de los centros de tortura aún están
en la piel de muchos dominicanos.
La Policía Nacional de Trujillo le sobrevivió sin mayores
transformaciones. La ideología trujillista, la cultura trujillista, de que “el
civil no es gente”, la formación militar, ni la corrupción intrínseca anidada
en cada uno de sus jefes y subalternos, se mantuvo para mantener intacto el
statu quo del poder que le precedió.
Trujillo sobrevivió dentro de las Fuerzas Armadas y la
Policía sin mayores variaciones por conveniencias de los propios partidarios de
la dictadura que se mantuvieron en el poder, porque, como he dicho en otras
ocasiones, “los mismos que cantaron y bailaron “recogiendo limosna no lo
tumban”, fueron los mismos que cantaron y bailaron “la fiesta del chivo” tras
su asesinato.
La Policía fue -y sigue siendo- una banda; la más grande,
organizada y armada, con licencia para robar, asaltar, secuestrar, encarcelar y
matar. Al poder político y económico del país no le ha interesado
“destrujillizar” la Policía. Al contrario, ha entendido que le conviene para
salvaguardar sus intereses.
Teníamos la Policía que pagábamos. Una Policía sin
entrenamiento, sin avituallamiento y sin protección, donde la corrupción era
generalizada. Los gobiernos hicieron nada o poco para transformar esa
institución del Estado hasta la llegada -vale decirlo- del presidente Luís
Abinader que se comprometió seriamente con su transformación y cambio, a pesar
de la propia Policía donde ha existido desde siempre una estructura
delincuencial, la misma que existe en el Estado, la misma que existe en la
política y en el empresariado, con sus muy honrosas excepciones. Como siempre.
Nadie tiene que sentirse aludido, ni ofendido, ni
rasgarse la vestidura por lo que ha dicho Pepe Vila sobre la corrupción en la
Policía, porque era -y sigue siendo aunque en menor medida- la que existe en el
Estado, la que prohijaron los gobiernos pasados, sobre todo los del Partido de
la Liberación Dominicana que encabezaron Leonel Fernández y Danilo Medina,
donde la ambición “rompió el saco”. Ninguna institución del Estado durante los
gobiernos morados, escapó a la hipercorrupción imperante durante esos fáticos
20 años.
Pepe Vila dijo lo que tenía la responsabilidad y el deber
de decir: es cierto, la corrupción en la Policía comenzaba en la jefatura y
terminaba en la puerta del despacho presidencial. Y en eso llegó Luís Abinader
y “mandó a parar”. Claro que no ha sido, ni será fácil, pero la voluntad
política existe. ¡Y la determinación! Y confío en que más temprano que tarde
tendremos una Policía distinta, con otra ideología, con otra cultura, con otra
visión, con otro comportamiento frente a los ciudadanos, una Policía del siglo
21.
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